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La parálisis por elección

La psicología define la paradoja de la elección como la dificultad para decidir cuando hay demasiadas opciones. ¿Cómo hacerle frente?

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04
agosto
2025

Cada vez es más difícil elegir en Netflix, en Tinder, en el supermercado, en una agencia de viajes, en un banco o en una tienda de rebajas… Aparecen los bloqueos. Evidentemente, las cuestiones económicas condicionan cualquier elección, pero hay algo más allá. La psicología define la parálisis de la elección como la dificultad para decidir cuando hay demasiadas opciones.

Este concepto fue popularizado por Barry Schwartz en The Paradox of Choice. No debe confundirse con la simple indecisión o la procrastinación. Este fenómeno va más allá de la duda puntual. Surge del exceso de opciones y del miedo a equivocarse. La necesidad de acertar convierte la libertad de elegir en una fuente de angustia. Este bloqueo puede llevar a la postergación, a la evitación emocional, a que otros decidan por uno o a no elegir nada. El exceso de alternativas puede aumentar la ansiedad y reducir la satisfacción, según una investigación de Nature Human Behavior, porque el cerebro supera la capacidad de procesar tanta información.

Un ejemplo cotidiano es cuando, ante un día largo, uno se sienta a ver una serie. Pasa media hora navegando entre títulos y recomendaciones. Abruma tanta variedad. Finalmente, apaga la televisión sin haber elegido nada. Aunque parezca banal, esto genera desgaste mental.

Y este bloqueo no se limita al ocio. Aparece al elegir un seguro de salud o un plan de pensiones, o incluso al buscar una pareja en apps como Tinder, donde la «oferta» puede hacer que nadie parezca suficiente. También se da al planificar un viaje, donde decenas de opciones de hoteles, vuelos y reseñas generan un estrés similar al de una decisión trascendental.

La parálisis de la elección no debe confundirse con la simple indecisión o la procrastinación

La sociedad actual contribuye, en parte, a esta parálisis a través del consumo excesivo, la sobrecarga informativa y la presión por elegir siempre lo mejor. En La agonía del Eros, Byung-Chul Han señala que, en una sociedad saturada de estímulos y posibilidades, el sujeto se agota, pierde el deseo y la capacidad de elegir, incrementando el vacío existencial. La abundancia implica una gran presión por acertar, ya que, si se falla, la culpa recae sobre el individuo. El cerebro humano no está diseñado para manejar tantas alternativas sin ansiedad ni para vivir bajo ese yugo constante de tanta responsabilidad. Uno puede preguntarse qué gana la sociedad con esto. En primer lugar, la indecisión genera dependencia digital a los algoritmos, como señala Johann Hari en su libro El valor de la atención, porque, en lugar de elegir desde los propios valores, se hace desde la comparación constante. Además, una sociedad distraída por estas elecciones, a veces irrelevantes, es menos crítica y más manipulable.

El individuo, en interacción con la sociedad, también presenta sus propias vulnerabilidades. Como señala la psiquiatra Carmen Loeck, mientras algunos individuos adoptan una postura impulsiva y resuelven rápidamente en el contexto actual, otros tienden a una deliberación excesiva que puede volverse disfuncional. Esta última respuesta es más frecuente en personas con determinados rasgos de personalidad como el perfeccionismo, el pensamiento obsesivo o una ansiedad basal aumentada. Esta tendencia se observa especialmente en perfiles con estilos de afrontamiento evitativos o rumiativos, en los que la toma de decisiones se acompaña de un intenso temor a cometer errores. El miedo al fracaso o a la desaprobación externa pueden desencadenar bloqueos, incluso ante las elecciones más cotidianas, y con mayor intensidad ante decisiones relevantes, como elegir un máster o un cambio profesional. A nivel clínico, esta inhibición decisoria puede incrementar significativamente el malestar psicológico contribuyendo a un deterioro funcional en distintas áreas de la vida.

Combatir la parálisis de la elección requiere de un cambio tanto individual como social. A nivel individual, antes de tomar una decisión, es útil reducir las opciones, analizar la información objetivamente, aceptar que no existe una alternativa perfecta y establecer un límite de tiempo para no procrastinar en exceso. Conviene aceptar el miedo y la duda como parte natural del proceso.

Es aconsejable conectar con los valores personales y definir prioridades. Ante decisiones importantes, no hay que precipitarse. Puede ser útil preguntarse a nivel emocional: ¿esta opción me da paz o me da ansiedad?, ¿me acerco a lo que valoro? Aprender a diferenciar entre una emoción que refleja los valores o una emoción condicionada por el perfeccionismo o el juicio social es clave. Escribir sobre las opciones ayuda a tomar perspectiva. Desconectarse del bombardeo constante de información, especialmente en redes sociales que fomentan la comparación y el miedo a perderse algo, es fundamental. Durante la toma de decisiones, es recomendable buscar silencio interior y observar los pensamientos sin juzgarlos. Finalmente, tras decidir, es importante comprometerse con la elección, planificar los siguientes pasos y aprender de la experiencia, aceptando que la seguridad total no existe, pero sí la tranquilidad de haber decidido conscientemente. Vivir en la duda constante desgasta más que cualquier decisión imperfecta.

El exceso de alternativas puede aumentar la ansiedad y reducir la satisfacción

A nivel social y cultural, se puede combatir la parálisis de la elección fomentando una cultura de lo auténtico; por ejemplo, valorando que elegir siempre supone dejar algo atrás. También, se puede contrarrestar el ideal de que para ser feliz hay que aspirar a que la elección sea perfecta. Es fundamental educar desde edades tempranas en la toma de decisiones, el pensamiento crítico y en decidir desde valores personales afianzados. También sería adecuado promover modelos que priorizaran el bienestar frente a la abundancia. Así, se iría cuestionando la lógica del consumo infinito que refuerza la idea de que más opciones significan más libertad. Desde los organismos pertinentes sería valioso que las plataformas digitales, tiendas online y apps asumieran una mayor responsabilidad ética, por ejemplo, implementando filtros o limitando el número de opciones visibles para reducir el estrés del usuario.

La sociedad moderna, basada en el individualismo y en el consumo, refuerza la parálisis por elección. Hoy en día, se hace más complicado elegir las personas que te rodean, los sitios donde permaneces o los caminos que vas a atravesar porque conlleva dejar atrás un mayor número de alternativas que en el pasado. Esto genera sujetos inseguros y con más angustia existencial que deciden menos desde la autenticidad o de lo que realmente quieren. Por eso, hay que ser más responsables que nunca y nadar a contracorriente. Es bueno reflexionar, pero el pensamiento no puede convertirse en una excusa para no moverse. Quizá, se podría recuperar esa emoción de riesgo de cuando se era niño y tocaba elegir el camino en los libros de Elige tu propia aventura. Porque no importa tanto el camino que se elija, sino el sentido y el compromiso que se adopte una vez tomada esa decisión.

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