Cada vez que ocurre una ola de calor, una inundación o una sequía, surge la misma pregunta: ¿es culpa del cambio climático? La ciencia de la atribución intenta responder esa pregunta, analizando cuánto ha influido el calentamiento global en un fenómeno específico. No se trata de afirmar que el cambio climático es el causante, sino de estimar cuánto más probable o más intenso se ha vuelto por las actividades humanas.
Para hacerlo, los científicos comparan el mundo real con cambio climático y un «mundo alternativo» con una menor influencia antropogénica. Por ejemplo, el núcleo de altas presiones y las temperaturas de una ola de calor que afectó a España en 2018 fueron más intensos de lo que hubieran sido en el pasado. Igualmente, si una ola de calor de 40 ºC en Madrid antes ocurría cada 20 años y ahora cada dos, se puede decir que el cambio climático la ha hecho diez veces más probable.
Entre los fenómenos extremos, las olas de calor (y de frío) son los más fácilmente atribuibles al cambio climático porque contamos con buenos registros históricos, modelos capaces de simularlas y bases físicas para relacionarlas con el calentamiento global. En las últimas décadas, esta ciencia ha avanzado, y hoy podemos afirmar que algunas olas de calor recientes en Europa, Asia o Norteamérica habrían sido extremadamente improbables sin calentamiento global.
Retos actuales
Pese a estos avances, aún existen algunos desafíos importantes:
- Disponibilidad de datos: en algunas zonas (por ejemplo, en regiones vulnerables del sur global), los registros son escasos o de baja calidad, lo que impide analizar extremos, validar modelos y estudiar procesos. Se necesitan redes de observación más densas y precisas y plataformas abiertas para compartir datos, junto con formación y recursos en países en desarrollo.
- Modelos más realistas: algunos mecanismos relevantes para las olas de calor (por ejemplo, las interacciones suelo-atmósfera, los efectos urbanos o los procesos de pequeña escala, como la formación de nubes) no están bien representados en los modelos actuales, generando incertidumbres y sesgos. Se requieren modelos más realistas que integren escalas y establecer protocolos de evaluación basados en procesos.
- Comprensión de procesos: la variabilidad natural del clima y los factores regionales (aerosoles, deforestación, etc.) y locales (urbanización) modulan los efectos del calentamiento global y dificultan la detección de señales antropogénicas. Además, los patrones atmosféricos que causan olas de calor (por ejemplo, las intrusiones cálidas saharianas) podrían estar cambiando. Los eventos compuestos (como olas de calor y sequías) y aquellos con causas no solo climáticas (por ejemplo, incendios forestales) son especialmente complejos y podrían requerir metodologías específicas.
- Contexto y comunicación: cómo se define (región, duración) y analiza (cambios en frecuencia o intensidad) un fenómeno afecta a los resultados. Diferentes métodos pueden dar respuestas aparentemente contradictorias. Es esencial estandarizar los métodos de análisis y comunicar los resultados de manera clara y adaptada a diferentes usuarios, incluyendo información sobre incertidumbres.
¿Cómo podemos mejorar?
Hasta ahora, la atribución ha sido una herramienta para concienciar sobre cómo las actividades humanas están alterando el clima. Pero para que influya en la toma de decisiones –por ejemplo, distribuir fondos tras un desastre o prevenir futuros desastres–, debe evolucionar. Esto supone avanzar hacia una atribución operacional, rápida, estandarizada y global, que pueda informar a gobiernos, medios y agencias de emergencia.
El desarrollo de servicios climáticos (por ejemplo, la Plataforma Temática Interdisciplinar de Clima y Servicios Climáticos del CSIC) y las nuevas tecnologías basadas en inteligencia artificial (por ejemplo, el Proyecto H2020-CLINT) pueden ser clave.
Para lograrlo, es importante adoptar un enfoque que combine evidencias de distintas fuentes (observaciones, modelos) y formas de analizar cada fenómeno. Algunos métodos estiman cambios en probabilidad con modelos estadísticos, otros usan características del evento para calcular cambios en intensidad y otros simulan cómo sería sin emisiones humanas. Cada enfoque responde a distintas preguntas, y cuando se analizan en conjunto ofrecen una imagen más completa y robusta.
Por otra parte, es preciso ir más allá del fenómeno y analizar sus consecuencias. La atribución de impactos examina en qué medida los daños (muertes, pérdidas económicas) fueron agravados por el cambio climático. Una misma ola de calor puede causar muchas muertes en una ciudad y pasar desapercibida en otra mejor preparada. Por eso, es fundamental integrar datos climáticos con factores socioeconómicos, y desarrollar modelos interdisciplinares en colaboración con expertos y actores locales.
En resumen, el cambio climático está haciendo que las olas de calor sean más frecuentes, intensas y duraderas. Gracias a la ciencia de la atribución, sabemos que muchos fenómenos recientes no habrían ocurrido o no lo habrían hecho con la misma severidad o frecuencia sin el calentamiento global. Se trata de una poderosa herramienta para entender cómo el cambio climático está afectando nuestras vidas y ayudarnos a planificar el futuro con políticas de adaptación y resiliencia más efectivas.
Avanzar hacia nuevos sistemas de atribución integrales permitirá guiar la acción y justicia climática, el debate sobre pérdidas y daños atribuibles al cambio climático y la toma de decisiones frente a los impactos del calentamiento global.
Ricardo García-Herrera es catedrático de Física de la Atmósfera. Expresidente de la Agencia Estatal de Meteorología, Universidad Complutense de Madrid; Bernat Jiménez Esteve es investigador Postdoctoral, Meteorologia y Clima, Instituto de Geociencias (IGEO – CSIC – UCM) y David Barriopedro Cepero es Científico Titular CSIC, Instituto de Geociencias (IGEO – CSIC – UCM). Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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