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Sociedad

Breve historia de la tiranía

Desde la Antigua Grecia hasta hoy, siempre ha habido quien se ha creído con el derecho de imponer su poder ante el pueblo.

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Jan Stycka/M0tty
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19
septiembre
2025

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Jan Stycka/M0tty

«La historia puede familiarizar, y puede servir de advertencia», afirma Timothy Snyder, en su libro Sobre la tiranía. Durante mucho tiempo, hemos creído que tanto la historia reciente como las instituciones democráticas nos protegían de la amenaza de las dictaduras y los abusos de poder. Sin embargo, estamos comprobando que, como decía Snyder en 2017, «no somos más sabios que los europeos que vieron cómo la democracia daba paso al fascismo, al nazismo o al comunismo durante el siglo XX. Nuestra única ventaja es que nosotros podríamos aprender de su experiencia». Y, de hecho, al mirar las noticias, parece que la historia, más que advertirnos, nos ha acostumbrado a la violencia.

A lo largo de los siglos, el concepto de tiranía ha definido a gobiernos que se erigieron sin justicia y dictaduras que ignoraron las reglas democráticas, pero también comportamientos individuales y colectivos marcados por la arrogancia del poder, manifestándose también en las relaciones sociales desiguales que generan injusticias. Así lo entendió también Olympe de Gouges cuando, en su Declaración de los Derechos de la Mujer de 1791, denunciaba que «el ejercicio de los derechos naturales de la mujer no tiene más límites que la tiranía perpetua que el hombre le impone», y que esos límites debían ser eliminados siguiendo la razón y la justicia.

La tiranía a lo largo de la historia

Como forma de poder absoluto, la tiranía tiene raíces muy antiguas, aunque el concepto no siempre tuvo el significado que hoy entendemos. Según el historiador César Sierra Martín, el origen social y el perfil del gobierno del tirano arcaico en Grecia sigue siendo complejo: «puede entenderse como un gobierno personal cuyo sinónimo pueda ser mónarchos o como el exponente de un poder absoluto superior al de los tradicionales basileîs, o un déspota oriental, o un líder popular». Para este autor, nuestra concepción de la tiranía está condicionada también por las fuentes literarias de la época clásica.

Figuras como Pisístrato en Atenas lograron instaurar regímenes que, aunque tiránicos, gozaron de legitimidad social

Durante la «Edad de los tiranos», desde el siglo VII a. C. hasta la expulsión de los Pisistrátidas en el siglo V a.C., figuras como Cípselo en Corinto o Pisístrato en Atenas lograron instaurar regímenes que, aunque considerados tiránicos, gozaron en su momento de legitimidad social y, en ocasiones, introdujeron reformas económicas, religiosas o culturales que fortalecieron a sus ciudades. Incluso los intentos fallidos, como el de Cilón en Atenas, muestran que la tiranía fue percibida como una alternativa posible al dominio aristocrático. Más tarde, «la dura experiencia de las guerras médicas produjo en el ideario griego una asociación de la figura del tirano, como poder unipersonal, con las monarquías orientales, condicionando la interpretación de los tiranos arcaicos», explica Sierra Martín.

En Roma, emperadores como Calígula o Nerón encarnaron la tiranía personal: su autoridad ilimitada se sustentaba en la fuerza, el miedo y la manipulación del Senado y de las leyes. Desde la Edad Media, la tiranía también se presentó de diferentes formas: desde monarquías autoritarias hasta el absolutismo que limitaba los derechos y libertades. La reflexión política sobre la tiranía también se desarrolló con personajes como Maquiavelo, que analizaban cómo el poder podía corromper y cómo debía ejercerse.

En la era moderna y contemporánea, la tiranía se transformó, a veces disfrazada de democracia. Stalin, Hitler o Mussolini representan cómo los regímenes autoritarios contaron con respaldo popular, aunque consiguieran consolidarse después a través del terror y la propaganda. Hoy la historia se repite en figuras que, aunque elegidas en las urnas, erosionan las instituciones y concentran la autoridad en sus manos. La tiranía no depende solo de líderes carismáticos, sino de contextos de crisis, desigualdad o desinformación que la hacen posible. Hoy, Trump en Estados Unidos, Netanyahu en Israel o Putin en Rusia representan esas tentaciones autoritarias que van desde la manipulación de la opinión pública y el desprestigio de los contrapesos democráticos, hasta la perpetuación en el poder o el uso de la violencia más extrema para acallar disidencias. La historia de la tiranía, lejos de ser un fenómeno del pasado, se proyecta en nuestro presente con nuevas formas y estrategias.

Defender las instituciones o contribuir a las buenas causas pueden servir para protegernos de la tiranía

¿Cómo responder a la tiranía?

Volviendo a Timothy Snyder, llegamos a una pregunta clave: ¿qué podemos aprender de la historia para comprender las fuentes de la tiranía y reflexionar sobre la respuesta que debemos darle? Snyder hace una serie de propuestas para defendernos de la tiranía. Por ejemplo, no obedecer por anticipado. Pese a la creencia de que la tiranía se impone por la fuerza, el autor nos recuerda que, en nuestra historia reciente, la mayor parte del poder autoritario, como ya hemos visto, se gana en las urnas. «Los individuos se anticipan a lo que querrá un gobierno más represivo, y después se ofrecen sin que nadie se lo pida. Un ciudadano que se adapta de esa manera está enseñándole al poder lo que es capaz de hacer», afirma.

Defender las instituciones («Las instituciones no se protegen a sí mismas. Caen una tras otra a menos que cada una de ellas sea defendida desde el principio»), asumir nuestra responsabilidad por el aspecto del mundo («Fíjate en las esvásticas y demás signos de odio. No apartes la mirada ni te acostumbres a ellos. Retíralos») o contribuir a las buenas causas («Participa activamente en las organizaciones, políticas o no, que expresen tu forma de entender la vida») son algunos de los consejos que podemos seguir para protegernos de la tiranía.

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