Miren Billelabeitia
«La voluntad y el gusto por la lectura también se trabajan»
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Durante su etapa como profesora, a Miren Billelabeitia se le ocurrió crear unas tertulias literarias para motivar a sus alumnos a que leyeran. En esas sesiones, se hablaba sobre lo leído, pero también de lo que cada uno sentía. Unas experiencias que recoge en el libro ‘Lo que una ama‘ (Consonni), obra traducida del vasco y ganadora del Premio Eskadi de Ensayo en Euskera en 2023. Charlamos con ella sobre esas vivencias, pero también sobre si los jóvenes leen o no, si lo hacen más que en el pasado y sobre la importancia de la literatura.
¿Por qué está tan extendida la idea de que los jóvenes no leen?
No lo sé. Es algo que me pregunto y por eso escribí el libro. Para saber la verdad, solo hay que acudir a los datos del Ministerio de Cultura sobre la afición a la lectura. Los jóvenes son los que más leen en España entre los 14 y 24 años, pero sobre todo entre los 14 y los 18. Que no leen es un mantra que ya en los años 90 me enfadaba bastante. Pero igualmente, solo hay que echar cuentas de los libros que se leen durante la etapa de estudios, porque, aunque sea por obligación, suman.
También que leen menos que en el pasado. ¿Es esto cierto?
Yo pienso que no leen menos. En todo caso, diferente. Y si hablamos del pasado, ¿a cuándo nos referimos? ¿Al siglo XIX? ¿A los años 60? ¿Pensamos en el analfabetismo que había durante esos años o lo obviamos? Todo eso hay que tenerlo en cuenta. La educación se ha universalizado y la lectura ha entrado en ella. Sigue dependiendo mucho del impulso de los profesores y los padres, pero los jóvenes leen. Yo creo que ahora se hace más, algo que también piensa el filósofo Javier Gomá, quien defiende que la sociedad actual es más intelectual y está más cultivada que la de hace 50 años. Y la de dentro de otros 50, todavía lo estará más.
«Los jóvenes son los que más leen en España»
¿Qué desafíos encuentran los profesores y los padres a la hora de animar a la lectura?
Creo que lo importante es mantenerse en el impulso lector, es decir, no buscar una solución, sino avanzar en el camino. Seguir esforzándonos por leer e incentivando a la gente que está alrededor para que hablen de ello. Eso es muy gratificante. Pensar que ya lo hemos solucionado es el verdadero peligro. Lo más bonito aquí es el reto.
¿Cómo animaste tú como profesora a tus alumnos?
Cuando me decían que como profesora tenía que motivar, no sabía cómo hacerlo. Se suponía que tenía que hacer algo divertido, pero nunca se me ha dado bien hacer algo así. Por eso creé las tertulias. Aparqué lo típico de leer un libro y luego hacer un trabajo sobre él. En lugar de eso, cada semana teníamos una tertulia en la que hablábamos sobre lo que habíamos leído, sobre qué nos había despertado. Una lectura que se tenía que hacer en casa y que luego tenían que desarrollar en voz alta delante de sus compañeros. Y si no se lo habían leído, no podían participar. Acaban leyendo porque querían hablar sobre qué opiniones suscitaban esas palabras, con qué lo relacionaban en su interior. De esta forma, hablábamos del libro, pero también era un pretexto para hablar de nosotros mismos y de lo que nos rodea. De esta manera, la lectura se convirtió en una actividad integrada y que les gustaba.
Esto rompe un poco con la idea de que hay un problema de comprensión lectora. Cuentas en el libro que los alumnos al hablar sobre lo que habían leído, te proponían otras visiones que tú no habías ni imaginado.
Hay libros que he leído unas cuantas veces y cada vez que lo hacía de nuevo en conjunto encontraba algo que no había visto antes. Yo me preguntaba cómo era posible que eso sucediera siendo el mismo libro. Y la respuesta estaba en que no es que la obra fuera distinta, sino que lo que era diferente era el mundo que nos rodeaba. Si de repente, por ejemplo, comienza una guerra, esto puede hacer que lo percibas de manera diferente. Los buenos libros son los que tienen más de una capa y que con cada lectura encuentras un aspecto diferente. Ese es el regalo de los libros.
«Los buenos libros son los que tienen más de una capa»
Todo esto muestra que la lectura es voluntaria, pero que la voluntad también se puede ejercitar.
Sí, claro. También creo que la lectura obligatoria es muy importante. Parece que la palabra obligatorio nos da urticaria, pero yo lo veo como una propuesta. Los jóvenes muchas veces no compran libros porque no tienen referentes ni ideas. A alguien que está estudiando matemáticas no le dan a elegir si va a empezar con las integrales o no, simplemente tiene que seguir aprendiendo. Con la lectura igual: te dan unas propuestas, las trabajas, y una vez que te gusta una cosa, te pueden proponer otras similares. La voluntad y el gusto también se trabajan en esta materia.
Según tu experiencia, este aprendizaje también les ha ayudado a fortalecerse en otros ámbitos. ¿En cuáles y por qué?
En el uso de la lengua, en desarrollar la manera de expresarse y manejar diferentes registros. También a la hora de debatir y respetar a los demás. En utilizar las maneras y actitudes democráticas y participar en los debates. La escuela es una sociedad en miniatura en la que tienes la oportunidad de hablar y debatir con tus compañeros, pero no por eso hay que llegar a los gritos o a las manos. También perder la timidez a la hora de hablar. Me acuerdo que les propusimos participar en un certamen de discursos y salieron unos cuantos voluntarios que querían presentarse.
«Los libros, aunque cuestan, son uno de los regalos más baratos que se pueden hacer»
Ellos aprenden todo eso, pero tú también ganas nuevos conocimientos.
Para mí, uno de los incentivos era justo eso: que aprendía algo nuevo cada día. Igual que me pasa con los libros. La lectura es una oportunidad para reflexionar. Creo que todos los libros están llenos de ideas, da igual si es ensayo, novela, poesía, teatro. Al final, en el debate veías que cada uno relacionaba la frase o el párrafo que había leído con su experiencia personal. Lo que me llevaba a conocerles de otra manera.
Para terminar, escribes que la lectura es el arma de los pobres. ¿Por qué?
En realidad no lo digo yo, sino Lupe Gómez. Ella se refiere a la palabra, el material con el que está hecha la literatura. La palabra no cuesta dinero, se la puedes regalar a todo el mundo. Pero tú no la pierdes, sigues con ella. Es un regalo valiosísimo que levanta ideas, expresa sentimientos, nos habla de amor, de discordancia, nos crea y aporta conocimiento. Gracias a ella podemos tener reflexiones complejas que, si no, sería muy difícil estructurar y recordar. Todo ello, al no costar dinero, está al alcance de cualquiera. Los libros, aunque cuestan, son uno de los regalos más baratos que se pueden hacer. Es el arma pacífica que nos aporta diversión, sentimientos, conocimientos, ideales; todo eso que no mata.
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