Sociedad
«Empecé a cuestionarme si nos enseñan a amar nuestro trabajo como un tipo de anestesia»
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COLABORA2024
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«Trabaja de lo que te gusta y no trabajarás ni un día de tu vida», dice una frase popular. Pero Sarah Jaffe contesta que es mentira. La escritora y periodista estadounidense lleva años especializándose en la lucha laboral y el poder político, explorando cómo el trabajo afecta nuestra vida diaria y nuestras formas de comprender la vida humana. Ha trabajado en medios como el The New York Times, The Guardian, y The Nation, y también ha sido camarera, mecánica de bicicletas y consultora de redes sociales, ha limpiado basura, ha servido helados y ha explicado el comunismo soviético a alumnos de secundaria. Ahora destina su tiempo laboral a su columna en The Progressive y copresenta los podcasts Belabored y Heart Reacts. Su libro Trabajar: un amor no correspondido (Capitán Swing) acaba de ser traducido al español.
¿Por qué hacer un paralelismo entre la relación que tenemos con nuestro trabajo y el amor? ¿Piensas que hay personas que realmente aman su trabajo?
Desde que era niña, siempre escuchaba lo mismo: «¿Qué quieres hacer? ¿Cuál es el trabajo de tus sueños? ¿Qué es lo que amas hacer?». Me decían que si encontraba algo que amara, no tendría que trabajar ni un día de mi vida. Pero todo eso resultó ser una gran mentira. Durante la mayor parte de mi vida, creí en esa idea y trabajé muy duro. Me esforcé hasta conseguir uno de esos «trabajos soñados»… pero seguía sin tener suficiente dinero y, para colmo, aún tenía que pagar a colaboradores. El trato de la gente no era el mejor, y mi día a día consistía en hablar con otras personas sobre sus trabajos y sus luchas. Escuchaba historias de personas que, como yo, amaban lo que hacían, pero se sentían atrapadas: «Trabajo 80 horas a la semana», o «mi jefe me acosa», o «amo mi trabajo, pero no puedo pagar el alquiler». Al final, empecé a cuestionarme si nos enseñan a amar nuestro trabajo como un tipo de anestesia, como si ese amor al trabajo debiera ser suficiente, un sustituto de algo más profundo y esencial que nos falta.
¿Es trabajar, entonces, una relación romántica tóxica?
Oh, sí [risas]. Por supuesto. Nos enseñan a darlo todo en el trabajo sin esperar nada a cambio y a mantener el empleo a toda costa, sin límites ni fronteras, porque supuestamente lo amamos. Pero, si estuviéramos en una relación amorosa sin límites con nuestro trabajo, como si fuera un humano, la mayoría de nuestros amigos nos dirían que rompamos con esa persona. Esa dinámica es tóxica en cualquier relación, y en el entorno laboral resulta aún más insana porque, en realidad, no tenemos una libertad auténtica, una libertad real de elección. Trabajamos para poder comer y tener un techo sobre nuestras cabezas; no es una decisión libre que tomamos por pura emoción o entusiasmo. La realidad es que todos debemos escoger algo, y muchas personas ni siquiera pueden escoger. La idea de que deberíamos amar nuestro trabajo parece cubrir el hecho de que, en el fondo, no tenemos tantas opciones como creemos.
«Trabajamos para poder comer, no es una decisión libre que tomamos por puro entusiasmo»
¿Qué impacto crees que tiene esta cultura laboral en nuestra salud mental y en nuestra percepción de los límites entre el trabajo y la vida personal?
Esta mentalidad hace casi imposible poner límites: «Amamos lo que hacemos, seguiremos haciéndolo, todo es maravilloso, ¿de qué te quejas?». Nos inculcan esa necesidad de buscar aprobación y entrega total en el trabajo, cuando, en realidad, el entorno laboral es incapaz de satisfacer nuestras verdaderas necesidades. Al final, nos esforzamos al máximo para que otros generen más dinero. Es una receta para el agotamiento: incluso si tienes un jefe amable, su mayor preocupación siempre será el dinero. A menos que trabajes en una organización sin ánimo de lucro, eso seguirá siendo el centro de todo. Así, nos encontramos atrapados en una dinámica interminable en la que debemos amar nuestro trabajo intensamente solo para conservarlo. Esto crea una relación unilateral que nos empuja a aceptar situaciones difíciles en distintos empleos: arriesgamos nuestra salud, trabajamos demasiado, soportamos acoso sexual o abuso en el entorno laboral… porque se supone que lo amamos y que debemos aguantar, por más difícil que sea. Es una mentira dulce que funciona, pero al final es una mentira creada para el beneficio del jefe.
En tu opinión, ¿qué papel juega la popularización de frases como «haz lo que te gusta y nunca trabajarás un día de tu vida» en el fomento de esta dinámica laboral?
Es una mentira, así de simple. No es verdad. En realidad, a veces amar tu trabajo puede ser una experiencia realmente miserable. Y esta idea de que el trabajo no es realmente «trabajo» trae consigo la justificación para pagarte menos, para no compensarte las horas extra si te quedas hasta tarde. Todo esto sucede cuando existe una narrativa sobre el trabajo que no refleja lo que realmente es. Si el trabajo no es realmente «trabajo», entonces no necesitas un sindicato. Los sindicatos no son para personas que «aman su trabajo». Esta idea beneficia al empleador: esa historia puede ayudarnos a sobrellevar el día, pero no mejora nuestras vidas.
¿Cómo explicas que en algunas industrias, especialmente las creativas o sociales, se acepte e incluso se espere que las personas trabajen gratis o bajo condiciones precarias «por amor al arte»?
Trabajo de esperanza (hope labour, en inglés). Esta idea, desarrollada por los académicos Kuhn y Corrigan, define el trabajo que realizamos con la esperanza de que, algún día, alguien nos pague por hacerlo de manera formal. Es el trabajo que hacemos esperando ser contratados para hacerlo «de verdad». Es como la noche de micrófono abierto para un músico, donde toca con la esperanza de que alguien lo escuche y lo contrate para un concierto. O como un actor en audiciones, soñando con conseguir un papel. Todo esto son actividades que hacemos esperando que, algún día, nos paguen por hacer lo mismo. Y si ya tienes becarios trabajando sin cobrar, ¿por qué contratarías empleados en puestos de entrada?
«La idea de que deberíamos amar nuestro trabajo parece cubrir el hecho de que, en el fondo, no tenemos tantas opciones como creemos»
En tu investigación, mencionas ejemplos de personas en profesiones como el deporte, la academia o el sector sin ánimo de lucro. ¿Puedes compartir una historia que ilustre particularmente bien la explotación camuflada como «trabajo por amor»?
Sí, trabajé en una organización sin ánimo de lucro hace muchos años, y mi jefe siempre nos presionaba para donar nuestro tiempo: ya trabajábamos 25 horas, pero aún así quería que dedicáramos más horas de manera voluntaria a la organización. ¡Ese era mi trabajo! Hay una presión constante para trabajar gratis. Otro sector donde esto ocurre con frecuencia es el de los cuidadores domiciliarios que atienden a personas enfermas. ¿Qué pasa si el trabajador del turno nocturno no llega a tiempo? Te quedas hasta que alguien aparezca, y trabajas más horas porque la empresa asume que no vas a dejar a la persona sola. Se aprovechan de tu vocación y de tu sentido del deber. Quieren que te importe lo suficiente para quedarte horas extra, trabajar más tiempo, con más esfuerzo. Mientras tanto, tu propia familia tiene que esperar, porque no abandonarías a alguien que necesita cuidados. Además, hay personas que no reciben paga por las horas que realmente trabajan. Los docentes, por ejemplo, muchas veces se llevan trabajo a casa, compran comida y ropa para sus estudiantes con su propio dinero. La gente está luchando por salir adelante, mientras que quienes están en los márgenes asumen costos de su propio bolsillo.
El trabajo por exposición o experiencia suele ser una forma de justificar la falta de pago o la precarización laboral, sobre todo entre los jóvenes. ¿Cómo crees que afecta esto a las generaciones que recién se incorporan al mercado laboral?
Los jóvenes están recibiendo salarios más bajos mientras los costos universitarios se disparan y todo se vuelve mucho más complicado. A menudo pensamos en el trabajo de cuidado, pero en realidad, la mayoría de los empleos se ubican en el ámbito de los cuidados y los servicios. Hay cientos de miles de puestos de trabajo en el cuidado del hogar, superando a los del diseño gráfico. Como decía una de mis entrevistadas, los trabajos de más rápido crecimiento en Occidente son, de alguna manera, «diferentes formas de decir la palabra enfermera». Quizá deseen tener un trabajo estable, pero esos empleos simplemente ya no existen. ¿Cuántos jóvenes están conduciendo para Uber o trabajando en McDonald’s? La gente trabaja constantemente, pero no hay estabilidad. Literalmente, están trabajando gratis, realizando una enorme cantidad de trabajo de esperanza, mientras sienten que no quieren trabajar sin reconocimiento, que no son valorados y que no deben conformarse con salarios precarios. La idea de que, si todo estuviera bien, podrían trabajar mucho mejor y mucho más es ridícula: 10 euros la hora no te llevan a ningún lado. No tengo cifras exactas, pero en los diferentes países de la UE, todo es más caro, hay más títulos universitarios, mayor competencia, las ciudades están más gentrificadas y los trabajos que existen pagan progresivamente menos. Además, cada vez hay más jóvenes que obtienen un título universitario y, si logran conseguir un empleo, muchas veces terminan trabajando en un servicio como Starbucks, a pesar de tener un diploma. Desafío a cualquiera a pasar un día en la vida de los jóvenes y observar cómo interactúan y lo que hacen. Si entras a una tienda de esquina a comprar un café, probablemente encontrarás a un joven atendiendo. Lo mismo ocurre en los restaurantes o en los coches de Uber. La gente está trabajando en todas partes y está exhausta. Están hartos de trabajar tanto, mientras que sus abuelos pueden mirar atrás y ven una realidad muy distinta. Los jóvenes de hoy saben que nunca van a poder tener ni la mitad de eso.
«Suelen hablar de la ‘familia’ en un contexto corporativo, pero la mayoría de los empleados no se siente parte»
Algunas empresas dicen tratar a sus empleados «como una familia». ¿Es esto una herramienta de manipulación para conseguir mayor lealtad y sacrificio o puede realmente existir un entorno laboral que funcione de manera familiar?
No, yo crecí en una familia con negocios familiares. Mis abuelos eran dueños de una charcutería y de una fábrica de ladrillos, y mis padres se conocieron porque mi padre compró el restaurante en el que mi madre trabajaba. Literalmente, teníamos negocios familiares, y acabamos dirigiendo una tienda de bicicletas, donde trabajé durante varios años. Mi padre solía contar la anécdota de que le pidió una cita a mi madre cuando ella le entregó su renuncia. Vengo de una familia de negocios familiares y en el trabajo también discutíamos y le pedíamos a papá aumentos de sueldo. Sin embargo, me he dado cuenta de que muchas empresas que se presentan como negocios familiares realmente no lo son en el sentido profundo de la palabra. Suelen hablar de la «familia» en un contexto corporativo, pero la mayoría de los empleados no se siente parte de esa familia. Un buen ejemplo de esto es lo que sucede en la reunión de accionistas de Walmart, que se lleva a cabo en Arkansas. Allí celebran a los miembros de la familia del presidente y al propio presidente, quienes son reconocidos como una familia, pero los empleados no forman parte de esa estructura familiar. Estas dinámicas pueden parecer atractivas, pero es importante recordar que no todos en la empresa se sienten incluidos. En la industria tecnológica, por otro lado, vemos que algunas familias se mudan a otros estados y, a menudo, despiden a empleados sin previo aviso. Esto contrasta con la noción de una verdadera familia, que no despediría a sus miembros de manera tan frecuente o indiscriminada. En resumen, aunque vengo de una familia de negocios familiares, la realidad es que muchas de las empresas que se dicen familiares a menudo carecen de ese sentido de comunidad y apoyo que uno esperaría.
¿Qué papel juega la desigualdad social en el mito del «trabajo por amor»? ¿Crees que algunas personas están en condiciones de elegir si trabajan por amor o por necesidad, mientras que otras no tienen esa libertad?
Creo que Jeff Bezos ama su trabajo, pero eso realmente no me importa. Ningún hombre debería tener tanto poder. La cuestión de si deberían amar su trabajo me deja indiferente. La desigualdad es el núcleo del asunto. Bezos puede irse a casa si se siente enfermo, pero los trabajadores de Amazon no tienen esa opción. En este momento, me encanta mi trabajo más que cuando trabajaba en restaurantes; soy autónoma y tengo un trabajo extra de mañana. Aún necesito trabajar, pero tengo más autonomía sobre mis días en comparación con los ocho horas que pasaba en un restaurante. Puedo escribir una historia y estar de mal humor todo el tiempo, y eso está bien. Disfruto de más libertad y poder de negociación, por lo que mi trabajo actual es mejor. La cuestión del poder se manifiesta de muchas maneras. Sin un sindicato, las cosas son más difíciles. No tengo poder individual, pero puedo respaldar a mis compañeros. Juntos podemos negociar mejores condiciones laborales. El poder y la desigualdad están en el corazón de todo esto. Si tienes que sonreírle a tu jefe cuando pasa, eso es una forma de poder. Una de mis historias favoritas es la de una azafata que hizo una huelga de sonrisas. Se negaron a sonreír y, al hacerlo, dejaron en claro cuánto forma parte de su trabajo la sonrisa. Esto pone de relieve que la cuestión de la desigualdad es enorme. Ahora, cuando te casas, necesitas pagar por lo que antes se daba por sentado. Las madres ahora trabajan y el lugar de trabajo ha cambiado, lo que significa que los empleos suelen pagar menos que antes. En el pasado, uno de los padres trabajaba y el otro se quedaba en casa. Las presiones actuales disminuyen el valor del trabajo de cuidado y aumentan la presión sobre todos nosotros para que seamos buenos empleados.
«No me importa si amas tu trabajo; la realidad que importa es que no te dará nada de lo que esperas»
¿Qué recomendaciones darías a alguien que se siente atrapado en esta «tiranía del trabajo por amor»? ¿Algunos pasos para aprender a valorarse y exigir una compensación justa?
Es genial darse cuenta de que esto no es un problema personal. Habla sobre ello con amigos y compañeros de trabajo; desafíen esta situación de una manera significativa. Vamos a organizarnos en sindicatos, a ser más activos y exigentes, incluso si eres autónomo, siempre puedes encontrar maneras de hacerlo. Conversa con tus amigos y compañeros de clase. Cada solución es política, y eso debería ser fantástico. Los ensayos de renta básica pueden ayudar a rechazar condiciones laborales precarias. La reducción de la jornada laboral y muchas otras demandas son posibles, pero no son elecciones individuales. Todo comienza con la gente dándose cuenta de que las condiciones son malas y que pueden ser mejores: ¿cómo podemos hacer que esta situación injusta sea diferente? Desde hablar con nuestros representantes hasta legislar, hablar con nuestros vecinos y llamar a sus puertas, debemos cuestionar qué políticas pueden mejorar nuestra vida. No debería costar tanto el alquiler, y eso se aplica independientemente de si amas tu trabajo. Con un alquiler más asequible y un día extra de descanso, todos seríamos más felices. No me importa si amas tu trabajo, pero la realidad que importa es que no te dará nada de lo que esperas. Es fundamental sindicalizar el lugar de trabajo.
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