Cinco pensadores del pesimismo
Algunos autores, filósofos y ecólogos han establecido como eje central de su obra una interpretación pesimista de la realidad. Aquí algunos de los más relevantes.
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Si un vaso de 300 mililitros de capacidad tiene 150 mililitros de agua, ¿lo convierte eso en un vaso medio lleno o medio vacío? Como el Jano bifronte, todo puede ser leído dicotómicamente, ora desde una óptica optimista –el vaso está medio lleno–, ora desde el pesimismo –el vaso está medio vacío–. Cualquier situación concebible tiene un margen de empeoramiento, pero también de mejora, y he aquí la permanente posibilidad de ambas interpretaciones.
Pensamientos pesimistas todos los tenemos a menudo. La primera noble verdad del budismo indica que todo es sufrimiento. A unos cuantos kilómetros, Sófocles hizo cantar al coro de su Edipo Rey las siguientes palabras: «Que nadie considere a ningún hombre feliz hasta que muera, libre al fin de dolor». Platón rechaza el mundo de los sentidos por corruptible, siendo nuestro cuerpo una cárcel apestosa y decrépita. El relato judeo-cristiano parte del pecado original y de la expulsión del paraíso. Siglos después, el philosophe ilustrado François-Marie Arouet, alias Voltaire, compone su Cándido como sarcástica respuesta a la tesis optimista de Leibniz acorde a la cual vivimos en el mejor mundo posible.
Y algunos pensadores incluso han establecido como eje central de su obra una interpretación pesimista de la realidad. La lista podría continuar, pero no cabe duda de que Arthur Schopenhauer, Emil Cioran, Miguel de Unamuno, Pentti Linkola o David Benatar se acomodan a esta descripción.
Arthur Schopenhauer
Inspirado por el pensamiento oriental, para Arthur Schopenhauer (1788-1860) el mundo está dominado por el sufrimiento. Todos los seres somos gobernados por un impulso irracional, denominado voluntad, del que emanan los deseos. Llamamos felicidad a la efímera ilusión que funciona como alivio en el intersticio de una legión de apetencias frustradas. Uno de los grandes referentes del pesimismo, Schopenhauer plantea que la existencia es, así, una lucha ya perdida de partida cuyo único consuelo radica en el arte, la compasión y la renuncia a los mismos deseos.
Emil Cioran
Por su parte, el escritor rumano Emil Cioran (1911-1995) ocupa el trono de los pesimistas. Su obra no ofrece ni la más leve concesión a la esperanza: «No haber nacido, de solo pensarlo, ¡qué felicidad, qué libertad, qué espacio!». La vida, la conciencia de haber nacido, es para Cioran una maldición de la que ni la muerte nos librará. La historia humana es la crónica de un hastío sin sentido, sin posibilidad de redención. ¿Para qué esforzarse? ¿Para qué hacer algo? Una vez nos ha abandonado la fe en un más allá que empape de significado a la vida, ni siquiera el sarcasmo sirve de refugio.
Miguel de Unamuno
Aunque no vuele por las alturas del pesimismo de Cioran, el escritor Miguel de Unamuno (1864-1936) también manifestaba una visión trágica de la existencia. Para él, el ser humano de carne y hueso –aquel que «come, bebe, y juega, y duerme»– está sometido a un terrible dilema expresado a través del conflicto entre razón y fe. De una parte, una vez conocida nuestra condición finita, no queremos morir. Esta es nuestra gran desdicha: saber que vamos a desaparecer y no querer hacerlo. Nuestra razón así lo dicta, y el cadáver en que todos tornaremos lo confirma. La fe irracional, empero, se resiste. Guarecemos en nuestro interior una esperanza sin fundamento: quizá la muerte no es el fin. Pero, como nos dice el bilbaíno en su Del sentimiento trágico de la vida, ¿qué otra cosa podría brindar el más allá? ¿Un paraíso sin fin? ¿No nos dice la razón que eso sería terrible? ¿Un aburrimiento infinito? Para el autor, la trágica contienda no tiene fin, ni visos de solución.
Pentti Linkola
Desde el lado ecologista, para el autor finlandés Pentti Linkola (1932-2020) la humanidad es una plaga, un cáncer que se ha expandido por todo el orbe. El crecimiento económico y tecnológico es el reverso de un colapso natural que solo estamos comenzando a intuir. Su visión es profundamente misántropa y radical, y no vacila en señalar la solución: la drástica reducción del número de humanos mediante la violencia y una vuelta a las sociedades preindustriales.
David Benatar
Finalmente, el pesimismo de David Benatar (1966) está adquiriendo una creciente notoriedad. El pilar de la obra de este filósofo sudafricano radica en su antinatalismo. Resumidamente, la vida contiene placeres y dolores, pero ambos, sostiene, no son experiencias simétricas. Mientras que no sentir dolor es un bien, la ausencia de placer no es un mal. Sobre este pavimento, ningún conjunto de placeres de la vida podría compensar el sufrimiento más liviano. Y, dado que todo humano sufre en alguna medida, traer al mundo a nuevos seres es un acto moralmente censurable. Para Benatar, nacer es una desgracia, no una fortuna.
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