Los pros y contras de la dieta vegana
El veganismo bajo la lupa
El veganismo ha dejado de ser una simple elección personal para convertirse en un fenómeno social. Defendido por muchos como la solución a los grandes males del planeta, también despierta dudas, críticas y no pocas polémicas. ¿Es tan sostenible, saludable y ético como parece?
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El estilo de vida vegano, aunque a menudo parece una tendencia contemporánea, tiene raíces que se remontan a la Antigüedad. Filósofos como Pitágoras ya promovían dietas basadas en plantas por razones éticas y espirituales. El término «veganismo» fue acuñado en 1944 por Donald Watson, fundador de la Vegan Society en el Reino Unido, quien definió el concepto como la exclusión de todos los productos de origen animal por motivos éticos, de salud y medioambientales.
Esa definición ha evolucionado a lo largo de los años, y hoy la Sociedad Vegana dice que «el veganismo es una filosofía y una forma de vida que busca excluir –en la medida de lo posible y practicable– todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales para la alimentación, el vestido o cualquier otro propósito; y por extensión, promueve el desarrollo y el uso de alternativas libres de animales para el beneficio de los animales, los humanos y el medio ambiente. En términos de alimentación, denota la práctica de prescindir de todos los productos derivados total o parcialmente de los animales».
Durante gran parte del siglo XX, el veganismo se mantuvo como una práctica minoritaria, asociada a movimientos contraculturales. No fue hasta principios del siglo XXI, en especial a partir de la década de 2010, cuando empezó a ganar visibilidad, impulsado por documentales, investigaciones científicas, celebridades influyentes y una creciente preocupación global por el cambio climático y los derechos animales. Este auge lo convirtió en una tendencia alimentaria y de estilo de vida en muchas sociedades occidentales, dando lugar a un mercado en expansión de productos veganos pero también a debates más amplios sobre sostenibilidad y ética alimentaria.
En España, la cifra de personas con dieta vegetal ha crecido un 34% en los últimos años
Según un estudio publicado en el marco del proyecto Smart Protein, realizado con encuestas a ciudadanos de 10 países europeos, entre ellos España, para evaluar la actitud de los consumidores europeos hacia los alimentos de base vegetal, la tendencia común es reducir el consumo de carne.
En España destaca el informe de la consultora Lantern, The Green Revolution, que constata un incremento del interés por las dietas veggies. Cuando realizaron el estudio por primera vez, en 2017, la cifra de personas veggies fue del 7,8% de la población española (repartido en 1,3% vegetarianas, 0,2% veganas y 6,3% flexitarianas). En 2019, se publicó una actualización, que reflejaba un incremento del 27% en dos años, siendo las personas veggies un 9,9% de la población (un 1,5% vegetarianas, un 0,5% veganas y un 7,9% flexitarianas). La última versión del estudio, de 2021, recogía que la cifra de personas veggies había crecido otro 34% hasta situarse en el 13% de la población (un 1,4% vegetarianas, un 0,8% veganas y un 10,8% flexitarianas).
Las razones detrás de este crecimiento en todo el mundo son variadas: desde la preocupación por el bienestar animal hasta la búsqueda de una alimentación más saludable. Sin embargo, el argumento que más peso ha ganado es el impacto ambiental. Mientras muchos defienden que abandonar los productos de origen animal es la mejor manera de reducir nuestra huella ecológica, otros señalan que esta postura idealizada no tiene en cuenta complejidades sociales y económicas.
Una dieta vegana ofrece ventajas ambientales significativas. Estudios recientes indican que adoptar este patrón alimentario puede reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 75% en comparación con dietas ricas en carne. Además, el veganismo disminuye considerablemente el uso de la tierra y el agua, y contribuye a la conservación de la biodiversidad. Estos beneficios se deben a que la producción de alimentos de origen vegetal requiere menos recursos naturales y genera menos contaminación que la producción animal.
Pero también existen desafíos ambientales. Algunos cultivos populares en dietas veganas, como las almendras y los aguacates, demandan grandes cantidades de agua, lo que puede generar estrés hídrico en regiones donde se cultivan. Además, la producción intensiva de ciertos alimentos vegetales puede implicar el uso de pesticidas y fertilizantes que afectan negativamente al medio ambiente. Por lo tanto, aunque el veganismo tiene un impacto ambiental menor en general, es importante considerar la procedencia y el método de producción de los alimentos para maximizar sus beneficios ecológicos.
Algunos cultivos populares en dietas veganas, como las almendras o aguacates, demandan grandes cantidades de agua
Otro de los grandes argumentos de los veganos es el impacto de esta dieta en la salud. Varios estudios respaldan que un patrón alimentario basado en plantas está asociado con un menor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer. Además, las dietas veganas suelen ser más ricas en fibra, antioxidantes, magnesio y vitaminas C y E, lo que favorece la salud intestinal y reduce la inflamación crónica. También se ha observado que las personas veganas tienden a tener un menor índice de masa corporal, lo que puede contribuir a una mejor calidad de vida y longevidad.
Sin embargo, también existen riesgos nutricionales asociados a una dieta vegana mal planificada. La exclusión total de alimentos de origen animal puede provocar déficits de vitamina B12, hierro, calcio, omega-3 y proteínas completas, nutrientes esenciales para el funcionamiento del organismo. Estos déficits, si no se corrigen mediante la suplementación o una planificación cuidadosa, pueden conllevar anemia, debilidad ósea o alteraciones neurológicas. En niños, adolescentes o personas mayores, los riesgos pueden ser mayores si no se sigue con supervisión médica o nutricional. Por tanto, aunque el veganismo es una opción sin duda saludable, requiere atención especial para evitar carencias y garantizar un aporte adecuado de todos los nutrientes esenciales.
Otro problema asociado al veganismo es su accesibilidad. Los productos veganos de calidad, como sustitutos de la carne o lácteos vegetales fortificados, suelen ser más caros que sus equivalentes tradicionales. Esto crea una brecha económica: mientras las personas con mayores recursos pueden permitirse una dieta vegana equilibrada, quienes tienen menos ingresos pueden verse limitados a opciones menos nutritivas.
El aumento del veganismo también puede tener impacto en comunidades rurales que dependen de la ganadería. En regiones donde la agricultura es difícil debido al clima o el suelo, la cría de animales es una fuente vital de alimento e ingresos. Si el mundo se volviera mayoritariamente vegano de la noche a la mañana, millones de personas podrían perder su sustento sin alternativas claras. Esto no significa que el veganismo sea inviable, pero sí plantea la necesidad de transiciones justas y políticas que protejan a los trabajadores afectados.
Ni panacea ni problema, el veganismo es una opción con luces y sombras. Bien planificado, puede beneficiar tanto a la salud como al medioambiente, pero también plantea retos sociales, económicos y nutricionales. Su impacto depende más del contexto y la forma de aplicarlo que de la etiqueta que lo define.
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