Sociedad

«El trabajo del hogar es una gran omisión en la política contemporánea»

Fotografía original

Lorena Palavecino Hunting
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24
octubre
2024

Fotografía original

Lorena Palavecino Hunting

Las distintas familias y sus distintas ‘sombras’, los privilegios de clase, los abusos hacia las empleadas domésticas… La novela ‘Limpia’ (Lumen, 2023), de la escritora Alia Trabucco Zerán (Santiago de Chile, 1983), impactó en la literatura contemporánea avivando la llama de una narrativa contundente hilada con la voz intrépida de Estela, una mujer que disecciona su cotidianidad laboral y vital con tensión y fiereza. Se trata del tercer trabajo de Trabucco, después de ‘La resta’ (Lumen, 2014) y el ensayo ‘Las homicidas’ (Lumen, 2020). Los tres libros de la autora se han alzado con distintos reconocimientos internacionales.


En Limpia, la narradora y personaje principal, Estela, es una trabajadora interna del hogar que se ha visto obligada a dejar su pueblo y a su familia para ganarse la vida trabajando en una casa en la ciudad, con todo lo que eso supone. ¿Por qué decidiste contar esta historia desde esta única y contundente voz?

La voz es el corazón de la novela y, en ese sentido, diría que el proceso fue el inverso: el hallazgo de la voz precedió a la trama e impulsó mi imaginación a lugares insospechados. Eso determinó finalmente los hechos que se narran, no a la inversa. En otras palabras, mi pregunta nunca fue «¿cómo contar tal historia?», fue, más bien, «¿cómo construir una voz?». Y solo después emergió la pregunta por la trama.

¿Por qué te interesó escribir sobre el trabajo del hogar y los cuidados?

Es un viejo tema y a la vez es inagotable. Es una gran omisión en la política contemporánea, es lo que sostiene a las familias y también a un modelo que a su vez los invisibiliza. Es lo que apareció como crucial en la pandemia y que luego de nuevo fue borrado. Además, en el escenario del hogar se desenvuelven grandes tragedias cotidianas que son parte esencial del ser humano, y por lo mismo es un tema al que es posible volver una y otra vez.

«Los cuidados son lo que sostiene a las familias y también a un modelo que los invisibiliza»

Del mismo modo en que se muestra esta voz tan enérgica y valiente, en Limpia la narración está repleta de silencios, de pensamientos y sensaciones que nunca salen a la luz, que se callan. ¿Crees que pasa igual en la vida real, que hay mucho silencio ante las situaciones de desigualdad social?

Muchísimo silencio, sí, pero aún más silenciamiento. Escogemos no oír ciertas voces porque incomodan o porque no las consideramos ni siquiera eso: una voz, sino mero ruido. Y esa decisión es política, qué escuchar y qué no, qué palabras oír y cuáles silenciar, e incluso qué palabras son pronunciables y cuáles impronunciables para ciertos sujetos sociales. Cuando hay protestas, por ejemplo, es muy común esto que estoy planteando: la protesta, una voz colectiva, reclama por las condiciones laborales, o por los horarios o por las jubilaciones o por la violencia de género u otros temas, y en la traducción de los medios de comunicación que son emisarios del poder no es ese mensaje el que se transmite, sino que hubo violencia o encapuchados o desmanes. Así se borra una voz colectiva, así se borra su contenido o su mensaje. Eso es silenciamiento también. Y eso ocurre con la protagonista y narradora de Limpia, una y otra vez.

«Escogemos no oír ciertas voces porque incomodan o porque no las consideramos ni siquiera eso: una voz, sino mero ruido»

En la novela, los personajes del señor y la señora que ostentan la propiedad de la casa aparecen como seres fríos, hipócritas, amoldados a lo que la sociedad espera de sus acciones; casi parecen aparentar un papel que no saben si quieren interpretar. ¿Sería posible revertir el poder del privilegio y convertirlo en algo socialmente más equitativo?

No lo sé. Es la historia de la lucha de clases, es la historia de las clases populares, es la historia del feminismo intentar cambiar las relaciones de poder. Hay avances, sí, pero al mismo tiempo nuevas formas de explotación y desigualdad, así que genuinamente no lo sé.

¿Te parece relevante darle protagonismo a personajes que frecuentemente han aparecido como secundarios o sin apenas agencia en la literatura?

No fueron motivos programáticos los que me condujeron a esta novela, pero así ocurrió, y si la literatura sirve para relevar ciertos temas o generar debates, me parece muy bien. De todos modos, no diría que los personajes marginalizados han estado ausentes de la literatura. Desde Dostoievski hasta la novela social de los años sesenta han estado ahí.

¿Has podido conversar tras la publicación de la novela con mujeres, en concreto con trabajadoras del hogar, que te cuenten sus impresiones sobre el libro?

He recibido muchos correos de hijas de trabajadoras domésticas y una hermosa invitación de una organización colombiana de trabajadoras. Ha sido muy interesante esa circulación. También, y esto fue bastante gracioso aunque un poco agresivo, una vez recibí un mensaje de una lectorapatrona furiosa con el libro, aclarando que ella no trataba así a su «nana» y que yo era una resentida y mi libro una porquería. Me pareció fascinante que la novela la interpelara así, que se sintiera apuntada por Estela y detestara el libro y, de paso, a su autora.

En los últimos años, en España las empleadas del hogar han ido ganando derechos laborales –aunque no siempre se cumplan–, uno de los más importantes fue la cotización por desempleo. ¿Cómo es la situación de este colectivo en Chile?

El sindicato de trabajadoras de casa particular (SINTRACAP) tiene décadas de existencia. En un principio, ni siquiera eran consideradas trabajadoras por sus pares obreros, porque su trabajo no era considerado trabajo. Esto ha ido cambiando desde inicios del siglo XX, cuando se fundó la organización, así como también han cambiado las condiciones de esa labor que ya no se ejecuta con tanta frecuencia «puertas adentro». Son trabajadoras que han ido ganando derechos, pero el trabajo irregular y la explotación sigue siendo frecuente y esos derechos, muchas veces, se quedan en el papel porque se trata de mujeres migrantes, precarizadas y en posiciones muy frágiles.

«[Las del hogar] son trabajadoras que han ido ganando derechos, pero el trabajo irregular y la explotación sigue siendo frecuente»

Actualmente parece haber un interés creciente en difuminar las marcas de clase y en agrupar al grueso de la población en una especie de «clase media» irreal, aunque después comprobamos que las diferencias entre la gente rica y la más pobre sigue creciendo. ¿Por qué crees que sucede esto?

No lo sé, creo que es una pregunta donde solo puedo elucubrar con más preguntas. ¿Por qué las clases altas no quieren ser llamadas de ese modo? ¿Se avergüenzan? ¿No se consideran así? ¿Mienten? ¿Por qué las clases populares renegarían de su origen? ¿Hay acaso un tema de identidad? ¿Otros cruces identitarios?¿Falta de consciencia de clase? ¿Pero es realmente así? Las enormes protestas antineoliberales en el mundo, Chile incluido, podrían indicar otras preguntas y otras respuestas.

¿Los pasados dictatoriales recientes –como de Chile, España con algo más de lejanía en el tiempo– siguen teniendo su reflejo, de alguna forma, en el clasismo y las ansias de poder persistentes en la sociedad?

En el caso de Chile el reflejo es una marca de violencia indeleble en varias generaciones y, por otro lado, un modelo económico cuya violencia sucede a diario, sin cesar. En ese sentido, la huella se renueva.

Nombres como el de Brenda Navarro, Camila Sosa Villada o Cristina Rivera Garza resuenan actualmente porque sus libros son artefactos literarios en los que se profundizan en distintos aspectos de una realidad muy cruda. ¿Crees que ahora hay mayor interés por la literatura latinoamericana escrita por mujeres y otras identidades que tradicionalmente han sido relegadas a las periferias?

Indudablemente hay una mayor presencia de literatura escrita por mujeres, lo que no quiere decir que haya más mujeres escritoras sino que estamos siendo visibilizadas por producto de procesos políticos que así lo han permitido. Se habla de un boom, pero creo que es algo muchísimo más profundo e irreversible. Planteo esta reflexión, sin embargo, con una advertencia: que sigamos hablando de «literatura escrita por mujeres» puede ser valioso como herramienta de visibilización, pero si esta categoría deja intacta la literatura a secas (que sería, según la clasificación, la escrita por hombres) esto se vuelve muchísimo más delicado.

 

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