TENDENCIAS
Advertisement
Sociedad

Psicología y terapias

No todos tus problemas vienen de traumas pasados

Hay cosas que duelen y punto. Sin necesidad de tirar del tarot del «niño interior», ni buscarle cinco patas al apego ansioso. A veces lo que te pasa no es un trauma, es una putada. Y eso también es válido. Y eso también duele.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
18
septiembre
2025

Hay cosas que duelen y punto. Sin necesidad de tirar del tarot del «niño interior», ni buscarle cinco patas al apego ansioso. A veces lo que te pasa no es un trauma, es una putada. Y eso también es válido. Y eso también duele.

Pero no, parece que hoy todo tiene que tener una explicación profunda y con mucho rollo emocional. Te han dejado en leído: herida de abandono. Tu jefa te habla mal: trauma de la infancia. No te contesta el mensaje en dos horas: apego ansioso con disociación emocional (o lo que esté de moda en TikTok esta semana).

Y no. A veces no. A veces lo que te pasa es que estás agotada porque llevas tres meses durmiendo mal, currando como una bestia, y te estás dejando para el final. Otras veces estás triste porque tu vida no va como quieres. O te sientes insegura porque no tienes ni idea de cómo manejar una relación sin autoboicotearla. Y todo eso puede ser perfectamente normal. Humano. Sin etiquetas.

La psicología no está para convertir todo en patología. Está para entender qué haces, cómo lo haces, y qué consecuencias tiene. Y desde la psicología basada en la evidencia científica lo tenemos claro: la mayoría de nuestras mierdas no vienen del pasado remoto, sino de lo que repetimos cada día. De los patrones que sostenemos sin darnos cuenta. De las conductas que mantenemos porque nos han funcionado (más o menos) hasta ahora.

La psicología no está para convertir todo en patología

Ejemplo rápido: si cada vez que estás incómoda en una conversación decides callarte para evitar el conflicto, no estás «respondiendo desde tu herida de la infancia», estás evitando. Y cada vez que lo haces, refuerzas esa conducta. Te acostumbras a no incomodar, a no incomodarte, y a tragarte cosas que te van cerrando por dentro. Y eso no necesita una regresión al útero materno. Necesita que te des cuenta del patrón de conducta presente, y lo cambies. Punto.

Otro ejemplo: si tu pareja no te escribe en todo el día y tú te pasas ocho horas mirando el móvil y montándote películas de abandono… ¿Es apego ansioso? Puede. ¿Es que te cuesta gestionar la incertidumbre y te falta entrenamiento en tolerar la espera? También. Y eso se entrena, no se exorciza con incienso emocional.

El problema es que estamos convirtiendo la psicología en horóscopo. Todo se vuelve místico, todo se debe a algo oculto, todo tiene que ver con algo que pasó hace veinte años. Y con eso nos olvidamos de lo más importante: el presente. Lo que haces hoy. Lo que eliges mantener. Lo que no cambias porque, en el fondo, no sabes cómo o no te atreves.

Y ojo, no estoy diciendo que los traumas no existan. Claro que sí. Hay heridas reales, profundas, que necesitan atención clínica, procesos largos, trabajo serio. Pero no todo el mundo está traumatizado. Y banalizar esa palabra solo consigue dos cosas: que quienes sí están realmente jodidos se sientan invisibles, y que los demás se queden atascados en una narrativa de victimismo que no les ayuda a cambiar nada.

A veces estás triste porque tu vida es una mierda ahora mismo. Y en vez de buscarle una causa oculta, lo que toca es cambiar lo que puedas. A veces te sientes mal porque tu entorno es hostil, porque no te cuidas, porque no pides ayuda, porque estás aislado, porque comes basura emocional (y ultraprocesados también). Y todo eso tiene más peso que cualquier constelación familiar.

¿Que tienes ansiedad? Normal si estás en un curro de mierda, rodeado de gente que te ignora, sin rutinas, sin descanso, sin darte un respiro ni medio. ¿Que no confías en nadie? Puede que tengas un historial de decepciones. O puede que no te hayas expuesto lo suficiente a relaciones sanas. ¿Que no sabes poner límites? No eres un proyecto de terapia eterno, simplemente nadie te enseñó, y ahora tienes que practicarlo. A secas.

Hay un punto en el que patologizar lo cotidiano nos vuelve inútiles para la vida real. Te peleas con tu pareja y en vez de aprender a discutir sin matarse, te vas a mirar si tu estilo de apego es seguro o evitativo. Spoiler: no te va a salvar el test de Instagram. Te da pereza todo y crees que estás «bloqueada emocionalmente». A lo mejor solo estás procrastinando porque no has aprendido a hacer las cosas aunque no te apetezcan. Que también es parte de ser adulto, por cierto.

Patologizar lo cotidiano nos vuelve inútiles para la vida real

La vida no es un trauma continuo. Es, muchas veces, una cadena de incomodidades, cansancios, decisiones torpes y pequeñas cagadas que se pueden ajustar si dejamos de analizarlas con bisturí y las empezamos a mirar con lupa conductual: ¿qué haces? ¿Qué resultado te da? ¿Lo quieres cambiar? Pues toca hacerlo distinto.

Y eso, aunque no luzca tanto en redes, es mucho más liberador que encasillarte en etiquetas.

Porque no todo malestar es un diagnóstico. No toda emoción intensa necesita terapia. Y no todo lo que sientes se debe a tu «niño interior herido». A veces es solo que estás sobreviviendo a un mundo complicado con herramientas básicas, y lo que necesitas no es otra sesión de introspección, sino más práctica, más autocuidado y menos autoanálisis paralizante.

Así que, la próxima vez que te sientas mal, no corras a buscar qué parte de tu infancia explica lo que te pasa.

Mira a tu alrededor. Mira lo que haces. Mira lo que no haces. Y empieza por ahí.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME