Sociedad
¿Por qué las mujeres no piden más aumentos de sueldo?
Diversos estudios han encontrado que, a diferencia de sus homólogos masculinos, a las mujeres les cuesta más negociar sus salarios y obtener aumentos de sueldo. ¿A qué se debe y cómo impacta esto sobre la brecha salarial de género?
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En España, la brecha salarial de género se sitúa en torno al 24%. Esa fue la diferencia, en 2019, entre el salario anual medio de los hombres (26.934 euros) y el de las mujeres (21.682 euros), según un informe de Comisiones Obreras. Aunque el porcentaje se está reduciendo gracias a las subidas del salario mínimo interprofesional, la brecha sigue por encima del 20%.
Hay muchos factores que explican esta diferencia: uno de los principales tiene que ver con el hecho de que un 25% de las mujeres con empleo asalariado trabajan a tiempo parcial, frente a solo un 7% entre los hombres. Además, la maternidad penaliza seriamente a las mujeres. Tras haber tenido una criatura, y tan solo en el primer año, el salario femenino desciende un 11%, mientras que el masculino se mantiene estable. A largo plazo, la brecha entre ambos crece hasta el 28%.
Pero incluso si tenemos en cuenta únicamente a la población contratada a tiempo completo, la diferencia salarial ronda el 10%. En esto influye, desde luego, el llamado «techo de cristal», que hace que la mayoría de los puestos de responsabilidad en las empresas (mejor pagados) estén ocupados por hombres. También los complementos salariales por nocturnidad, desplazamientos u horas extras a los que a las mujeres les resulta más difícil acceder porque tienen, en muchos casos, otra jornada laboral paralela incompatible en el mundo privado de los cuidados.
Pero otro condicionante del que se suele hablar es de que las mujeres no «saben» negociar sus salarios: exigen menos al comenzar en un nuevo puesto, y piden con menor frecuencia un aumento a lo largo de su carrera profesional.
La brecha salarial de género se sitúa en torno al 24% en España
Así, según el último Index del Mercado Laboral de Bumeran, la diferencia promedio en la pretensión salarial entre hombres y mujeres en Latinoamérica es del 17,31%, una situación que podría ser similar en España. Además, la brecha de salario requerido aumenta en paralelo a la responsabilidad del puesto al que se opta (es mayor en el caso de perfiles directivos).
Un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology en 2007 ya advertía de que la mitad de los hombres graduados de un MBA habían negociado sus ofertas de trabajo actuales, mientras que tan solo 1 de cada 8 mujeres había hecho lo mismo. Una vez dentro de una empresa, y según diversas encuestas, las mujeres son más reticentes a pedir un aumento, algo que aparece detallado en el libro de Linda Babcok y Sara Laschever Women don’t ask.
Sin embargo, otros sondeos más recientes muestran que las mujeres sí piden aumentos de sueldo con una frecuencia similar a los hombres, solo que es más complicado que se los concedan. Esa es la conclusión a la que llegaron varios investigadores en un artículo publicado en 2018 por la Harvard Business Review, tras encuestar a 4.600 empleados y empleadas australianas elegidos al azar. Lo que descubrieron en su muestra fue que las mujeres y los hombres solicitaban un aumento salarial en la misma proporción, pero mientras ellos lo conseguían en un 20% de los casos, ellas tan solo en un 15%.
Además, su investigación arrojaba un dato que nos permite mirar al futuro con cierto optimismo: entre las mujeres jóvenes la probabilidad de conseguir el aumento era similar al de los hombres, aunque a medida que aumentaba la edad de los trabajadores, crecía la diferencia.
En general, tanto cuando no se pide un aumento como cuando se solicita pero no se obtiene, es importante señalar que los expertos tienen claro que no se debe a unas peores habilidades de negociación de las mujeres, sino al trato que reciben ellas cuando negocian. Son varios los estudios que indican que el coste social de negociar salarios es mucho más alto para las mujeres que para los hombres (curiosamente, esto solo ocurre cuando piden una mejora para ellas, si lo requieren para otros, tienen muchas más probabilidades de obtenerlo y menos de verse perjudicadas por ello).
Es decir, cuando las mujeres se resisten a hablar con su jefe para pedir lo que consideran que les corresponde, es porque han leído correctamente su entorno. Saben que hacerlo puede perjudicar su imagen en la empresa y que, además, las probabilidades de obtener lo que piden son bajas.
Estudios indican que el coste social de negociar salarios es mucho más alto para las mujeres que para los hombres
¿Por qué para una mujer tiene un coste social más alto solicitar un aumento de sueldo? Como explica Sara Laschever, a las mujeres que exigen lo que les corresponde se las identifica como agresivas, aunque lo habitual es que cuiden mucho más sus formas que sus homólogos masculinos. Es un problema que tiene su raíz en la educación de género que se recibe desde la infancia: a los niños se les enseña a ser asertivos, mientras que a las niñas se les insiste en ser agradables y poco problemáticas.
Además, las mujeres tienden a ser más conscientes de sus limitaciones, lo que les lleva a sufrir con mayor frecuencia el síndrome del impostor. Cuando crees que deberías mejorar en algunas tareas, es más fácil que no te sientas cómoda exigiendo un mayor salario. Los hombres, por el contrario, tienden a sobrevalorar sus capacidades, como prueba un estudio llevado a cabo por el investigador David Reilly, en el que el mayor indicador de si una persona sobreestimaría su coeficiente intelectual era su sexo.
Hacen bien, porque, una vez más, la sociedad premia el carácter decidido y seguro en los hombres, mientras que a las mujeres se les suelen exigir más pruebas de su valía. Por lo tanto, a día de hoy, a la hora de pedir un aumento de salario, las mujeres no pueden usar las mismas herramientas que los hombres si quieren conseguir sus objetivos: deben ser más conciliadoras, llevar preparados numerosos argumentos y, por supuesto, no enfadarse nunca.
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