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Mario Alonso Puig

«Esa separación tan radical que hacemos entre lo mental y lo corporal es absolutamente ilusoria»

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Borja Rebull
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Borja Rebull

El doctor Mario Alonso Puig ha ejercido la cirugía durante 26 años y se ha formado en el Instituto Mente-Cuerpo de la Universidad de Harvard y en el Instituto de Ciencias Neurológicas de Madrid. En la actualidad, desarrolla una intensa labor divulgativa en universidades, instituciones y empresas de todo el mundo en las que imparte seminarios y conferencias sobre liderazgo, creatividad, salud y bienestar. Ha escrito una docena de libros sobre estos temas. El último de ellos es ‘El camino del despertar(Espasa). En él, propone un viaje del lado consciente al inconsciente del cerebro, un recorrido necesario para despertar todo el potencial de inteligencia, creatividad y felicidad que se esconde en cada persona.

¿Qué sabemos hoy sobre la relación entre la mente y el cuerpo? ¿Hasta qué punto la mente puede influir en nuestro bienestar físico (y viceversa)?

Hoy sabemos que la relación entre la mente y el cuerpo es enormemente estrecha. Mucho más de lo que se imaginaron nuestros antepasados e incluso algunos grandes filósofos. Son dos realidades que se pueden distinguir, pero no se pueden separar. Los procesos mentales tienen un impacto a nivel corporal y los procesos corporales tienen un impacto a nivel mental. De alguna manera, la mente está presente en el cuerpo. Hay procesos inteligentes de gestión, análisis y respuesta a la información en el tubo digestivo o en el corazón. Las propias células son capaces de procesar información a una velocidad vertiginosa. Esa separación tan radical que hacemos entre lo mental y lo corporal es absolutamente ilusoria, no es real. Por eso, quien está cuidando de su cuerpo –lo que come, el ejercicio que hace, lo que duerme…– está cuidando sus procesos mentales. Y la persona que está cuidando su mente, está cuidando su cuerpo.

Conocemos que el aparato digestivo contiene 100 millones de neuronas, por lo que ha recibido el pseudónimo de «segundo cerebro»…, pero además dice que tiene una estrecha relación con la personalidad. ¿Cómo es esto?

«Cuando una persona se identifica con una forma mejor de ser y estar en la vida, las viejas limitaciones ya no caben en la nueva personalidad»

Gracias al doctor Gershon, jefe de Gastroenterología de la Universidad de Columbia, hoy sabemos que, además de procesar los alimentos y ayudar a integrarlos en el metabolismo, el tubo digestivo actúa como un segundo cerebro: procesa información, manda señales al cerebro, controla que no entren productos tóxicos que puedan afectar al organismo… Y aquí es donde se ve claramente cómo cuadros clínicos que pueden ser considerados mentales, como la ansiedad o la depresión, pueden tener su origen –y con frecuencia lo tienen– en un trastorno del tubo digestivo que permite que entren algunos productos tóxicos que dan lugar a una inflamación cerebral. Por tanto, quien está cuidando su tubo digestivo está cuidando su salud mental y, lógicamente, el funcionamiento de la mente tiene que ver con la personalidad. Así que podemos decir, con un nivel de certeza bastante significativo, que el tubo digestivo afecta a la personalidad de un ser humano. Dependiendo de cómo esté tu tubo digestivo, puedes estar más alegre o más triste, más irritable o más tranquilo, más eficiente manejando información o menos.

¿Podemos, a través de un esfuerzo consciente, progresar, mejorar y transformar nuestro entorno y a nosotros mismos?

El cambio de una persona no solo es posible, sino que es profundamente deseable cuando la personalidad que tenemos no nos está dando lo que nos gustaría tener. Ser una persona irritable me va a causar un montón de problemas: enseguida voy a saltar, voy a dar una mala contestación, voy a poner una mala cara. Si además pienso que es algo que no puedo cambiar, me resignaré a pensar que es un veredicto de la naturaleza o de la educación recibida. Muchas personas quisieran cambiar estos rasgos –la ira, la timidez, la preocupación, la pereza…–, pero en el fondo creen que no pueden porque se han identificado con una imagen de sí mismas que están fortaleciendo con cada conducta diciendo: «Yo soy así». Lo que propongo al lector en El camino del despertar es dejar a un lado esa personalidad que le está limitando y reconectar con la esencia que tiene. Esto es como volver a identificarse, descubrir quién es en realidad. Cuando una persona se identifica con una forma mejor de ser y estar en la vida, las viejas limitaciones ya no caben en la nueva personalidad. En el momento en que se identifica con quien realmente es, la torpeza, la pereza e incluso la maldad empiezan a caer en el olvido porque no caben en la nueva personalidad.

«Podemos llegar a niveles que no imaginamos de inteligencia, de creatividad, de fortaleza física, de energía, de alegría, de entusiasmo, de compasión y de perdón»

Defines el ego como el personaje que creemos ser (porque otros nos han inducido esta imagen de nosotros mismos). Ese personaje estaría en conflicto con la persona. Es decir, nuestro verdadero yo. ¿Es el ego el principal enemigo del yo?

Vamos a imaginar que estoy en una habitación rodeado de obras de arte de un valor incalculable –pintura, escultura, instrumentos musicales valiosísimos…– y de repente se apaga la luz. Soy rico, pero, al no ver lo que tengo y olvidarme de ello, digo: «Soy pobre». Digo «soy pobre» porque miro alrededor y no veo nada, pero no porque no haya nada, sino porque no lo veo. Esta ceguera es el ego. Es la ceguera hacia los propios recursos extraordinarios que todo ser humano, sin excepción, tiene. Podemos llegar a niveles que no imaginamos de inteligencia, de creatividad, de fortaleza física, de energía, de alegría, de entusiasmo, de compasión y de perdón. No es que no estén, es que no los vemos porque la luz está apagada. En El camino del despertar invito a los lectores a encender ese interruptor para darse cuenta de que son extraordinariamente ricos. No ricos en posesiones materiales, sino en virtudes potenciales.

Dice que la aceptación no es resignación. ¿Por qué?

Hay una gran confusión en el lenguaje en términos que pensamos que son iguales y sin embargo son totalmente diferentes. Resignación y aceptación. ¿Cuál es la diferencia? Voy a poner un ejemplo que conozco bien debido a los 26 años que me he dedicado a la cirugía del aparato digestivo. Una persona está sana, se hace un chequeo y de repente le diagnostican un tumor maligno. ¿Cuál es la diferencia entre resignación y aceptación ante un hecho como este? La resignación implica enfado con la vida, contra sí mismo, sentimiento de culpa por no haberse cuidado… Es una especie de tormenta llena de dolor, sufrimiento y frustración. Esa persona está actuando como si no hubiera ninguna posible solución. Hay resentimiento, hay rencor y la liberación de una hormona de la que llevo años hablando, que es el cortisol. Las glándulas suprarrenales segregan esta hormona que, precisamente, bloquean el sistema de defensa que tiene que destruir el tumor.

La aceptación implica, sin embargo, asumir esta nueva realidad sin rechazarla, sin enfadarse ni rebelarse. Es verdad que a este segundo paciente esta realidad le genera una inquietud que es razonable, pero no se queda apegado a ese punto de partida de la enfermedad, sino que se enfoca en el punto al que podría llegar, que es la curación –que sucede en la gran mayoría de los casos–. Y, en ese momento, cambia su constelación hormonal: baja el cortisol, empiezan a activarse otras hormonas y el sistema inmune se vuelve mucho más agresivo frente al tumor. La resignación es un resentimiento escondido, mientras que la aceptación es asumir una nueva realidad. Al enfocarse en la salud, y no en la enfermedad, su espacio mental está mucho más ocupado.

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