Cinco cabeceras clave en la Transición
Las revistas que llegaban a los quioscos después de dejar atrás la dictadura franquista no solo consiguieron vender miles de ejemplares, sino que influyeron de forma evidente en la inteligencia política de la ciudadanía y dejaron grabado en la memoria colectiva uno de los grandes episodios históricos de España.
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En 1966, se publicaban en España 107 diarios. Ya eran 119 en 1971 y 172 en 1973, lo que daba una media de 99 ejemplares por cada 1.000 habitantes. Quién los leía era otra cuestión –el precio de cada ejemplar fue subiendo durante la década de los 70–, como lo era si se concentraba la publicación en unas zonas frente a otras. Pero lo que este crecimiento deja claro es que la prensa estaba aumentando su presencia. A los periódicos se fueron sumando también las revistas, piezas clave de la esfera mediática de la Transición española.
Como se lee en la introducción al libro colectivo Revistas para la democracia. El papel de la prensa no diaria durante la Transición (Publicacions de la Universitat de València), para hablar de qué ocurrió con los medios en aquellos años se usa el mito del «parlamento de papel», que resumiría el papel que la prensa ocupó en últimos años del franquismo y los primeros del retorno de la democracia y sobre el que existen visiones contrapuestas (¿fue o no fue realmente una antítesis al régimen?). Sea como sea, revistas críticas existieron, como demuestra que sus tiradas fuesen en ocasiones secuestradas o sus editores sancionados. Igualmente, generaron un importante impacto directo en la agenda política.
En esos años se seguían publicando revistas ilustradas de información general –las que, al final, llegaron más tarde al cambio, como apuntan–, pero también emergieron las revistas de información críticas, que se hicieron muy populares, así como las revistas políticas, tanto vinculadas a entornos regionales como posiciones nacionalistas, además de las revistas de humor. De estas últimas, uno de sus principales exponentes, El Jueves, se sigue publicando cada semana. La prensa satírica fue, de hecho, muy popular, viviendo en los 70 una suerte de boom en quioscos y vendiendo cientos de miles de ejemplares que superaban ampliamente la tirada y el alcance de las revistas políticas.
Las políticas: ‘Triunfo’ y ‘Cuadernos para el Diálogo’
Los orígenes de Triunfo están bastante lejos de lo político. Era una revista de cine de Valencia que cambió de lugar de publicación –a Madrid– y también de estrategia: quería convertirse en una revista por el estilo de París Match. Fue, a partir de entonces, una revista cultural, muy orientada a analizar lo que ocurría fuera de España (aunque se podía leer en clave interna), pero también una revista política muy vinculada a la izquierda.
‘Triunfo’ nació como una revista de cine pero pronto se transformó en una cabecera política muy orientada a analizar lo que ocurrí fuera de España (aunque se leía en clave interna)
Por su parte, Cuadernos para el Diálogo usaba «un tono jurídico, sesudo y prudente» para analizar la actualidad legislativa del franquismo. Su fundador estaba muy vinculado a los entornos católicos y nació como una propuesta democristiana. Era, junto con Triunfo, lo que más leían los universitarios del inicio de la década de los 70, años en los que «también desempeñaron un eficaz papel de reactivación social», recuerda el ensayo. Las revistas políticas tuvieron una presencia muy importante en la recta final del franquismo porque ofrecían el tipo de información analítica que se echaba de menos en la prensa diaria.
Ninguna de estas dos publicaciones, sin embargo, sobrevivieron al paso del tiempo. La primera perdió frecuencia de publicación entre 1976 y 1978, antes de desaparecer, y la segunda se mantuvo hasta 1982, cuando publicó su último número. A pesar de su enorme éxito primero y la gran influencia que llegaron a tener como espacios para el debate político, acabaron cayendo víctimas de las dificultades económicas y de los cambios de hábitos lectores. Al fin y al cabo, con la democracia también llegaron los periódicos plurales y perdieron esa suerte de monopolio sobre ciertos enfoques.
Las generalistas: ‘Interviú’ y ‘Cambio 16’
Cuando apareció Cambio 16, la revista se inspiró en el formato de las grandes estadounidenses, como Time y Newsweek. Como señalan en Revistas para la democracia, Interviú es el título complementario a esta revista, por mucho que pueda sorprender como idea. Las dos estaban en las antípodas –Interviú apareció ya en 1976 y lo hizo con el reclamo de las portadas con desnudos femeninos–, pero ambas apostaban por información general y crítica sobre los temas del momento. Ambas tuvieron también tanto picos de grandes ventas como de influencia, aunque la primera quería hacer periodismo político, crítico y con aspiraciones y la segunda buscaba simplemente ser popular.
Cambio 16 se sigue publicando, pero Interviú ya no lo hace. Cuando echó el cierre definitivo en 2018 los obituarios recordaban que sus portadas habían eclipsado que la revista también practicaba, como resumía El País, un «destape informativo» con reportajes de investigación y denuncia.
Las especializadas: ‘Vindicación Feminista’
Durante los años de la Transición, también aparecieron revistas vinculadas a un terreno concreto y que, por ello, no suelen aparecer en los recopilatorios generales. En muchas comunidades autónomas, de hecho, fueron años de retorno de la prensa en las propias lenguas o vinculadas a políticas nacionalistas. También aparecieron publicaciones centradas en otros asuntos con importancia para la agenda política, como el feminismo. Como teoriza en un artículo la investigadora Nuria Varela Menéndez, Vindicación Feminista, que se publicó entre 1976 y 1979, sería un ejemplo de exclusión por género de la historia del periodismo español y reivindica que en ese título no solo escribieron las principales periodistas de la época, sino que se adelantaron los temas «más relevantes y polémicos» de la agenda política de esos años. Como muchas otras revistas, cerró porque no resultaba rentable.
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