«A las empresas que se tomen en serio retos como la desigualdad les irá mejor económicamente»

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Borja Rebull
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«La responsabilidad de una empresa no se acaba en las puertas de una fábrica o en la puerta de la oficina». El 25 de octubre de 1972, Antoine Riboud, presidente de Danone, pronunciaba estas palabras en el conocido ‘Discurso de Marsella’ ante cientos de empresarios. Comenzaba así el ‘doble proyecto’ de la compañía: cuidar el aspecto económico, pero también el social. Cincuenta años después, las crisis climática, pandémica y geopolítica han demostrado que resulta imprescindible transitar a un nuevo capitalismo en el que las personas y el medio ambiente sean tan relevantes como la cuenta de resultados. En la serie de entrevistas enmarcada en el proyecto ‘Algo tiene que cambiar’, impulsado por Danone, el economista Toni Roldán (Barcelona, 1983) asegura que un escenario de estrecha colaboración público-privada es la clave para avanzar en la transformación verde y para cristalizar un escenario socioeconómico más justo.


La aceleración del cambio climático, la disrupción de la pandemia o la reordenación geopolítica han despertado sensibilidades que demandan a empresas e instituciones un cambio de paradigma en el que la sostenibilidad ambiental o el bienestar social se sitúen en el centro. ¿Las empresas están sabiendo dar respuesta a estos retos? 

Un reto clave es tratar de medir bien las cosas. No es suficiente con decir «hago cuatro KPI» y después hago un poco de greenwashing y digo que las cosas van bien. Es mucho más complicado que todo eso. Medir la huella de carbono en todo el proceso productivo es algo realmente complejo, igual que medir efectos causales o por ejemplo, el impacto sobre la biodiversidad. Por tanto, un reto enorme para que todo esto vaya en serio no es solo decir que vas a medir y plantear esos criterios, sino hacerlo de la manera más científica posible para que realmente se premie a aquellas empresas que lo hacen bien y se vaya en la dirección correcta. 

A día de hoy hay menos hambrunas que nunca y la esperanza de vida no deja de aumentar. En eso han tenido mucho que ver la economía en general y las empresas en particular. Sin embargo, asistimos en las últimas décadas a un aumento preocupante de las tasas de desigualdad y ahora afrontamos varias crisis al mismo tiempo. ¿En qué medida corresponde a las empresas contribuir activamente a solucionar estos problemas?

Las empresas deben jugar un rol relevante, pero tiene que ser el sector público el que responda en tiempo de crisis, y mejor si lo hace con políticas de transferencias que con políticas de reducción de impuestos transversales como el IVA: eso supone es perder muchos recursos en recaudación y acabar favoreciendo a personas que no necesitan ayuda.

«Las empresas han de jugar un rol relevante, pero tiene que ser el sector público el que responda en tiempo de crisis»

Hablamos de un proceso de transformación en el que el sector empresarial deberá contemplar su impacto real tanto medioambiental como social. ¿Cómo garantizarlo sin renunciar a la sostenibilidad económica?  

La señal de que el petróleo y demás combustibles fósiles sean más caros acelera y facilita que nuevas tecnologías y las inversiones en energías más verdes sean más favorables. Por tanto, el sector público y el privado están alineados en acelerar esa transformación, y creo que la invasión rusa de Ucrania va a contribuir a esa aceleración. 

Muchas empresas tienen gran influencia sobre la población –algunas incluso tienen hordas de fans– y sus acciones y omisiones suelen ser conocidas por los consumidores. En este sentido, ¿hasta qué punto una compañía puede (o debe) proyectar una imagen responsable? 

Las empresas deben participar en el debate público, aportar y, desde luego, influir a través de sus líderes para apoyar los retos que tienen un gran consenso científico, como el cambio climático. Dicho esto, en general soy partidario de que hagan bien su trabajo, paguen sus impuestos –lo que ya es mucho en un mundo globalizado como este– y hagan sus productos lo más competitivos posible para que nos podamos beneficiar todos de una competencia sana.

«Las empresas deben participar en el debate público, aportar e influir a través de sus líderes»

Recientemente se ha aprobado en el Congreso de los Diputados la creación de la figura jurídica de las «empresas con propósito». ¿Cómo pueden las políticas públicas seguir impulsando este cambio en el modelo empresarial? 

Estas iniciativas desde el sector público son necesarias, pero deben encaminarse también a promover un cambio en la relación de las empresas con los trabajadores. Los países que tienen las empresas con mayor flexibilidad interna son más productivos. Aquí, en España, ha habido una confusión histórica, por la que el estar calentando más horas la silla eres más productivo. Por eso nos queda todavía mucho camino por recorrer en relación a otros países europeos. 

Haciendo un ejercicio de prospectiva, ¿cuáles son los retos a los que cree que nos enfrentaremos como sociedad en los próximos años? ¿Sabrán responder adecuadamente las compañías? 

Nos vienen muchos retos en términos de desigualdades, de transición climática… En resumidas cuentas, las empresa que se tomen en serio esos retos (también en términos de desigualdad), serán las empresas a las que les vaya mejor, también económicamente. 

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