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Fernando Valladares es doctor en Ciencias Biológicas e investigador del CSIC. Desde un punto estrictamente científico, tiene clara la receta para el cambio: debemos aumentar el ritmo ante los retos ambientales y sociales de las próximas décadas. Para lograrlo, apunta, se debe seguir el camino de la transparencia y la honestidad con la realidad que vivimos –y la que viviremos– para que tanto empresa, como administración y ciudadanía recuperen la confianza en que el cambio es posible.
En estos tres últimos años se han dado situaciones extremas con las que no contábamos en el ámbito sanitario, económico y geopolítico. ¿Nos hace ser aún más conscientes de la importancia de cuidar el planeta o puede desviar el foco del cambio necesario a un futuro más circular?
Tenemos crisis que se superponen: el cambio climático de fondo, sobre el que vienen tensiones geopolíticas, limitaciones de recursos, sequías, olas de calor… Y esto nos confunde a todos. Dificulta a las empresas –pero también a los ciudadanos– a la hora de poner el foco en la urgencia y la importancia de este cambio. Realmente, no estamos del todo preparados para algo que se sobreviene en una dinámica exponencial. Pero si atendemos a lo importante, y los científicos llevamos mucho tiempo enfatizándolo, que es la sostenibilidad, el no incrementar nuestra huella ambiental o el ir mitigando el cambio climático, estaremos en mejores condiciones para afrontar un futuro que es incierto y difícil de pronosticar.
La sociedad ya no exige que las empresas reduzcan o compensen su actividad contaminante, sino que luchen activamente como un agente social más contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. ¿Qué debería cambiar en la cultura empresarial para que la implicación con nuestro entorno sea real y eficaz?
Las empresas están en una coyuntura tremenda. De alguna manera, les empuja el consumidor y la sociedad en esos valores sostenibles, pero también ellas tienen que cambiar profundamente para poder asegurar su supervivencia en un mundo tan volátil y variable. Y no solo el modo de producir, sino la visión que tienen de su papel en la sociedad.
«Las empresas tienen que generar confianza, que no puede quedarse en un mero ‘postureo’ ambiental»
¿Cómo pueden las empresas impulsar ese consumo consciente necesario para la transformación del sistema económico?
Por un lado están las normativas europeas, los marcos administrativos y jurídicos… Pero creo que las empresas tienen que encontrar su propio nicho, su propia definición, su propia imagen corporativa, y en esto tiene mucho que ver un intangible que es la confianza. El electorado, en el caso de los políticos, y los consumidores, en el caso de las empresas, tienen que confiar. Y esa confianza no se puede basar –y menos en un mundo como el de hoy, en el que la información no para de discurrir– en un mero postureo ambiental, en una cosa superficial. Podrían desarrollar una mayor transparencia y confiar en la competencia y en la sociedad mostrando sus debilidades y limitaciones, de la misma manera en que muestran sus fortalezas y las bondades de sus productos y sus servicios.
Hablamos de un proceso de transformación en el que el sector empresarial deberá contemplar su impacto real tanto medioambiental como social. ¿Cómo garantizar esta transformación sin renunciar a la sostenibilidad económica?
Normalmente, las empresas se mueven en objetivos muy cortos, de rendimiento económico en el marco trimestral o anual, y aquí estamos hablando de décadas de visión de empresa y visión de negocio, que es la única escala temporal en la que es posible compatibilizar el desarrollo de una actividad, sea la que sea, con un marco tan variable como el que impone el cambio climático y todos los cambios ambientales, geopolíticos, energéticos y sociales que estamos viviendo.
«Decimos que no entendemos la actualidad porque nos dedicamos a seguirla, pero es mucho más importante entenderla»
Y desde una perspectiva más amplia, ¿cómo puede afrontar la sociedad la transformación necesaria hacia una economía circular?
Estamos enfocándonos hacia un cambio de gran envergadura, un cambio de modelo social y económico que necesitamos para no colapsar, para no entrar en conflicto con los límites físicos y ecológicos del planeta. Desde luego, no es fácil, posiblemente tengamos que combinar conocimiento con emoción y motivaciones para ese cambio, así como información científica, técnica, cultural… Todo esto formaría un cóctel que, creo, no se pondría en marcha hasta que no entendamos mayoritariamente todo lo que hay en juego.
La ciudadanía es más exigente que nunca con el impacto ambiental de las empresas. ¿Será esta la palanca del cambio?
Desde un punto de vista analítica nos falta ritmo y velocidad, estamos todavía un poco lastrados por intentar nadar y guardar la ropa; por intentar mantener lo que sobreviva del modelo del que estamos saliendo mientras alcanzamos una nueva manera de producir, consumir y vivir. En estos tiempos, ritmos y velocidades es donde a los científicos nos hierve un poco la sangre y donde queremos imprimir un ritmo mayor a una sociedad hasta cierto punto anestesiada. Creo que tenemos que hacer todos una reflexión. Muchas veces decimos que no entendemos la actualidad porque dedicamos tiempo a seguirla, y con el poco tiempo que tenemos, es mucho más importante entender por qué pasa lo que pasa.
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