Medio Ambiente

Ley Climática Europea, un timorato paso hacia la neutralidad

Aunque la nueva Ley Climática Europea ve la luz con el objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono del continente de cara a 2050, el borrador presentado por la Comisión aplaza el posible aumento del recorte de las emisiones hasta el 55% en 2030 para junio del año que viene.

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03
marzo
2020

Hace dos décadas que la Unión Europea adoptó «unida en la diversidad» como lema oficial. Desde entonces han sido muchas las amenazas que han puesto en riesgo ese principio, que se ha convertido en uno de los más poderosos símbolos europeos desde que se firmó el Tratado de Maastricht. Sin embargo, ni el Brexit, ni la crisis migratoria, ni las diferencias políticas y económicas entre países han evitado que la Unión Europea saque músculo de nuevo. Esta vez, unida ante la adversidad. O, mejor dicho, ante el desafío climático.

El pasado diciembre, en medio del ruido de la COP25, la entonces recién nombrada presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, anunció la creación de una ley europea contra el cambio climático en el marco del Pacto Verde Europeo, la nueva hoja de ruta para la descarbonización. «Los europeos estamos preparados. Si nos movemos juntos, iremos más rápido, y eso va por el interés de todos», decía entonces Von der Leyen, pocos días después de que el brazo ejecutivo de la Unión declarase a la región en situación de emergencia climática y se convirtiese así en el primer continente en anunciarlo. Sin embargo, ya en marzo –mes en el que se fijó lanzar la ley–, el primer borrador de la Ley Climática Europea pone el foco en convertir a Europa en un continente climáticamente neutro para 2050… pero deja en el aire el aumento del objetivo de reducción de emisiones de la Unión Europea para el año 2030. Aunque, según se anunció en diciembre, la medida iba a ser la primera en ponerse en marcha, ahora la Comisión retrasa su activación, como mínimo, hasta 2021.

La Comisión aplaza el aumento del recorte de las emisiones al 50% o 55% para 2021

Septiembre de 2020 es la fecha marcada para revisar el objetivo de reducción de emisiones de cara a 2030. Será entonces cuando el organismo explore la posibilidad de elevar o no el recorte de emisiones de gases de efecto invernadero –con respecto a 1990– del 40% actual al 50% o 55%. La medida, anunciada durante la descafeinada Cumbre del Clima, respondía al informe del IPCC en el que se indicaba que, para cumplir con el Acuerdo de París y mantener el aumento de las temperaturas planetarias por debajo de los 1,5ºC, estas deberían reducirse un 45% para el año 2030. Ahora, la Comisión esperará a «analizar los resultados de los Planes Integrales de Energía y Clima que presenten los países» y, hasta junio de 2021, no se evaluará cómo modificar la legislación actual para aumentar el objetivo de reducción de emisiones.

Según recoge el documento, alcanzar la neutralidad de carbono de la Unión Europea será obligatorio de cara a 2050 y podría conllevar sanciones por incumplimiento aunque, según se aclara, el objetivo está marcado a nivel europeo y no a nivel nacional. Dicho de otro modo, se han contemplado las diferencias económicas y sociales de cada país, por lo que se permitirá compensar los avances de unos con los retrasos de otros para darles tiempo extra a aquellos con más dificultades. De ahí que en el borrador se reclame la participación de todos los miembros de la Unión para alcanzar la neutralidad climática atendiendo, entre otras cosas, a su «capacidad económica, las circunstancias nacionales y la necesidad hacer una transición justa». Eso sí, pasada la fecha, la cifra de absorción de los gases de efecto invernadero de la atmósfera deberá superar a la de las emisiones.

La neutralidad en 2050 será obligatoria no a nivel nacional, sino del conjunto europeo

De esta manera se pretende dar una solución a aquellos países que dependen en su mayoría del carbón, como es el caso de Polonia –que se opuso al plan de descarbonización total para 2050 en diciembre de 2019– y otros países como Hungría, República Checa y Eslovaquia (conocidos como el Eje de Visegrado), que en más de una ocasión han denunciado que una mayor ambición en materia de descarbonización puede lastrar sus economías. Del otro lado se encuentran países como Finlandia, Holanda, Dinamarca o España, que no solo apoyan un incremento de los recortes, sino que han presentado los planes de energía y clima más completos y no han dudado en exigir una mayor ambición del resto de países para combatir la emergencia climática.

«Conseguir la neutralidad climática requiere la contribución de todos los sectores económicos», reza el documento, que también señala la necesidad de apostar «por la transformación digital, la innovación tecnológica y la investigación» para conseguir un modelo energético sostenible, asequible y seguro que se convierta en la pieza clave para conseguir la neutralidad de emisiones. Para asegurar el buen cumplimiento de ese objetivo, a partir de 2023, la Comisión «evaluará del progreso de la Unión en su conjunto y de las medidas tomadas de cada país miembro».

Con todo, esta ley, que pretende ser la piedra angular del Pacto Verde Europeo, refuerza la idea de que una Europa unida en su diversidad puede convertirse en «líder global de la transición hacia la neutralidad climática», en las propias palabras que recoge el documento. Y no solo eso: en el borrador que presentará este 4 de marzo el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, se asegura que Europa «está convencida en promover la ambición global y reforzar la respuesta mundial al cambio climático, utilizando todas las herramientas en su mano, incluyendo la diplomacia climática». Habrá que esperar para ver si la Unión Europea, pese a las distintas velocidades a las que avanzan sus miembros, logra unir a todos los Estados para alcanzar la meta común de la deseada –y, según los científicos, imprescindible– neutralidad climática.

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