Cambio Climático

Green Deal: ¿podemos reconciliar la economía con el planeta?

En medio de los pulsos internacionales por el poder, Europa ha marcado su posición en la vanguardia de la gran batalla del siglo: la lucha contra el cambio climático. Las estrategias que ha trazado el Viejo Continente para hacer frente al problema articularon la séptima edición de ‘Vidrios y barras’, un espacio de debate promovido por Ecovidrio en colaboración con Ethic.

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Natalia Ortiz
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14
febrero
2020

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Natalia Ortiz

«Si no aparece el camino, no sé qué va a pasar», cantaba Enrique Morente en la última pista del álbum La leyenda del espacio de los granadinos Los Planetas. La canción tiene un título inspirador: Tendrá que haber un camino. Y, en tiempos en los que parece más fácil poner barricadas que tender puentes, que existan vías para hacerlo es el primer paso para avanzar. Pablo Blázquez, editor de Ethic, introducía con esta referencia musical el séptimo encuentro de Vidrios y barras, coorganizado por Ecovidrio y la publicación en el local madrileño de El Huerto de Lucas. Con esta iniciativa –que busca construir un foro de debate distendido para hablar de sostenibilidad con una cerveza en la mano– reunió a más de medio centenar de personas para desentrañar las claves del Green Deal, el pacto verde europeo que quiere reconciliar la economía con el planeta para garantizar un futuro más inclusivo, justo y mejor.

Descarbonizar la economía, hacer una transición ecológica justa que no sea pagada solamente por aquellos más vulnerables –los más expuestos, además, a los efectos del cambio climático– o dar la vuelta al sistema capitalista de crecimiento desmedido son algunas de las piedras que se encuentran en el largo camino que el ser humano tendrá que recorrer en las próximas décadas. El tiempo juega en contra y el entorno, además, se vuelve más complicado por momentos: mientras la Antártida supera el umbral de los veinte grados y bate uno tras otros los récords de temperatura, más de un millón de especies se encuentran al borde de la extinción y los recursos se agotan mientras la brecha social entre ricos y pobres no para de crecer.

Juan González Mellizo: «El Green Deal representa los valores de Europa, a la cabeza en temas medioambientales y de derechos humanos»

Leyendo noticias como esas, es difícil ser optimista. «El apocalipsis hay que verlo de otra manera: hemos sido parte del problema y ahora tenemos que ser el todo de la solución», abogaba Federico Buyolo, director adjunto del gabinete del ministro de Educación y FP. Aunque él mismo recordaba que el panorama es complejo –por ejemplo, el Boletín de Científicos Atómicos afirma que la especie humana ahora tiene la capacidad de autodestruirse en cien segundos cuando en 1970 hubiese tardado más de tres horas en hacerlo–, también recalcaba los pasos dados en los últimos años en materia de cambio climático y desarrollo sostenible. «No estamos en un punto de no retorno, sino en un momento para coger impulso», subrayaba.

Casi todos los países del globo han asumido ese mensaje y han mostrado, en mayor o menor medida, su compromiso medioambiental. La Unión Europea presentaba, poco antes de que acabara el año, el Pacto Verde, un ambicioso y complejo plan que atraviesa todas las áreas para garantizar que, en 2050, el Viejo Continente será neutro en emisiones. «El Green Deal representa los valores de Europa, que está a la cabeza en temas medioambientales y de derechos humanos. Con él se pretende poner medios para frenar un problema urgente y el deseo es que estas acciones se extiendan también a nivel global», explicaba Juan González Mellizo, representante de la Comisión Europea en España. Para eso, según remarcó el experto, en marzo se presentará una Ley Climática Europea en la que el compromiso político se traducirá en un ordenamiento jurídico que obligará de manera legal a cumplir los objetivos de descarbonización, algo que servirá también como incentivo de inversión a las empresas más escépticas con la voluntad real de reducir las emisiones.

vidrios y barras green deal

Si más del 90% de los europeos ve el cambio climático como una amenaza real, la ambición con la que fue presentado el Green Deal responde a una demanda creciente de los ciudadanos y de la sociedad civil, que lleva décadas reclamando medidas efectivas para frenar el calentamiento global. «El Pacto Verde es una medida de guerra que nos permite ganar tiempo y nos da espacio para actuar en estos diez años, pero no permitirá resetear el sistema por sí mismo. Hacerlo es crucial y, para ello, debemos mirar a largo plazo», pedía Miriam Zaitegui, experta en políticas ambientales de Ecodes.

Alianzas y liderazgo: cómo darle la vuelta al sistema

Entre esas soluciones a largo plazo, se ha planteado en múltiples ocasiones la posibilidad de implementar un capitalismo verde que combine la filosofía económica con el desarrollo sostenible. «No podemos confiar en que eso suceda. Debemos aprovechar la reflexión sobre el cambio climático para ser creativos e inclusivos y repensar el modelo de fondo es decir, dejar de creer que el planeta no tiene límites», reflexionaba Zaitegui.

Miriam Zaitegui: «Debemos dejar de creer que el planeta no tiene límites»

Buyolo también se mostraba crítico con esa alternativa. «Nos vendieron que crecer siempre era mejor. Y es cierto que el PIB se ha multiplicado en los últimos cuarenta años, pero también hay una desigualdad mayor. No quiero caer en el tópico de que hay que decrecer, pero no puede haber un crecimiento en el que mi beneficio sea la deuda del otro», remarcaba. Y añadía: «Al pacto verde le falta esa visión de cómo el sistema va a funcionar. No podemos pensar en actuaciones con grandes eslóganes o misiones grandilocuentes, la solución no va a venir de un cambio global que caiga sobre el resto, sino al contrario, de las redes de acción».

«Hay que cambiar completamente el modelo y nos damos cuenta de que tenemos tecnología, pero no tenemos tanto tiempo. Tenemos tres décadas para involucrar a todos los sectores de la sociedad, pero el modo de hacer las cosas no es tan evidente: no basta con poner objetivos de reciclaje o de renovación de edificios, sino que es necesario escuchar opciones para hallar el mejor modo de hacerlo», apuntaba González Mellizo, que también destacó el compromiso europeo con medidas para implementar la economía circular, apostar por la movilidad eléctrica o los edificios más eficientes energéticamente o reducir el uso de plásticos de un solo uso, por ejemplo.

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«El objetivo es claro y complejo: que de aquí a 2050 seamos climáticamente neutros. Por suerte, no empezamos de cero ni en Europa ni en España, que ya han comenzado a hacer transformaciones profundas», insistía el experto, que destacaba el papel que juega nuestro país como líder europeo en materia climática, sobre todo en los últimos meses, desde que se aprobó del borrador del Plan Nacional de Energía y Clima –considerado uno de los más completos de la UE y el único que pasó, raspado, su filtro– o la organización exprés de la COP25. Buyolo añadía: «Europa puede volver a liderar una visión distinta de desarrollo a los que nos habían vendido que crecer siempre era mejor. Ahora tenemos que empoderarnos, convertir el carro de la compra en un carro de combate, porque la sociedad no es algo que está fuera, sino que la construimos nosotros».

«Afortunadamente, estamos viendo nuevas formas de economía y buenas prácticas que empoderan al ciudadano y le dan mayor capacidad de reacción. Están cambiando las cosas. La presión a las empresas es tal que ya aceptan que tienen que ganar menos para ser mejores, aunque solamente sea para no quedarse fuera de juego, y era algo que hace unos años no pasaba», valoraba por su parte Zaitegui.

Pensamiento humanista para garantizar un futuro verde

Sin embargo, el debate que subyace va más allá de una serie de medidas concretas para liderar el mayor reto al que nos enfrentamos como especie. A nivel antropológico, nos exige mirar más allá de nuestro futuro como individuos y pensar qué mundo dejaremos cuando nuestro paso por él haya terminado.

Federico Buyolo: «No estamos en un punto de no retorno, sino en un momento para coger impulso»

«No es solamente resolver el problema económico o social, sino hacer una reflexión profunda de qué es lo que nos ha llevado hasta aquí. No han sido los combustibles fósiles o la Revolución Industrial, sino una forma de pensar. Las investigaciones de Eunice Foote en el siglo XIX ya apuntaban al efecto del CO2 en el clima, y las investigaciones de Humboldt también, pero la visión finita de nuestra existencia nos impide ver a largo plazo», reflexionaba Zaitegui.

En ese viaje, la filosofía y las humanidades juegan un papel fundamental para dirigir nuestros próximos pasos. «Tratamos el futuro como una colonia, como una tierra a conquistar. Todo lo contrario: pertenece a nuestros descendientes, no a nosotros», subrayaba la experta, que recordaba cómo en países como Suecia ya se han puesto en marcha y han creado un Ministerio del Futuro que, en un tiempo en el que lo urgente se impone a lo importante, analice y aborde con calma los retos del mañana.

vidrios y barras

«Que necesitemos un nuevo contrato social global significa que debemos transformar el mundo en el que vivimos, entendiendo que estamos en un planeta finito en el que debe haber justicia social. Como dice Daniel Innerarity, no podemos pasar del individualismo egoísta a la estupidez colectiva», reflexionaba Buyolo. Y, como todo camino –exista o tenga que abrirse paso entre la maleza–, el cambio empieza con un pequeño paso: «Tienen que cambiar los discursos para que luego cambien las acciones. Todo se ha globalizado en el mundo, fundamentalmente lo malo, como la desigualdad o la corrupción, pero no la ciudadanía: no existe una ciudadanía global, tenemos que construirla».

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