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En un sistema en el que las exigencias profesionales evolucionan a una velocidad de vértigo, la búsqueda de la satisfacción en el trabajo se ha situado en el centro de gravedad de las relaciones laborales.

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31
mayo
2013

 

 

En un sistema en el que las exigencias profesionales evolucionan a una velocidad de vértigo, la búsqueda de la satisfacción en el trabajo se ha situado en el centro de gravedad de las relaciones laborales. Analizamos las claves para el bienestar en el trabajo en el siglo XXI.

Cuatro décadas de nuestra vida. Once meses de cada año. Cinco días a la semana. Ocho horas al día. Nos pasamos un tercio de nuestra vida trabajando, de ahí que nadie dude que nuestra realización personal y nuestra felicidad estén estrechamente conectadas con la grado de satisfacción laboral de cada individuo.

¿Qué nos hace felices en el trabajo? Tradicionalmente se ha hablado de la vocación y del sueldo como ejes de ese bienestar laboral. Sin embargo, en un contexto de profundas transformaciones socioeconómicas, la variable del salario ha empezado a perder protagonismo. Para un 96% de los trabajadores españoles no es el sueldo lo primero ni lo único que les aporta satisfacción en su lugar de trabajo. Es más, en la actualidad, el 64% de los españoles aseguran estar dispuestos a sacrificar retribución económica por bienestar laboral, según un estudio de Adecco para el que se entrevistaron a a 1.800 trabajadores de toda España.

«Hablar de felicidad es utópico. Yo prefiero hablar de alegría en vez de felicidad, que es algo más al alcance de cualquiera», matiza el filósofo Fernando Savater. Si proyectamos esta visión al terreno laboral detectamos algunas claves: buen ambiente y compañerismo, desarrollo de habilidades profesionales, realización, retos estimulantes o gestión correcta de la situaciones que pueden desembocar en estrés.

El entorno nos puede favorecer más o menos, pero nuestra actitud al afrontar el trabajo es absolutamente determinante.

El entorno nos puede favorecer más o menos, pero nuestra actitud al afrontar el trabajo es absolutamente determinante.

El estudio de Adecco refleja que el ambiente laboral, la estabilidad y seguridad y la realización personal son los factores que más condicionan. Le siguen el desarrollo de las habilidades personales, el salario y un buen horario. Éste último -el horario- siempre está entre las condiciones más importantes para ser feliz en el trabajo un país como España, con largas jornadas laborales y una cultura presencial muy arraigada que, sin embargo, no tienen un impacto en los índices de productividad.

Pero, ¿cómo podemos alcanzar este equilibrio entre las exigencias  laborales y las satisfacción personal? Según los expertos consultados, hay mucho de actitud. «En la base de esta corriente de pensamiento está el individuo. Para cada uno de nosotros debería ser un reto tratar de poner ilusión en lo que hacemos cotidianamente», plantea Ignacio Álvarez de Món, director del Área Académica de Recursos Humanos del Instituto de Empresa.

«El entorno nos puede favorecer más o menos, pero nuestra actitud al afrontar el trabajo es absolutamente determinante. Las circunstancias tienen poco peso en relación con nuestra forma de interpretarlas», apunta Belén Varela, presidenta de la Asociación Española de Dirección y Desarrollo de Personas (Aedipe) y directora de RH Positivo, una organización dedicada a gestionar el optimismo en las organizaciones.

A su juicio, la mejor manera de mantener la ilusión y una actitud positiva es marcarse retos, pequeños objetivos que supongan un desafío e impliquen un poco de esfuerzo. «La función en sí misma puede y debe ser gratificante. Muchos estudios muestran que el esfuerzo es una fuente de satisfacción importante y que cierto grado de incertidumbre es positivo a la hora de abordar retos. Con los desafíos generamos endorfinas que nos permiten disfrutar del esfuerzo; pero hay que convertirlas en oportunidades en un entorno desafiante que nos obligue a aprender, a esforzarnos, a superarnos». Varela añade un matiz clave: un desafío no es una amenaza. «Las amenazas nos paralizan, los desafíos nos provocan».

Esta teoría la defiende también el divulgador científico Eduardo Punset. «El miedo ahuyenta las posibilidades de ser feliz. Un poco de ansiedad, soledad,  tristeza también son buenas. Se trata de emociones negativas que en una cantidad mínima y adecuada, si sabemos gestionarlas, contribuyen a la ausencia del miedo, porque te permiten calibrar los peligros que te acechan», explica a Ethic.

Una nueva cultura

Pero no todo depende de los individuos. La cultura empresarial juega un papel decisivo en la satisfacción de sus equipos. «El gran reto del siglo XXI es humanizar la gestión de las organizaciones, ya que la satisfacción y el bienestar de los trabajadores son la base de un negocio productivo, sostenible y ético», afirma el psicólogo Alberto Zuazua, autor de la obra La felicidad sostenible.

Uno de los primeros pasos es buscar a las personas adecuadas para desarrollar cada tarea. «Cuando trabajas con gente que hace lo que le gusta y se le da bien, y les das autonomía para hacer su trabajo y asumir la responsabilidad por sus resultados, productividad y bienestar pueden ser compatibles», añade.

Una conclusión a la que se ha llegado hace tiempo a través de diferentes estudios con base empírica es que la satisfacción del empleado está vinculada a la productividad de una compañía. La Universidad Mid de Suecia ha dado un paso más y ha trazado una ecuación que refleja cómo la satisfacción de los empleados incide es su buena salud, lo que mejora los ratios de productividad. Esta conclusión, según nos explica la autora del estudio, Ingela Bäckström, no hace solo referencia al absentismo laboral, sino que también contempla el progreso positivo en la salud de los empleados. «Hemos comprobado que aumenta la motivación y el compromiso, la capacidad para actuar, la presencia en el trabajo con una buena salud (física y mental) y, por tanto, el bienestar laboral y personal. El compromiso e implicación de los directivos es lo que marca la diferencia a la hora de alcanzar este objetivo».

Para que realmente se produzca esa transformación en la cultura de una organización son necesarios «líderes emocionalmente inteligentes, capaces de empatizar con las personas que le rodean, estableciendo relaciones basadas en el respeto y la aceptación, y que podrán reconocer las emociones del grupo, gestionarlas y dirigirlas».

El filósofo José Antonio Marina siempre dice que «una empresa es una concentración de talento». Si ese talento es bien gestionado, si una empresa cuida su capital intelectual y se preocupa por la satisfacción laboral de sus empleados, está trabajando otra dimensión relevante en una compañía sostenible y con una cultura del largo plazo: la atracción y retención del talento.

¿Qué es una organización optimista? «Son aquellas que combinan y maximizan estados emocionales positivos, como autoeficacia (percepción de uno mismo sobre su competencia para ejecutar una tarea determinada), esperanza (energía y plan de acción para conseguir los objetivos), optimismo y resiliencia (capacidad para superar y crecer tras la adversidad)», explica Santiago Vázquez, autor de La felicidad en el trabajo… y en la vida. Este autor lo tiene claro: si la actitud de una empresa es optimista, la de las personas que trabajan allí también lo será.

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