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Educación

La deuda pendiente de la educación

«La escuela ha cambiado mi vida porque ahora puedo hablar contigo. Según nuestra cultura, una niña no debe hablar en público. No puede expresarse ni compartir lo que siente. Pero ahora sí puedo expresarme e incluso contarte cosas muy personales. Quiero ser periodista». Es el testimonio de Najila Luka, una joven refugiada sudanesa.

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Paula Casado - JRS - Entrecultura
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10
octubre
2025

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Paula Casado - JRS - Entrecultura

«La escuela ha cambiado mi vida porque ahora puedo hablar contigo. Según nuestra cultura, una niña no debe hablar en público. No puede expresarse ni compartir lo que siente. Pero ahora sí puedo expresarme e incluso contarte cosas muy personales. Quiero ser periodista».

Así nos lo contó Najila Luka, una joven refugiada sudanesa, estudiante en una de las escuelas de JRS Kenia  en el campo de personas refugiadas de Kakuma. Su voz resuena con el pensamiento de Amartya Sen: el desarrollo humano no se mide en cifras de crecimiento económico, sino en las libertades conquistadas.

Como Najila, millones de niños, niñas, jóvenes y personas adultas encuentran en la educación aprendizajes, conocimientos, identidad y la libertad para expresarse, aspirar a cumplir sus sueños y determinar su futuro.

Pero hoy, el derecho a la educación está en peligro. Como muestra el nuevo informe de Entreculturas, Lo prometido es deuda, las políticas educativas a nivel global avanzan de forma lenta y desigual, amenazando el futuro de niños, niñas, adolescentes y personas adultas. En otras palabras, de todas y todos. Es evidente que las promesas y compromisos globales con la educación se han quedado en el papel.

Las políticas educativas a nivel global avanzan de forma lenta y desigual

En el informe recordamos uno de los hitos y compromisos más ambiciosos de la última década: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En 2015, entre los 17 objetivos planteados, 193 Estados se comprometieron —a través del ODS 4 de la Agenda 2030— a garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad para todas las personas a lo largo de la vida.

Ha habido avances. Hoy, la educación primaria es casi universal y en muchos países de ingresos medios y altos existe paridad entre niñas y niños que asisten a la escuela. Sin embargo, las condiciones estructurales que enmarcan las políticas educativas modernas y distintos indicadores de avance ensombrecen estos logros.

Desde 2015, la cifra de personas sin escolarizar se ha reducido apenas un 1%. En 2024, más de 750 millones de personas seguían siendo analfabetas, dos tercios de ellas mujeres. Y persiste una inmensa brecha entre estudiantes ricos y empobrecidos: por cada 100 jóvenes ricos que terminan la secundaria, solo 11 de los más empobrecidos lo logran.

Desde 2015, la cifra de personas sin escolarizar se ha reducido apenas un 1%

Además, en la era de la inteligencia artificial y sus excesivas demandas de energía y agua, millones de estudiantes aprenden en aulas sin agua, electricidad ni conexión. Mientras en los países ricos más del 90% de las escuelas cuentan con acceso a internet y electricidad, en los empobrecidos menos de la mitad dispone de electricidad y apenas un 26% tiene acceso a internet.

Otra verdad innegable es que la enorme e injusta deuda externa impide la inversión en educación. En los países empobrecidos, el peso de la deuda externa limita casi por completo esa inversión: en Angola, por ejemplo, se destina 16 veces más al pago de la deuda que a la educación.

Los huecos en la financiación de la educación no son solo nacionales. A nivel internacional, los recortes a la ayuda internacional no solo afectarán severamente el acceso a la educación de los y las más vulnerables, sino que además suponen retrocesos en acceso a servicios básicos, como la sanidad, entre otros. Pese a esta realidad, la narrativa que impulsa el aumento de presupuestos destinados a la militarización y la seguridad ganan cada vez más aceptación.

Se estima que el mundo necesita 44 millones de docentes. El personal docente escasea, y quienes con vocación y esperanza emprenden este camino a menudo encuentran que su valioso trabajo no es reconocido con un salario digno. Sin docentes no hay educación, y sin educación no hay futuro.

En España, septiembre significa volver a madrugar, no perder el bus de la mañana, regresar a las aulas y a los incómodos pupitres. Pero tanto en este país como en el resto del mundo sigue pendiente una deuda con el derecho a la educación. Septiembre debería, también, llevarnos a reflexionar sobre el estado de la educación en España, donde uno de cada tres niños y niñas vive en riesgo de pobreza o exclusión social, una realidad que condiciona profundamente su acceso a la educación y limita sus oportunidades futuras. El Estado español no ha tomado medidas suficientes para cerrar estas brechas. Por ejemplo, solo destina el 0,21% del PIB a becas y ayudas al estudio, la mitad de la media europea, lo que deja a miles de estudiantes en clara desventaja.

Este panorama global muestra que el derecho a la educación y los compromisos del ODS 4 no se están cumpliendo, y la infancia desprotegida, así como las personas adultas en situación de vulnerabilidad, pagan el precio.

La educación es un derecho humano necesario y exigible, un bien público global y una causa urgente. Como nos recuerda la campaña La Silla Roja, sin educación no hay futuro, y es momento de avanzar, no de retroceder. Los Estados deben tomar medidas urgentes y reorientar sus esfuerzos para garantizar la educación y el futuro de todas y todos.

A cinco años de 2030, denunciamos que lo prometido es deuda.


Nicole Navarro López es técnica de Incidencia Política en la ONG Entreculturas

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