Internacional

¿Necesita Europa su propio ejército?

En 2014, la anexión rusa de Crimea hizo reaccionar a Europa ante un escenario geopolítico que empezaba a cambiar y a insinuar su vulnerabilidad en temas de seguridad. Ahora, la guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto su dependencia de Estados Unidos para la defensa. Una realidad que ha vuelto a abrir el debate sobre la necesidad –o no- de desarrollar un ejército europeo.

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29
julio
2024

La amenaza rusa se extiende más allá de las fronteras ucranianas. Las intimidaciones de Putin sobre represalias a los que ayuden a Ucrania o sobre el uso de armas nucleares han hecho reaccionar a una Europa vulnerable en temas de seguridad. Pero, sobre todo, ha unido a los Estados miembro (la mayoría, al menos) en la búsqueda de consensos y soluciones para actuar como un bloque y defenderse frente a la Rusia de Putin. Y ante todo lo que venga después.

En este tiempo, no se pueden negar las importantes medidas que ha tomado en el ámbito de la defensa: Alemania ha dado un giro de 180 grados en su política de defensa, asignando 100.000 millones de euros de gasto adicional para defender a Ucrania nada más comenzar la invasión rusa y, recientemente, ha solicitado que la cuota del país en gasto militar sea del 3% del PIB, que se recupere la mili obligatoria y que se modernice su Ejército; Dinamarca, que tenía una política de exclusión voluntaria en esta materia, se ha sumado a la Agencia Europea de Defensa; Finlandia, primero, y Suecia, después, ya son miembros de la OTAN; el Fondo Europeo de Apoyo a la Paz ha destinado hasta la fecha 3.600 millones de euros en distintos paquetes de ayuda a Ucrania.

Vivimos una era de amenazas complejas para la seguridad. Un momento de cambio geopolítico decisivo que demuestra que las normas e instituciones por las que nos regíamos desde la Segunda Guerra Mundial –basadas en la paz y la cooperación– ya no funcionan. Pero, ante todo, que expone la vulnerabilidad de los 27. «Europa es vulnerable respecto a Rusia en energía, respecto a China en industria, y somos dependientes de Estados Unidos en seguridad y tecnología», apunta José María de Areilza, secretario general de Aspen Institute España y director de la revista Política Exterior. 

Estados Unidos ha salido cuatro veces en defensa de Europa: dos guerras mundiales, las guerras de los Balcanes y ahora ayudando a Ucrania contra Rusia. «Europa tiene que adaptarse a un mundo para el que no está preparada, que es el de la seguridad», añade De Areilza. «Nos adentramos en una era geopolítica en la que la seguridad es la principal demanda, entendida, además, desde visiones nacionales o, como mucho, regionales». «Tenemos que empezar a ver el mundo bajo el prisma de la seguridad», continúa, y prepararnos y equiparnos para situaciones de defensa propias del siglo XXI, más «ahora que la prioridad de Estados Unidos no es Europa, sino China».

El gasto total europeo en defensa alcanzó un máximo de 214.000 millones de euros en 2021

Ante esta situación, se ha vuelto a abrir el debate de si Europa necesita formar un ejército propio. «La Unión Europea ya no puede depender de Estados Unidos para que garantice su seguridad ante crisis severas como la invasión de Ucrania y [además] debe superar el tabú de que la seguridad y la defensa son competencias nacionales», explica De Areilza; porque «en el mundo de hoy solo tiene sentido ejercerlas a escala europea».

Un punto de vista que comparte Jorge Dezcallar, embajador español y el primer director civil del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), quien afirma que debemos desarrollar «una fuerza militar autónoma pero compatible con la de la OTAN, que es la que nos otorga la protección del paraguas nuclear norteamericano». Junto a Estados Unidos, los otros dos países de la Alianza Atlántica (como también es conocida la Organización del Tratado del Atlántico Norte) que cuentan con armamento nuclear son Francia y Reino Unido, aunque su capacidad disuasoria no sea comparable a la estadounidense.

Bajo el paraguas de la OTAN

El aumento de las tensiones geopolíticas en el mundo ha hecho que las potencias nucleares estén desarrollando planes de modernización de sus arsenales, según señalaba recientemente el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (Sipri) en su evaluación anual del estado de los armamentos, el desarme y la seguridad internacional. «Las armas nucleares no habían desempeñado un papel tan importante en las relaciones internacionales desde la Guerra Fría», afirmaba Wildred Wan, director del Programa de Armas de Destrucción Masiva de Sipri. Una situación preocupante, más si tenemos en cuenta que Rusia y Corea del Norte se encuentran entre los nueve países con armas nucleares, además de Israel, China, India y Pakistán.

Urge que Europa actúe como bloque y gane independencia, especialmente en temas de seguridad y defensa. «Lo que tenemos que hacer, como hacemos en el marco de la OTAN, es ser capaces de ser operables juntos; [es decir,] de ser interoperables, de poder desplegarnos y disuadir juntos», opina José Ignacio Torreblanca, politólogo y director de European Council on Foreign Relations (ECFR) de Madrid. Para lo cual «no ser un ejército único no tiene por qué suponer un impedimento». «En la OTAN hay un mando integrado de tal manera que una unidad alemana puede ser mandada por un general estadounidense. [De esta forma] la OTAN ha funcionado y cumplido su función disuasoria de forma eficaz».

Efectivamente, la piedra angular de la defensa de Europa es la OTAN; una alianza entre Europa y Norteamérica donde, además de la mayoría de los países europeos, también son miembros Canadá, Estados Unidos y Turquía. Su funcionamiento se basa en el «principio de defensa colectiva», que significa que todos sus miembros defenderán a aquel que haya sido atacado (algo que en la práctica solo se ha llevado a cabo a raíz de los ataques terroristas del 11-S de 2001 en suelo estadounidense). Pero dicho principio no implica que exista un ejército de la OTAN, que, de hecho, no existe; con lo que esta defensa a la que se hace referencia es una cuestión de soberanía nacional y los soldados pertenecen a los ejércitos de los distintos estados miembros.

De aquí deriva una de las principales quejas de Donald Trump respecto a la organización: la desproporción de inversión para la defensa colectiva. El objetivo del Tratado es que cada país aporte el 2% de su PIB, algo que, históricamente, muy pocos hacían pero que en los últimos años, debido a la guerra de Ucrania, ha cambiado: en 2024, 18 países llegaron a ese 2% (15 más que en 2014, cuando Rusia se anexionó Crimea). Además, en 2023, los aliados europeos y Canadá aumentaron un 11% su gasto en defensa en comparación al año anterior, según recoge el último Informe Anual de la OTAN (2023).

El 93% de los ciudadanos de la UE está de acuerdo con que los países actúen juntos para defender el territorio europeo

También la Unión Europea ha aumentado su gasto en defensa durante este periodo. Los datos publicados por la Agencia Europea de Defensa a finales de 2022, apuntan que el gasto total europeo alcanzó un máximo de 214.000 millones de euros en 2021, un 6% más que en 2020, lo que supone el séptimo año consecutivo de crecimiento (la anexión de Crimea fue un aviso). Y en 2022, la Comisión comprometió 500 millones de euros para incentivar la adquisición común de equipos de defensa entre los Estados miembros. No solo eso, sino que el gasto en equipos e investigación y desarrollo ha aumentado un 16% hasta alcanzar la cifra récord de 52.000 millones de euros.

Una voz común

«No se trata de gastar más, sino de gastar mejor», matiza Dezcallar. «[Debemos] favorecer nuestra industria de defensa, comprar producto europeo, buscar economías de escala, interoperabilidad»; algo que no podremos conseguir hasta que no tengamos «una política común de exterior y defensa. Sin ella, todo lo demás no es posible».

La propia Unión Europea sabe bien que necesita fortalecer este aspecto. No en balde, en la Conferencia sobre el Futuro de Europa que tuvo lugar en 2022, proponía que la UE mejore su capacidad para tomar decisiones rápidas y efectivas, en particular en la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), hablando con una sola voz y actuando como un actor verdaderamente global. Ese es, precisamente, uno de los aspectos en los que hace hincapié el diplomático español: «Europa debe ser capaz de hablar con una sola voz en política exterior» y tener «la capacidad de defender sus posturas, intereses y valores con la fuerza de las armas, si llegara el caso». «Solo así seremos tomados en cuenta en el juego de las grandes potencias [e] influiremos en cuestiones que nos afectan».

La creación de un cuerpo de defensa común requiere la decisión unánime del Consejo, algo difícil en una Europa cada vez más diversa y compleja. Desde el punto de vista práctico, la mejor solución, como señala Torreblanca, pasa por enfocarnos en «ser interoperables, tener las mismas doctrinas, entrenamientos comunes, material y armamento común» para poder hacer frente de la manera más efectiva posible a las amenazas.

Por eso, «hay que concienciar a los votantes de que la mentalidad pacifista tan extendida es muy peligrosa», opina De Areilza. En este sentido, los europeos estamos cambiando: la gran mayoría de los ciudadanos de la Unión Europea (81%) está a favor de una política común de defensa y seguridad, con un respaldo de al menos dos tercios en cada país, según datos de 2022 publicados por el Eurobarómetro. No solo eso, sino que un 93% está de acuerdo con que los países actúen juntos para defender el territorio europeo y un 85% piensa que la cooperación en materia de defensa debe incrementarse a nivel de la UE.

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