El origen de la universidad
La universidad es, a día de hoy, la institución educativa por antonomasia. Pero este pilar del conocimiento que facilita nuestra evolución surgió en la Edad Media, período que aún consideramos trágico para la civilización occidental.
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La Edad Media es un período histórico que hemos acostumbrado a considerar oscuro, dominado por la pobreza, la superstición, el hambre y la violencia irracional. Es cierto que no debió ser una buena época para vivir, pero no lo es menos que esa imagen preconcebida ha restado importancia a los numerosos avances que se produjeron durante aquellos mil años. Uno de los avances que se produjeron durante la Edad Media ha tenido, desde entonces, gran importancia en el progreso de la sociedad global. Hablamos del origen de la universidad.
Entre mediados del siglo XII e inicios del siglo XIII, en Europa comenzaron a aparecer las primeras universidades. Un tipo de institución educativa absolutamente novedosa en aquella época y que, a día de hoy, entendemos como imprescindible en el desarrollo. El nombre universidad proviene del latín universitas (todo), dejando claro la intención de proveer desde ella el conocimiento total.
El sistema sociocultural, que incluía el educativo, había colapsado en Europa tras la caída del Imperio Romano y la invasión de los pueblos germanos, quedando como único reducto pedagógico la Iglesia Católica. En ese ámbito surgieron las escuelas catedralicias y monásticas, que pueden ser consideradas las precursoras de la universidad.
Las escuelas catedralicias y monásticas pueden ser consideradas como precursoras de las universidades
La principal función de dichas escuelas era la de formar a los clérigos en teología, filosofía y derecho canónico. A pesar de ese inicio reservado a los miembros de la Iglesia, con el transcurso de los años fueron ampliando su oferta educativa a personas laicas interesadas en el conocimiento, e implantaron lo que sería conocido como «método escolástico». Este método sentaría las bases del pensamiento crítico que fue el germen de las universidades, y consistía en el debate alrededor de los pros y contras de un problema determinado.
Si bien no hay acuerdo, entre los estudiosos, respecto a cuál fue la primera universidad fundada en Europa, la primera que utilizó el término para su institución educativa fue la de Bolonia (Italia). Instaurada por el emperador Federico I Barbarroja en 1088, comenzó a funcionar otorgando especial protección a las escuelas de derecho que había en la ciudad. Este carácter específico con que nació hace que muchos historiadores adjudiquen el primer puesto a la Universidad de la Sorbona (París), fundada en 1150 y que desarrolló el modelo bajo el que funcionarían todas las creadas con posterioridad. La Sorbona se dividía en diferentes facultades que daban cabida a los distintos campos del conocimiento.
Lo cierto es que tanto en la de Bolonia como la de la Sorbona estaban constituidas por asociaciones de docentes y estudiantes. Ambos grupos decidían conjuntamente todas las cuestiones relevantes, desde las académicas hasta las puramente administrativas. Algo que, a pesar del funcionamiento no restrictivo de las universidades, ha cambiado en la actualidad.
El siglo XIII vería la proliferación de las universidades por toda Europa. Entre 1160 y 1190 se ubica la fundación de la de Oxford y en 1209 la de Cambridge, ambas en Inglaterra. Vicenza (1204), Padua (1222) y Nápoles (1224), en Italia, Palencia (1212) y Salamanca (1218), en España, Montpellier (1220) y Toulouse (1229), en Francia, Praga (República Checa) y Cracovia (Polonia) en 1364, y Colonia (1388) en Alemania cumplimentaron la instauración definitiva de un modelo educativo ya imprescindible.
Aquellas primeras universidades tenían por objetivo conducir al estudiante a la sabiduría. Para ello, antes de orientarse hacia una especialización, este debía superar al menos cinco años de aprendizaje de las llamadas «artes liberales», divididas en dos conjuntos de disciplinas: el trivium y el quadrivium.
El trivium estaba compuesto por la dialéctica, la gramática y la retórica, mientras que el quadrivium lo cumplimentaban la aritmética, la geometría, la música y la astronomía. El alumno que superaba el trivium obtenía el título de Baccalaureus (o bachiller), y finalizado el quadrivium se le otorgaba el de Magister artium (o maestro). A partir de ahí, los alumnos podían elegir el acceso a uno de los considerados estudios superiores: filosofía, teología, derecho y medicina, que tenían una duración de al menos ocho años cada uno.
La filosofía, la teología, el derecho y la medicina eran considerados los estudios superiores
Los métodos de enseñanza empleados en aquellas primeras universidades eran básicamente dos: lectio, en que un maestro o un alumno aventajado leían y comentaban una obra básica de la materia seleccionada, y disputatio, en que, bajo la dirección del maestro, los estudiantes compartían sus argumentos acerca de un problema previamente planteado.
Este método, más allá de potenciar las asignaturas establecidas, facilitó que se multiplicaran los avances científicos y que Occidente se situase en la vanguardia científica en los siglos posteriores.
No obstante, antes de la Edad Media, otras instituciones educativas difundieron el conocimiento. En la Antigua Grecia, en el siglo IV a.C., la Academia de Platón y el Peripatos de Aristóteles enseñaban filosofía, matemáticas, zoología y botánica. La base clerical que supusieron, después, las escuelas catedralicias y monásticas, existía también en el México de la etapa prehispánica, que contaba con escuelas dirigidas exclusivamente por sacerdotes. En el mundo islámico, también la religión estuvo en el origen de la primera madrasa (escuela), la de Al-Karaounie, fundada en Fez (Marruecos) en el año 859.
Comprobar cómo la columna vertebral de nuestro aprendizaje moderno comienza a conformarse en la Edad Media nos permite mirar aquella época con menor recelo y otorgarle la justicia que merece no solo en este importante avance, sino en muchos otros que se dieron durante el tiempo que duró.
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