TENDENCIAS
Contaminación

Reconciliarnos con la tecnología: una forma de cuidar el planeta

El cambio real pasa por alargar la vida útil de los productos tecnológicos, exigir el derecho a reparar, y apostar por modelos de consumo más inteligentes, como el reacondicionado.

Artículo

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
02
julio
2025

Artículo

En un contexto de crisis climática, agotamiento de recursos y aumento de residuos, hablar de sostenibilidad ya no es un gesto simbólico ni una tendencia. Es una necesidad urgente. Pero más allá de las campañas institucionales, necesitamos una transformación real, estructural y, sobre todo, cultural.

Porque si algo ha quedado claro es que no basta con cambiar bombillas o separar los residuos. Debemos cuestionar profundamente la forma en que consumimos. Y eso incluye a la tecnología, una de las industrias más contaminantes del mundo y, paradójicamente, una de las menos cuestionadas por los consumidores.

Nos preocupa la deforestación, el plástico en los océanos, el calentamiento global, y sin embargo, seguimos cambiando de móvil casi con la misma frecuencia con la que actualizamos nuestras redes sociales. La industria tecnológica se ha convertido en uno de los motores silenciosos de la crisis ambiental. Y es silenciosa porque hemos normalizado la obsolescencia como parte de nuestra vida cotidiana.

El dato es demoledor: en 2022 se desecharon más de 5.000 millones de smartphones en todo el mundo. Muchos de ellos, aún funcionales. Menos del 25% de los residuos tecnológicos se recicla correctamente. El resto termina en vertederos o simplemente en cajones olvidados. Lo que no vemos es que, detrás de cada dispositivo, hay una cadena de extracción de materias primas, emisiones de carbono y explotación laboral que rara vez aparece en los anuncios de las grandes marcas.

Alrededor del 80% de la huella de carbono de un smartphone se genera antes de que lo encendamos por primera vez

Los fabricantes han perfeccionado la estrategia de convencernos de que siempre necesitamos algo nuevo. Que una cámara con dos megapíxeles más o una pantalla un poco más brillante justifican desechar un dispositivo que aún funciona. Pero ¿cuánto progreso hay realmente detrás de estos saltos generacionales? ¿Cuánto hay de innovación y cuánto de estrategia comercial?

Esta lógica no solo es insostenible, sino profundamente injusta. Porque no todos pueden —ni deberían— estar obligados a seguir el ritmo de consumo que impone la industria. Y porque, además, el impacto ambiental de la producción de tecnología es brutal: alrededor del 80% de la huella de carbono de un smartphone se genera antes de que lo encendamos por primera vez. ¿El resultado? Una huella ecológica altísima por un producto que, en muchos casos, se desecha a los dos o tres años.

Hoy, hablar de sostenibilidad es hablar de responsabilidad. Y eso implica entender que no hay salida posible si seguimos alimentando la lógica de lo desechable. El cambio real pasa por alargar la vida útil de los productos, exigir el derecho a reparar, y apostar por modelos de consumo más inteligentes, como el reacondicionado.

El reacondicionado no es una solución de segunda. Es una alternativa de primera para quienes entienden que el progreso no pasa por producir más, sino por consumir mejor. Cada vez más personas lo entienden.

La buena noticia es que hay señales de cambio. En Europa, la nueva legislación sobre el «Derecho a Reparar» obligará a los fabricantes a facilitar piezas de repuesto y manuales técnicos, haciendo que reparar sea una opción viable y accesible. En Estados Unidos, más de 40 estados trabajan en normativas similares.

La presión social funciona. Lo demuestra el reciente iPhone 16, diseñado con una arquitectura modular que permite cambiar fácilmente la batería o la pantalla. No es un gesto altruista, es una respuesta a una demanda creciente de los consumidores. Porque cuando exigimos, las marcas escuchan. Y cambian.

Frente a la cultura del descarte, proponemos algo sencillo: recuperar la lógica. Cuestionar la necesidad del cambio constante. Apostar por lo duradero, por lo reparable, por lo que ya existe. Porque cuidar el planeta no empieza ni termina reciclando; empieza evitando que algo se convierta en residuo.

No se trata de renunciar a la tecnología. Se trata de reconciliarnos con ella. Usarla con responsabilidad. Exigir que esté al servicio de la sostenibilidad y no del consumo compulsivo. Si lo conseguimos, estaremos un paso más cerca de un futuro que realmente merezca la pena vivir.


Marta Castillo es head of Brand y Marketing de Back Market en España

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Cobalto rojo

Siddharth Kara

¿Es posible garantizar un suministro fiable de cobalto sin poner en juego la vulneración de derechos humanos?

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME