TENDENCIAS
Advertisement
Sociedad

Sexo con exparejas, ¿sí o no?

El peligro de volver a la cama con tu ex

Hay recaídas que no hacen ruido. Solo un «¿nos vemos?» contestado con un «vale». Y de pronto estás ahí otra vez, en esa cama que aún huele a pasado, intentando convencerte de que esto no es tan grave, que es solo sexo, que lo tienes controlado. Spoiler: no lo tienes.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
14
julio
2025

Hay recaídas que no hacen ruido. No hay borracheras dramáticas, ni mensajes en mayúsculas, ni portazos a las tres de la mañana. Solo un «¿nos vemos?» contestado con un «vale». Y de pronto estás ahí otra vez, en esa cama que aún huele a pasado, intentando convencerte de que esto no es tan grave, que es solo sexo, que lo tienes controlado. Spoiler: no lo tienes.

Volver a acostarte con tu ex después de una ruptura es como meterte de nuevo en una casa que ya ardió. Sabes que es peligroso, pero echas de menos el calor. Te dices que solo será una vez. Pero lo repites. Y cada vez te cuesta un poco más respirar. Porque no es solo tu cuerpo el que vuelve a esa cama. Vuelve la parte de ti que necesita gustarle, que necesita sentir que aún te elige, aunque sea a ratos, aunque ya no sea del todo.

Y ahí estás tú, fingiendo que no pasa nada, sonriendo como si no te importase, haciendo como que tienes la situación bajo control. Pero después de cada encuentro llega la resaca emocional. Esa que no se arregla con ibuprofeno. Te sientes usada, aunque nadie te haya obligado. Te sientes vacía, aunque os hayáis tocado como si el mundo se fuera a acabar. Y lo peor de todo: te das cuenta de que no te estás respetando. Porque en el fondo sabes que no querías solo sexo. Querías que volviera. Pero no lo dirás. Ni a él. Ni a ti.

Porque no se trata solo de deseo. Es dependencia emocional con disfraz de libertad. Te aferras a las migajas porque el hambre de cariño es real. Porque pensar en estar sola te da más miedo que volver a lo de siempre. Porque, en el fondo, sigues dependiendo de la validación de esa persona para sentir que vales algo. Y entonces empiezas a hacerte pequeña. A aguantarte las ganas de pedir más. A conformarte con lo que hay, aunque duela. Aunque te duela.

El problema no es que te acuestes con tu ex. El problema es por qué lo haces. Si lo haces desde un deseo libre, claro y sin ataduras, estupendo. Pero si lo haces porque no soportas el silencio, porque el vacío te da vértigo, porque sigues esperando que con el tiempo se dé cuenta de que aún te quiere… entonces no es deseo. Es miedo. Miedo a soltar. Miedo a que esta vez sí sea el final de verdad.

Y el cerebro no ayuda. Porque no entiende de dignidad. Entiende de refuerzo inmediato. De repetir lo que alivia. Aunque sea solo por un rato. Aunque el precio sea la culpa de después. Por eso repites el patrón. Porque durante unos minutos parece que todo está bien. Que todo sigue igual. Pero no. Ya no estáis juntos. Solo estás tú, mendigando un poco de atención. Jugando a que aún sois algo, cuando ya no sois nada.

Lo que más duele es la sensación de estar haciendo un papel que no te corresponde

Y eso es lo que más duele. No el sexo. No los mensajes. Sino esa sensación de estar haciendo un papel que no te corresponde. De estar cediendo terreno. De estar traicionando tu propio proceso de duelo. Porque mientras sigues acostándote con tu ex, no estás cerrando nada. Estás reabriendo la herida una y otra vez. Te alejas del cierre emocional que necesitas para reconstruirte.

En consulta lo veo mucho: mujeres que vuelven una y otra vez a esa cama, a ese chat, a ese domingo de sofá, como si el cuerpo pudiera compensar lo que el corazón ya no recibe. Se sienten usadas. Se sienten pequeñas. Pero no se atreven a cortar. Porque cortar de verdad implica asumir el vacío. Y eso da miedo. Porque la soledad, cuando no se ha aprendido a vivir con ella, parece el monstruo del armario.

Pero no es el monstruo. Es la puerta. Renunciar a ese vínculo es difícil, sí. Porque es cómodo, porque es familiar, porque durante años fue refugio. Pero seguir ahí te impide avanzar. Te impide conocerte sin él. Te impide construir nuevas rutinas, nuevos vínculos, una nueva narrativa. Sigues atada a un capítulo que ya terminó. Y lo peor es que cada vez que lo reabres, te cuesta más cerrarlo.

No se trata de odiarle. Ni de borrar lo que fuisteis. Se trata de dejar de engañarte. De reconocer que, si sigues en ese juego, es porque aún no te has permitido renunciar del todo. Porque no te atreves a decir «hasta aquí». Porque sigues esperando algo que ya no va a llegar. Y mientras tanto, te pierdes. Te fallas. Te alejas de ti.

Estar sola da miedo, sí. Pero estar acompañada por alguien que ya no te quiere como antes… también. Solo que lo has normalizado. Has aprendido a anestesiarte. A fingir que no pasa nada. Pero pasa. Pasa que tu autoestima se resiente. Que cada vez te cuesta más mirarte al espejo y reconocerte. Que cada vez necesitas más de él para sentirte «suficiente».

Y ahí está la trampa: en la falsa cercanía. En creer que un poco de contacto vale más que la distancia total. Pero no. Lo que te sana no es el reencuentro. Es la renuncia. Es cortar del todo. Es cerrar el grifo de atenciones a medias. Es permitirte el duelo. La incomodidad. El silencio.

Porque solo ahí, en ese vacío incómodo, empiezas a escucharte. A reconocerte. A dejar de necesitar que alguien te confirme que vales. Porque ya lo sabes. Porque ya te tienes.

Así que, si estás en ese bucle de «solo una vez más», párate un momento. Pregúntate: ¿esto me está haciendo bien? ¿O solo me alivia durante un rato para después dolerme el doble? ¿Estoy eligiendo desde el deseo o desde el miedo?

Y si la respuesta te duele… enhorabuena. Estás empezando a salir.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME