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«Nos falta mucho compromiso y acción para combatir el calentamiento global»

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Antonio Moreno
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01
febrero
2023

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Antonio Moreno

Josep Santacreu i Bonjoch (Guissona, 1958) es el actual consejero delegado de DKV. También es uno de los empresarios más activos por el medio ambiente en nuestro país: la compañía aseguradora acaba de publicar, bajo su coordinación, su ‘Índice de la salud de las ciudades 2022’. Santacreu es, además, autor de ‘¡Plántate!’ (Plataforma), un libro que supone una llamada a la acción contra el calentamiento global. Está cargada de denuncia, sí, pero también de soluciones.


Hay muchos índices para medir el nivel de desarrollo y bienestar de una ciudad. Pocas veces se han referido de forma tan exhaustiva a la salud en un sentido tan amplio como en el último elaborado por DKV, el Índice de la salud de las ciudades 2022. A la vista de las conclusiones, ¿cuál es su diagnóstico general sobre las ciudades de España? En caso de que no sea muy tranquilizador, ¿qué les recetaría?

Según hemos visto en esta segunda edición del índice, las ciudades españolas han mejorado ligeramente respecto al año pasado; estamos un poco más cerca de la consolidación de entornos más saludables. Hemos observado una mejora en los servicios de salud, los aspectos del entorno, las condiciones socioeconómicas y las redes comunitarias, que son aspectos que determinan la salud, lo que se ha traducido en una mejora general en las ciudades de dos puntos. Viendo estos datos, creo que podemos tener una visión relativamente optimista para el futuro. Si ya hemos mejorado estos dos puntos en un año, podemos seguir sumando e ir consolidando estos entornos como más saludables, algo que, sin duda, tiene consecuencias sobre la salud de todos. En cualquier caso, el principal objetivo de este índice es aportar información de calidad para ayudar a los decisores públicos y privados para seguir avanzando en la buena dirección y concienciar a todos de que hacerlo es muy necesario.

«El buen clima laboral también contribuye a nuestra salud de manera significativa»

Entre los 91 indicadores que estudian para este índice están los de tipo socioeconómico y laboral. En las grandes ciudades es donde son más patentes las brechas de desigualdad. ¿Qué papel juega esto a la hora de medir la salud de una urbe?

La realidad es que un mayor poder adquisitivo, apoyado en un mayor nivel educativo y unas políticas de soporte para la promoción social, facilita el acceso a un entorno y a unos hábitos de vida más saludables, lo que deriva en más recursos sanitarios y una población generalmente más sana. Analizar las condiciones laborales es un factor clave para el análisis de la salud de la ciudadanía. Se estudia la calidad y la seguridad del empleo en términos de estabilidad e incidencia de accidentes y enfermedades laborales porque impactan directamente en nuestra salud, tanto física como mental. El buen clima laboral también contribuye a nuestra salud de manera significativa.

El índice está elaborado con una perspectiva de género: ¿la salud de las ciudades también distingue entre hombres y mujeres? 

Según la OMS, el género define expectativas y funciones sociales que influyen de manera diferenciada en la afectación de la salud de las personas. En las ciudades españolas se aprecia que las mujeres presentan una mayor esperanza de vida con relación a la media de ambos sexos, y también destacan por sus hábitos de vida más saludables. Aun así, pese a esta ventaja en esperanza de vida, no debemos desatender los determinantes sociales y económicos: las mujeres experimentan mayor riesgo a la pobreza, a la soledad y a ser víctimas de maltrato, lo que aumenta su vulnerabilidad. Como señala la OMS, estos factores pueden conllevar a la consolidación de inequidades sanitarias.

La calidad del aire es un factor que incide de forma transversal en la salud de una ciudad y quienes la habitan. En la mayoría, especialmente en aquellas más grandes, siguen aumentando los niveles de contaminación año tras año. ¿Hacen falta medidas más contundentes para revertir esta tendencia?

Anualmente, la contaminación ambiental provoca siete millones de muertes en todo el mundo. Además, de promedio perdemos 2,9 años de vida en el mundo por la contaminación atmosférica, que viene directamente de las emisiones generadas por nosotros mismos. Es evidente que hacen falta medidas más contundentes para revertir estos datos y poder disfrutar de una calidad del aire óptima. Recordemos que la contaminación atmosférica está producida por el uso de combustibles fósiles que son, a su vez, los causantes del calentamiento global. La pérdida de salud humana y de la salud el planeta tiene el mismo origen.

La asistencia sanitaria, otro de los indicadores que evalúan, está de plena actualidad, en España en general y en la Comunidad de Madrid en particular. ¿Vivimos una etapa de crisis en la asistencia sanitaria? ¿Está en juego nuestra Sanidad Universal, una de las mejor valoradas del mundo?

Es cierto que con el índice vemos retos en términos de disposición de recursos hospitalarios, especialmente en disponibilidad de camas, servicios de ambulancia y equipos médicos tecnificados. Pese a esto, se observa también una mejora respecto a las cifras del año pasado. No creo que esté en peligro nuestro sistema sanitario, pero sí considero es necesario un replanteamiento de los recursos que se destinan para garantizar una atención de calidad.

«Las mujeres experimentan mayor riesgo a la pobreza, a la soledad y a ser víctimas de maltrato, lo que aumenta su vulnerabilidad»

Más allá del índice, y teniendo en cuenta que a finales de este siglo albergarán al 75% de la población mundial, ¿de qué manera cree que deberían evolucionar las ciudades para ser más sostenibles, habitables y centradas en el individuo?

Tenemos que renaturalizar las ciudades: incorporar más árboles y naturaleza para que ayuden a limpiar el aire y a regular las temperaturas. En cuanto a los edificios, por ejemplo, podríamos dejar de utilizar materiales altamente contaminantes y empezar a usar madera de bosques sostenibles, convirtiendo así una parte tan importante de las ciudades como las edificaciones en un captador de CO2. La recuperación de las ciudades es esencial para mejorar el estado de salud general.

En su libro hace una llamada a la acción contra el cambio climático. El título, ¡Plántate!, va entre exclamaciones, como si de alguna manera quisiera despertar a la sociedad de su letargo. Aunque la población está mucho más concienciada que antes, ¿estamos lejos de poner en práctica lo necesario para combatir el calentamiento global?

Mi opinión es que sí. Nos falta mucho compromiso y acción para combatir el calentamiento global. Este ha sido el objetivo principal a la hora de escribir y publicar mi libro: a partir del análisis de datos y de la reflexión, movilizar a todos los lectores a que tomen acciones. No hay tiempo que perder. Todos debemos actuar cuanto antes.

¿Cree que los claros síntomas de la subida media de las temperaturas pueden lograr que la ciudadanía reaccione de manera más contundente?

Es evidente que en los últimos años hemos tenido señales muy claras del incremento notable de las temperaturas. Esto, por supuesto, ayuda a tomar conciencia de la situación. Lo importante es que la ciudadanía no lo vea como una anécdota, un pico o una situación de ciclo, sino que entienda que, con los datos científicos que disponemos y las proyecciones más exigentes y ampliamente compartidas, el escenario al que vamos es dantesco si no tomamos medidas urgentemente.

«Es evidente que hacen falta medidas más contundentes para revertir estos datos y poder disfrutar de una calidad del aire óptima»

Las acciones individuales solo tendrán fuerza y serán eficaces si se generalizan y son, de alguna manera, coordinadas. ¿Cree que los sectores público y privado deberían hacer más para lograr ese cambio de hábitos –a la hora de consumir, movernos o reciclar– que supondrá un cambio de paradigma? 

Al final de mi libro, en el epílogo, propongo un paquete de medidas o recomendaciones a los ciudadanos para incorporar nuevos hábitos de vida que favorezcan esta urgente transformación que nuestra sociedad necesita: hemos de descarbonizar la economía y hemos de cambiar nuestros hábitos de consumo creados a lo largo de décadas. No obstante, también hay una recomendación a las empresas. Estas, y las organizaciones en general, tienen mucho que hacer. Tienen una labor muy importante, tanto internamente por ser emisores de CO2 y potenciales contaminantes o potenciales agentes de mejora, como también en su función hacia los clientes, hacia el mercado. Creo que es muy necesaria una muchísima mayor transparencia de las políticas corporativas y de su incidencia.

La ciudadanía tiene el poder necesario para forzar tanto políticas públicas como prácticas más sostenibles y responsables por parte de las empresas. ¿Estamos desperdiciando ese poder? ¿Hemos perdido la capacidad de activismo que sí tuvimos en décadas pasadas? 

En mi libro uso esa imagen de que el cambio empieza por uno mismo y que cada uno de nosotros debemos ser ejemplo de esta actitud frente al cambio climático y tomar medidas individuales para la descarbonización, pero es cierto que las medidas más efectivas que los ciudadanos podemos tomar son las que tienen que ver con la influencia en los lideres políticos y en nuestros gobernantes; el cambio regulatorio y las transformaciones promovidas por las diferentes administraciones pueden ser de gran ayuda. Ahí está, como buen ejemplo, la eliminación total de cualquier subsidio al uso de combustibles fósiles y los incentivos para el uso de energías de origen renovable. Creo que, si juntamos fuerzas y forzamos a nuestros representantes políticos a ir en esa dirección, es probablemente la medida que mayor impacto puede tener. Aparte de eso, también nos hemos de movilizar como sociedad, a través de entidades sociales y de nuestro entorno más inmediato, porque el tiempo corre muy deprisa y no tenemos margen para equivocarnos.

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