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Siglo XXI

La metamorfosis hacia el homo militaris europeo

Sociedades que habían aprendido a pensar el futuro en términos de crecimiento, tecnología y derechos se han visto de pronto imaginando escenarios de guerra, racionamiento y supervivencia.

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22
septiembre
2025

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En febrero de 2022 algo extraordinario sucedió en los hogares europeos. Familias que durante décadas habían seguido las noticias como un ritual distante se encontraron súbitamente pegadas a las pantallas viendo avanzar tanques hacia Kiev. No era solo información lo que consumían: era el descubrimiento de que la historia, esa fuerza que creían domesticada por la prosperidad y el derecho internacional, había regresado a Europa con una violencia que parecía imposible.

Los europeos experimentaron entonces algo para lo que carecían de vocabulario. No era exactamente miedo, aunque el miedo estaba presente. No era solo preocupación geopolítica, aunque las implicaciones estratégicas eran evidentes. Era la intuición de que algo fundamental en su forma de habitar el mundo estaba cambiando irreversiblemente. Sociedades que habían aprendido a pensar el futuro en términos de crecimiento, tecnología y derechos se vieron de pronto imaginando escenarios de guerra, racionamiento y supervivencia.

Esta transformación no se limita a nuevas políticas de seguridad ni a reorganizaciones institucionales. Es una metamorfosis que afecta la estructura misma de la experiencia humana, alterando nuestra forma de ser en el mundo. Lo que viven hoy las sociedades europeas es una transmutación ontológica que redefine qué significa ser persona en el siglo XXI.

Martin Heidegger describió al Dasein humano como un ser que se proyecta hacia el futuro, cargado por su pasado y consciente de su mortalidad. Pero ¿qué ocurre cuando esta estructura existencial se ve sometida a la presión de una militarización acelerada? Lo que había permanecido como abstracción filosófica —el «ser para la muerte»— se reconfiguró bruscamente en una temporalidad militarizada. Generaciones de lo que Herfried Münkler llamó «sociedades post-heroicas» redescubrieron de golpe la proximidad de la muerte violenta como realidad política inmediata.

Lo que viven hoy las sociedades europeas es una transmutación ontológica que redefine qué significa ser persona en el siglo XXI

El ejemplo alemán es revelador. El Zeitenwende proclamado por Olaf Scholz no describe únicamente un cambio de política exterior, sino una mutación de la conciencia nacional. Generaciones educadas en el pacifismo posbélico se enfrentan ahora a la necesidad de pensar militarmente, de organizar su futuro colectivo en torno a la guerra como posibilidad concreta. Los 100.000 millones de euros destinados al rearme no son solo una partida presupuestaria: encarnan una nueva temporalidad que reintroduce la muerte violenta como horizonte de la planificación nacional.

Emmanuel Levinas, que conoció la guerra como soldado y prisionero, ofrece otra clave para comprender esta metamorfosis: el colapso de la intimidad. Para Levinas, el rostro del Otro constituye la experiencia ética primordial, pero esta responsabilidad exige la preservación de un espacio íntimo del yo. La militarización europea erosiona esa intimidad mediante lo que podría llamarse una vigilancia ontológica generalizada. Los ciudadanos aprenden inconscientemente a aplicarse a sí mismos y a los demás una lógica de evaluación securitaria. En Francia, la obsesión con la seguridad ha transformado debates que antes pertenecían a la política social —inmigración, educación, cultura— en cuestiones de defensa interna. No se trata solo de medidas estatales: es la estructura misma de la intersubjetividad la que se ve alterada. Los sueños de integración se transforman en pesadillas securitarias, los miedos culturales se militarizan como amenazas existenciales, los afectos comunitarios se reorganizan según la lógica amigo-enemigo.

Por otra parte, el Mitsein heideggeriano, la idea de que existir es siempre existir con otros, se ve reemplazado por una forma de ser-contra-otros que organiza la experiencia social alrededor de la amenaza y la defensa. Para Heidegger, el Mitsein no es simplemente un hecho sociológico —vivir en sociedad—, sino una estructura existencial que hace posible el reconocimiento del otro como igual en dignidad ontológica. Es precisamente esta estructura la que se erosiona cuando la sospecha sistemática se convierte en modo primario de relación.

Lo más perturbador de esta metamorfosis es la velocidad de su irreversibilidad. A diferencia de las militarizaciones graduales del siglo XX, desplegadas a lo largo de décadas, la actual se ha producido en semanas. Europeos que en enero de 2022 habitaban sociedades post-heroicas se encontraron en marzo discutiendo sobre rearme, defensa continental y preparación para la guerra. Esta aceleración genera desorientación existencial: la sensación de perder identidades colectivas antes de haber tenido tiempo de evaluarlas o defenderlas.

Reconocer la naturaleza ontológica de esta militarización no es un ejercicio académico. Tiene implicaciones éticas inmediatas. Si la militarización implica una metamorfosis irreversible, entonces las decisiones sobre preparación militar, movilización social o intensidad del discurso público adquieren una gravedad que trasciende los cálculos estratégicos convencionales. No estamos simplemente reorganizando defensas: estamos transformando la experiencia europea.

La comprensión de este proceso obliga a reformular las preguntas fundamentales sobre la seguridad. La cuestión no es solo si el nivel de amenaza justifica el de preparación militar, ni si los recursos destinados a defensa están bien calibrados. La cuestión es qué formas de identidad europea estamos dispuestos a sacrificar, qué experiencias existenciales consideramos prescindibles, qué modalidades de convivencia podemos permitirnos perder. La metamorfosis del ser-civil europeo nos confronta con una pregunta que trasciende la geopolítica para tocar el núcleo mismo de la civilización: ¿hay formas de vida tan valiosas que merezcan ser preservadas aun a riesgo de mayor inseguridad, o existen amenazas tan graves que justifiquen transformar irreversiblemente la naturaleza de quienes pretendemos proteger? La respuesta no se escribe en documentos estratégicos, sino en la experiencia cotidiana de ciudadanos que descubren, día a día, lo que significa perder la inocencia ontológica de la paz.


Antonio Legaz es analista de defensa en Indra

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