La Codorniz, humor a toda página
Su humor blanco y crítico que lindaba a veces con el absurdo hizo de ‘La Codorniz’ una de las revistas más notables del periodismo español.
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Un caballero se acerca a la ventanilla. «Deme un billete para Vigo». «¿Ida y vuelta?», le responde el taquillero. «No. Vuelta nada más. No me voy». Humor blanco, lindando con el absurdo, surrealista, intemporal, altísimo, disparatado, delirante, también crítico, en la medida que pasaba el lápiz rojo del censor de turno. El de La Codorniz, una de las revistas más notables del periodismo español. La portada príncipe se imprimó en 1941, un 8 de junio de 1941 (festividad de san Medardo y san Clodulfo, también de Fortunato, Gildardo de Rouen, Sabiniano, Salustiano y Calíopa). En plena noche del franquismo. Dieciséis páginas. El dibujo de cubierta era obra de Antonio de Lara, Tono, y el diseño de Enrique Herreros. Se vendieron 35.000 ejemplares, a 50 céntimos.
Durante sus más de 77 años de andadura, por ella pasaron los cráneos privilegiados de la risa (sutil, irónica, tierna) y la carcajada (mamífera y salvaje): Rafael Azcona, Wenceslao Fernández Flórez, Luis García Berlanga, Evaristo Acevedo, Noel Clarasó, Tip y Coll, Forges, Ramón Gómez de la Serna, César González Ruano, Chumy Chúmez, Mingote, Calvo Sotelo… no es pequeña la trucha. Alguna que otra mujer firmó en sus páginas, como Remedios Orad (aunque persista la leyenda de que era uno de los seudónimos que utilizaba Jorge Llopis), Conchita Montes (compañera de afectos de Neville, que se encargaba de la sección «El damero maldito») o La baronesa Alberta, nombre artístico de Mercedes Ballesteros.
Sucede a La Ametralladora (epígono a su vez de La Trinchera, periódico de contienda creado en 1937). Al finalizar la Guerra Civil, la cabecera cierra y su director, Miguel Mihura (que firmaba también como Miguel Santos, El Conde, Pepe o Lino) se inventa La Codorniz. «Revista de humor», por subtítulo.
La revista tuvo desde sus orígenes un enfoque vanguardista, díscolo e ingenioso
En La Codorniz se podían encontrar fotografías con pie, ilustraciones, tiras cómicas, chistes gráficos, viñetas, diálogos, textos (disparatados y humorísticamente canónicos), noticiarios, jeroglíficos, autores italianos y norteamericanos, concursos… casi de todo.
Tuvo desde sus orígenes un enfoque vanguardista, díscolo, ingenioso. Muchos de los que escribieron durante los primeros años integraban el grupo conocido como «La otra generación del 27», y habían estado en Hollywood, trabajando en las conocidas como spanish talkies, versiones en castellano de las películas estadounidenses, y en algunos guiones de los hermanos Marx. Enrique Jardiel Poncela, Tono, López Rubio o el propio Neville (diplomático de la embajada en Washington y amigo personal de Chaplin).
La Codorniz «no se apoyó nunca en la actualidad, ni mucho menos en la política, que jamás nos interesó», explica Mihura en sus Memorias. El 30 de abril de 1944, el dramaturgo vende la cabecera al conde de Godó, quien nombra como sucesor a Álvaro de la Iglesia. Había aumentado, por aquel entonces, el número de páginas a 24. La crítica y la sátira comienzan a acampar en ellas. Se incorporan nuevos colaboradores, como Serafín Rojo, que alcanzó una enorme popularidad con sus dibujos de marquesas bebiendo morapio, Rafael Castellanos (que firmaba como Ralph du Chatelier y Falete los relatos de su sección «Tiemble después de haber reído»), Julio Cebrián (con su espacio «Plásticos y plastas»), Gila (con el seudónimo de XIII) o Eduardo López y sus cínicos chistes a propósito de la burguesía y sus muchachitas con minifalda y un escote siempre a punto de censura. A esta etapa debe el cintillo de «La revista más audaz para el lector más inteligente».
Pese a que su nuevo director había combatido en la División Azul, La Codorniz tuvo serios y numerosos problemas con la censura. En 1968, recibió la multa más cuantiosa hasta entonces en la prensa española (7.500 pesetas). El motivo: un número dedicado a la vida sexual, que mostraba en la portada un dibujo de Mingote, «Las majas». En 1973, la multa impuesta alcanzó las 250.000 pesetas y su suspensión durante cuatro meses, por un chascarrillo de PGarcía sobre el embarazo de Carmen Franco, hija del dictador. Otra gracia que casi cuesta el cierre en sesión continua a la revista fue la idea de Álvaro de la Iglesia de parodiar la cabecera franquista Arriba, renombrándola Abajo, y sustituyendo el yugo y las flechas por un plato y cinco cucharas.
Tras la muerte de Franco, no supo adaptarse a los tiempos de cambios, a la modernidad contundente y veloz que se impuso, pese a sus 80.000 ejemplares semanales (alcanzando, en ocasiones, los 150.000). Eso, unido a las numerosas revistas que surgieron (de toda naturaleza, pero sobre todo de humor: Hermano Lobo, El Papus, Por favor y El jueves) mermaron su popularidad. En 1977, asume la dirección Manuel Summers, que cambia su formato a tabloide (con incorporaciones como Manuel Vicent o Francisco Umbral), y al año siguiente, Cándido, que la reconvierte en periódico y recluta a Rosa Montero, José Luis Balbín o Ramoncín. En diciembre de 1978, la publicación cierra definitivamente.
Además de ser decana del humor, La Codorniz cuenta en su haber con un frondoso inventario de portadas inexistentes, como aquella en la que se veía en portada un mapa del tiempo junto con el siguiente parte meteorológico: «Reina un fresco general procedente de Galicia que tiende a dominar toda la Península».
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