Cultura
La patafísica, la ciencia de las soluciones imaginarias
En el universo ‘patafísico’ lo extraordinario es la regla. Esta ciencia paródica tuvo su apogeo como movimiento cultural en la segunda mitad del siglo XX, cuando se vincularon a ella gran parte de los referentes de las vanguardias, entre los que destacaban Marcel Duchamp, Raymond Queneau y Joan Miró.
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En Gestas y opiniones del Doctor Faustroll, patafísico, el dramaturgo y poeta francés Alfred Jarry (1873-1907) define la patafísica como «la ciencia que se añade a la metafísica, sea en sí misma o fuera de sí misma, extendiéndose tan lejos más allá de esta última como esta más allá de la física». Su etimología es una contracción de «epí ta metá ta physiká», es decir, «aquello que se encuentra alrededor de lo que está más allá de la física». En su obra póstuma, Jarry describe las enseñanzas de Faustroll, el hombre que es el pionero de esa ciencia donde todo suceso que acontece es una excepción. En definitiva, y en palabras del autor, «la patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias».
Como demuestra su definición original, se trata de una parodia científica que se basa en la supuesta ciencia del absurdo. La patafísica satiriza el planteamiento de las ciencias exactas, se burla en la cara del cientificismo. En ella lo extraordinario es la regla y la anormalidad, la marca del universo. Nada es habitual ni normativo, se rompe todo lo arbitrario y lo que pretende ser exacto.
La patafísica satiriza el planteamiento de las ciencias exactas, se burla en la cara del cientificismo
Como no podía ser de otra manera, con la absurdidad, la excentricidad y la imaginación como pilares, los surrealistas acogieron en su seno las bases patafísicas. En 1948 –cuatro décadas después de la muerte de Jarry–, un grupo de intelectuales vanguardistas deciden fundar el Collège de Pataphysique, que se plantaba –obviamente, de forma irónica– como contrapunto a esa academia clásica que mandaba en las ciencias y las artes, como lo hacía, especialmente, el Collège de France.
Así, el Colegio Patafísico se definía como una «sociedad docta e inútil dedicada al estudio de las soluciones imaginarias». E incluso se regía por su propio calendario, que comenzaba con el nacimiento de Jarry, el 8 de septiembre de 1873. Su fundación se dio, entonces, el 11 de mayo de 1948, o el 22 de Palotin 75, según las fechas del Calendario Patafísico.
Contaba con un disparatado conjunto de organismos, como las subcomisiones de las Moralidades Sobreentendidas, de las Anonfalias, de los Espíritus, de las Leyes que Regulan las Excepciones, de las Pirámides y los Poliedros y de las Ciencias Inexactas, entre muchas otras. La delirante organización otorgaba a sus miembros títulos rimbombantes y jocosos, como sátrapa, enfiteuta, regente o vicecurador y desarrollaba «investigaciones» en constructos imaginarios como el Alcoholismo Estético, la Onirocrítica o el Aniñamiento Involuntario, por nombrar solo algunos.
Entre sus miembros más famosos estaban los escritores Raymond Queneau, Eugène Ionesco, Jacques Prévert y Umberto Eco, el polímata Boris Vian y artistas como Marcel Duchamp, Max Ernst y Joan Miró, entre otros pintores, poetas y compositores. Y muchos de ellos no solo incorporaron elementos de la patafísica en sus obras, sino que, de hecho, estaban a cargo de las subcomisiones. Por ejemplo, Duchamp lideraba la Subcomisión de las Formas y las Gracias; Queneau, la Subcomisión de Epifanías e Itifanías; y Miró, la Subcomisión de la Incompetencia Realizadora.
Eran también seguidores de la ‘patafísica (que en el original llevaba apóstrofe) el pintor Salvador Dalí y el escritor Julio Cortázar, e incluso iconos de la música como The Beatles, que abren la canción «Maxwell’s Silver Hammer» –la tercera del álbum Abbey Road (1969)– con el verso: «Joan was quizzical, studied pataphysical science in the home» (que traduce: «Joan era curiosa, estudió ciencia patafísica en casa»).
Alfred Jarry, creador de la patafísica, es considerado antecesor del dadaísmo, el surrealismo y el teatro del absurdo
A mediados de los años 70, con la muerte de varios de sus miembros, el Colegio Patafísico de París decide ocultarse indefinidamente. No obstante, su legado permaneció durante años. Diversos personajes de la cultura apostaron por su «desocultación» –celebrada por el escritor Fernando Arrabal– y varias instituciones alrededor del mundo (en ciudades como Londres, Buenos Aires o Vilna) decidieron perpetuar también la «ciencia» creada por Alfred Jarry, considerado el antecesor del dadaísmo, el surrealismo y el teatro del absurdo.
Y es que tras el sinsentido de la muerte y el exilio que dejaron las dos guerras mundiales, los referentes del movimiento patafísico buscaban liberarse de la lógica, desafiando la racionalidad y la tradición, y apostando por una estética onírica, inesperada y provocadora.
Entre paradojas y disparates juguetones, la patafísica demuestra que la realidad no puede entenderse de manera fácil y obvia y llama a resistirse a los postulados que proclaman que existe una sola forma de ver el mundo. Como dice Umberto Eco en Apostillas a El nombre de la rosa, «la vanguardia destruye el pasado, lo desfigura». Las vanguardias como espíritu del juego y de la sátira. Como método para la libertad estética.
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