España decidió pertenecer a la alianza atlántica, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en 1981, pero no sin voces discordantes dentro del país. De hecho, cuatro años después, el 12 de marzo de 1986, se celebraría un referéndum para decidir la permanencia de España en la Alianza.
En aquel momento el orden mundial enfrentaba al mundo en dos bloques liderados, de un lado, por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y del otro, por Estados Unidos. España se decantó por la propuesta atlantista y el proceso contribuyó a su modernización, a la vez que España aportaba su granito de arena a la defensa colectiva de Occidente.
La defensa colectiva
El Tratado del Atlántico Norte recoge los acuerdos establecidos entre los países que participan en la organización. De todos, el principio de defensa colectiva (Art. 5) es el más relevante: un ataque armado contra un miembro la OTAN se considera un ataque contra todos los miembros de la alianza.
Esta respuesta conjunta proporciona un efecto de disuasión frente a potenciales enemigos. La defensa colectiva solo ha sido invocada una vez, en 2001, como respuesta a los atentados terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos.
Las naciones que integran la OTAN representan el 70% de la riqueza mundial y son, además, los países con una trayectoria más larga de estabilidad democrática.
Invertir en defensa
Para poder contribuir a la defensa colectiva, los países aliados deben hacer el esfuerzo de generar y mantener capacidades que les permitan enfrentar no solo las amenazas actuales, sino también las previstas como consecuencia del desarrollo tecnológico.
Las naciones que integran la OTAN representan el 70% de la riqueza mundial
Aunque este esfuerzo –desigual entre los miembros de la Alianza– se puede medir de diferentes maneras, quizás la más conocida es calcular qué porcentaje del producto interior bruto (PIB) destina cada país al gasto en defensa.
Lo que dicen los datos
Según la información sobre el porcentaje del PIB destinado a defensa contenida en la base de datos de gastos militares del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), entre 1981 y 2024 España tuvo una diferencia media con respecto a Estados Unidos del 2,61 %. No obstante, en cumplimiento de los compromisos adquiridos en los últimos años, desde 2020 la brecha de gasto se ha ido acortando para situarse, en 2023, en el 1,99%.
Si hacemos la media de este indicador desde 1981 (el año en que España comenzó el proceso de adhesión a la OTAN) hasta 2024, Estados Unidos ha gastado un 4,38% de su PIB en defensa, mientras que España ha gastado el 1,77%.
En la década de los ochenta del siglo pasado –los primeros años de España en la OTAN– la diferencia media entre los dos países fue del 3,59%. En los 90, esa media se redujo hasta el 2,19% (algunos años, la distancia fue de apenas el 1,3 %). Posteriormente, entre 2000 y 2010, la diferencia creció hasta el 2,45%.
A consecuencia de los recortes públicos provocados por la gran recesión (2008), entre 2010 y 2020 la brecha llegó a ampliarse hasta el 2,61%. Desde 2020, la diferencia media en gasto en defensa entre Estados Unidos (3,42 %) y España (1,39 %) se ha reducido al 2,02 %.
Otro factor que ha intervenido en el acortamiento de esta diferencia es que, en los últimos diez años, Estados Unidos no ha llegado ni al 3,5% de gasto medio en defensa con respecto a su PIB cuando, en 1986, el porcentaje fue del 6,63.
A consecuencia de la invasión rusa a Ucrania, hay socios de la OTAN que en 2024 hicieron un esfuerzo de gasto similar, o incluso superior, al de Estados Unidos (3,4 %). Es el caso de Polonia (4,2 %) y Estonia (3,4 %). Para España, en cambio, el porcentaje fue del 1,47%. No en balde, en este indicador ocupa el último lugar entre los países de la Alianza.
¿En qué se gasta el presupuesto de la OTAN?
La estructura de gasto de cada país se suele ajustar a la forma de preparar sus presupuestos, pero la OTAN la divide en cuatro grandes categorías: equipamiento, personal, infraestructuras y otros gastos.
Las diferencias entre España y Estados Unidos son relevantes en el apartado de personal, en el que España gastaba el 43,9 % (datos estimados de 2024), mientras que Estados Unidos invertía solamente el 25,22%.
En equipamiento –que incluye los gastos de investigación y desarrollo–, el compromiso adquirido en los últimos años ha llevado a España a invertir el 30,3% de su presupuesto, frente al 29,88% de Estados Unidos.
En cuanto a infraestructuras, mientras España destina el 2,65%, Estados Unidos dedica un 1,74%.
La gran diferencia se encuentra en la partida otros gastos: para España representan el 23,14% y para Estados Unidos el 43,16 %. Estos gastos corresponden a otros ministerios, secretarías o departamentos, a fondos de contingencia, así como otros gastos que contribuyen a la seguridad y la defensa.
¿Se gastará más?
El acuerdo alcanzado en junio de 2025 por los países miembros de la OTAN reunidos en La Haya establece elevar los gastos de defensa hasta el 5 % del PIB nacional para el año 2035, con una revisión intermedia en 2029.
Dentro de esta cifra se ha establecido que al menos el 3,5% se destinará a necesidades básicas de defensa y el 1,5 % restante se podrá dedicar a otros asuntos como ciberdefensa, resiliencia e infraestructuras críticas.
Aunque parece haber acuerdo entre los socios de la Alianza, España busca desmarcarse de la senda de gasto pautada, asegurando que con el 2,1% es suficiente, a lo que el presidente estadounidense ha contestado con una amenaza arancelaria: «Les haremos pagar el doble».
Silvia Vicente-Oliva es profesora de Gestión de la Innovación, Universidad de Zaragoza. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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