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Sociedad

'Food porn'

¿Por qué nos gusta la comida excesiva?

El ‘food porn’, en su acepción anglosajona, es una nueva forma de aproximarse al acto de comer, vinculada al auge de las redes sociales, que está redefiniendo la forma en la que consumimos propuestas gastronómicas.

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12
agosto
2025

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En un mundo donde la inseguridad alimentaria ha alcanzado máximos históricos, según Naciones Unidas, donde unos 295 millones de personas pasan hambre a diario, pero cada individuo desperdicia una media de 79 kilogramos al año, resulta una paradoja, cuanto menos, el auge de un tipo de contenido en redes sociales que sienta sus bases en la acción de comer en exceso. Y hacerlo por los ojos, con la sugestión que promueven imágenes espectaculares y su correspondiente activación de las emociones más primarias como aliado.

El llamado food porn o porno comida está cambiado el modo en el que nos aproximamos a la gastronomía, alejada, además, de su contexto social y cultural, donde la abundancia y lo visualmente atractivo ha ocupado todo el espacio. Para el chef Julián Otero, parte del equipo de creatividad, investigación y desarrollo de Mugaritz (Guipúzcoa, España), considerado uno de los mejores restaurantes del mundo, con dos estrellas Michelin, esta nueva forma de comer y de entender la comida solo puede tener cabida en el actual contexto de preponderancia de las redes sociales y globalización de la industria alimentaria, en el que las opciones y productos –especialmente los menos saludables– se han multiplicado, deslocalizado y son más accesibles. Se imponen, así, unos modos de comer baratos y directos, rápidos, de alto contenido calórico y atractivos a la vista, donde lo de menos es pensar qué te estás llevando a la boca en términos de nutrientes y calidad de lo ingerido.

Se imponen modos de comer baratos y directos, atractivos a la vista y de alto contenido calórico

De acuerdo con el también editor asociado de la revista International Journal of Gastronomy and Food Science, vivimos en una época sin fines ni medios, donde el individuo come tendencias, también alimentarias, a través de lo que nos llega de las plataformas digitales. De ahí que algo tan, a priori, obsceno como la porno comida, que el reconocido chef asocia con lo cringe o la sensación de vergüenza ajena, se haya normalizado de la mano de ciertos creadores de contenido que promueven la porn food como parte de su negocio lucrativo. «La comida que enseñan está sesgada, es simple y directa, porque no tienes qué pensar, es visual, hipercalórica. Es una exageración de tu vida cotidiana, expresar a través de un plato que las cosas no son como las comes tú y tú deseas ver y comer lo que no comes en tu casa», señala Otero en su charla en el congreso Diálogos de cocina.

La porno comida no deja de ser un tipo de alimentación inducida por estímulos en forma de vídeos e imágenes de alto impacto donde, en la acción de comer, lo emocional se impone a lo racional. Este consorcio entre alimentación e imágenes atractivas no es nuevo. El escritor Alexander Cockburn ya se refirió a la gastronomía porno o gastro-porn a finales de los años 70, en un artículo publicado en The New York Review of Books, donde se refirió al acto de «aumentar la emoción y el sentido de lo inalcanzable» por medio de «fotografías de recipientes repletos de comida».

Lo cierto es que, en la actualidad, el food porn es un negocio en toda regla, asociado a plataformas como Instagram, donde se multiplican las imágenes de hamburguesas XXL a rebosar de grasa, croquetas gigantes de más de un kilo para comerse de una sola sentada o perritos calientes kilométricos a los que no les cabe una caloría ni una salsa ni un condimento más. Los restaurantes lo saben y muchos apuestan por esta tendencia como base de su propuesta gastronómica, ofreciendo productos a este nivel de exceso y visualmente llamativos que, una vez exhibidos en la red social en cuestión, resultan un reclamo para las masas. De esta forma, los establecimientos se aseguran las correspondientes ventas de la mano de quienes acuden en busca de ese producto inscrito en la porno comida, no tanto para encandilarse con su sabor como para replicar el acto de fotografiarlo y exhibirlo en sus perfiles. De acuerdo con un artículo publicado en la revista Journal of Aesthetics and Culture, en mayo de 2023, el hashtag #foodporn sumaba algo más de 250 mil millones de menciones solo en Instagram.

El consumidor no busca el sabor de la porno comida, sino replicar el acto de fotografiarlo y exhibirlo

El hecho de que nos dejemos fascinar por la subjetividad que asocian las fotografías vinculadas a la comida excesiva y actuemos en consecuencia, ya sea consumiendo contenido al respecto o el propio alimento, tiene una explicación relacionada con los mecanismos neuropsicológicos. Según un estudio liderado por investigadores de la Society for Psychophysiological Research, el cerebro responde a la alimentación inducida por señales que se asocia con la porno comida porque predice la recompensa, es decir, los estímulos placenteros, en el acto de ingerir estos productos. En este paradigma, señalan, el control de los impulsos de cada individuo desempeña un papel muy significativo. Un rasgo que incide en una mayor o menor vulnerabilidad de la persona a la hora de ceder a este tipo de conductas inducidas por señales (imágenes) que definen como «similares a la adicción».

En otro estudio, este desarrollado por un equipo del Massachusetts Institute of Technology (MIT), se descubrió la existencia de un tipo de neuronas en el flujo visual ventral del cerebro (el sistema encargado del reconocimiento e identificación de objetos) que se estimulan exclusivamente con imágenes de comida. Esto explicaría por qué nuestro cerebro es más propenso a reaccionar a la comida en exceso, más cuando se acompaña de fotografías que potencian su consumo: espectaculares, accesibles y del todo apetecibles, aunque lo saludable brille por su más absoluta ausencia.

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