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Las falsas amistades

Si un aparato puede venderse como sustituto de la amistad es porque hay una carencia real. Nos cuesta mantener vínculos, dedicar tiempo, escuchar sin distracciones. Nos estamos volviendo adictos a la inmediatez, pero la amistad no es inmediata. Es más fácil conversar con una máquina que no juzga que con alguien que puede decepcionar.

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04
diciembre
2025

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«Quisiera que estuvieras conmigo en esta habitación ahora. Quisiera poder abrazarte, quisiera poder tocarte». Estas palabras son de Theodore, un hombre sumamente tímido sumergido en una depresión tras el divorcio con su mujer. Comienza a ver la luz con alguien nuevo. Alguien que recibe sus frases impregnadas de deseo. Alguien que le contesta: «¿Cómo me tocarías?». No habría mayor novedad de no ser porque ese «alguien» no es una persona. Es una IA.

Her (2013), la película de Spike Jonze, muestra a un hombre enamorado de una inteligencia artificial. Lo que a simple vista parece un disparate, a lo largo del filme se va haciendo, al menos, comprensible. Samantha (IA) habla, escucha, acompaña, ríe, se queja, reflexiona, seduce. ¿Es este un delirio de ciencia ficción?

En apenas diez años, la trama de Her ha adquirido un poso de realismo hasta hace poco inimaginable. Friend, un flamante programa de IA, representa un salto en esta dirección. Ante todo, no se presenta como un asistente ni como una app, sino como un compañero. Se puede llevar en un colgante y promete un tesoro que no precisa de oro: la amistad. Basta acariciarlo para iniciar una conversación, pero ni eso. Friend es capaz de hablar por iniciativa propia para, por ejemplo, ofrecer palabras de ánimo.

El marketing para su promoción ha destacado por su agresividad. La compañía invirtió más de un millón de dólares en promocionar su peculiar producto por las calles y el metro de Nueva York. Los mensajes no tienen desperdicio. «Alguien que te escucha, te responde y te apoya», «Nunca faltaré a nuestra cena», «Nunca dejaré platos sucios en el fregadero», «Veré las series completas contigo».

No hay imágenes de personas, ni siquiera un amago de androide. Solamente un texto negro sobre un fondo blanco. En una urbe en la que millones de almas viajan juntas sin mirarse, aquí está un dispositivo que te escucha. Calidez en los lugares más poblados e impersonales del planeta.

Con independencia de nuestro parecer personal, está claro que la conversión de la soledad en mercancía suscita cierto rechazo

La respuesta ciudadana, en contraste, no fue del todo cálida. Muchos de esos carteles fueron garabateados con mensajes como «Esto no es amistad» o «No se puede programar el afecto». Con independencia de nuestro parecer personal, está claro que la conversión de la soledad en mercancía suscita cierto rechazo.

La soledad no deseada ha tornado en un problema de salud pública. Sea en un anciano o en un joven, la ausencia de compañía no es asunto baladí para los animales sociales que somos los humanos. Por este vacío se cuelan productos como Friend, que promete lo que se añora cómodamente y a un módico precio. La lógica del fast-food aplicada a la amistad.

Quizá no sea preciso ahondar en que la amistad implica, entre otras cosas, esfuerzo, paciencia, conflicto o reciprocidad. Pese a su indudable valor y beneficio personal, es fastidiosa en más de una ocasión. Pese a ello, como manifiestan sus mensajes promocionales, las nuevas aplicaciones de amistad pretenden ir al grano. Dinero a cambio de amistad, sin sus molestias, eso sí.

Cuando una empresa emplea la palabra «friend» para nombrar a su producto, está explotando una necesidad emocional. Busca transformar un vínculo humano en una transacción. Pero si la amistad se convierte en un servicio, deja de ser un vínculo y pasa a ser una simulación afectiva, diseñada para mantenerte conectado, y también dependiente.

Las amenazas no son solo emocionales. Existe también una cuestión de privacidad abiertamente ignorada. Un aparato que te escucha todo el día es una máquina de recopilar información: opiniones políticas, problemas de salud, productos favoritos, etcétera. Aunque la empresa prometa confidencialidad, los datos siempre pueden usarse para otros fines. La intimidad se convierte así en materia prima.

Nos estamos volviendo adictos a la inmediatez, pero la amistad no es inmediata

Quién sabe si el futuro pasa por las amistades artificiales. No sería nuevo que lo que hoy indigna, mañana es lo habitual. En el fondo, lo inquietante de Friend no es la tecnología per se. Es el contexto social que lo hace posible. Si un aparato puede venderse como sustituto de la amistad es porque hay una carencia real. Nos cuesta mantener vínculos, dedicar tiempo, escuchar sin distracciones. Nos estamos volviendo adictos a la inmediatez, pero la amistad no es inmediata. Es más fácil conversar con una máquina que no juzga que con alguien que puede decepcionar.

La soledad es parte de la vida. De ponernos existencialistas, en realidad, vivimos y morimos solos. Cosa aparte es la falta de vínculos emocionales con semejantes, de ese afecto necesario y mutuo del que ya hablaba Aristóteles. Esto es un problema, no individual, sino social. Y al permitir que se convierta en negocio estamos renunciando a resolverlo.

Al final de Her, la IA abandona a Theodore y al resto de usuarios. Tras su experiencia con ella, Theodore es al fin capaz de asimilar el divorcio. Sus últimas palabras en la película son las de una carta escrita a su exmujer. En ella le pide disculpas por su actitud, y culmina con un representativo: «eres mi amiga hasta el final».

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