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Raquel Congosto

«Las rupturas de amistad son igual de dolorosas que las amorosas»

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13
noviembre
2025

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El resumen de la contraportada de ‘Amiga mía’ no da lugar a equívocos: «Dos amigas dejan de ser amigas. Esta es la historia de la cicatriz que queda en una de ellas». Y para contarla, Raquel Congosto lo ha hecho en presente, a través de capítulos que van introduciendo poco a poco el derrumbe final. La autora, nacida en Madrid en 1978, sigue la ruptura de Celia y Marina, dos amigas cuya relación se resquebraja entre la precariedad y un mundo que no valora la amistad como estructura vital. Pocos meses después de su publicación en la editorial Blackie Books, este relato sobre los vacíos que dejan los amigos y las grietas del afecto sigue resonando, cuestionando por qué los duelos amorosos tienen guion y las amistosas siguen siendo un territorio sin mapa.


Parece que la novela ha tocado una fibra sensible. Una de las frases clave es «una historia crece y la otra muere». ¿Cree que es una forma de autojustificarnos cuando algo se acaba?

Es una metáfora orgánica. Somos un terreno cultivable con un espacio limitado para afectos. A veces, no puedes tener más amistades porque no podrías cultivarlas. Cuando alguien que ocupaba mucho espacio se va, deja un vacío. Ese espacio no se rellena al día siguiente. Pensar que no se va a rellenar nunca… puede que haya gente que no lo rellene, que prefiera dejar el vacío, pero el caso es que en ese vacío pueden ocurrir otras cosas. Emerger nuevas realidades. Como las ruderales, esa vegetación que crece entre los adoquines rotos. Cuando dejas un vacío grande, crecen otras cosas. Pueden ser hierbajos, o pueden convertirse en algo súper importante. La vida es interacción, fricción. Y esa fricción va rellenando esos lugares. Puede ser otra nueva amistad enorme, o quince, o que tengas una hija. Pueden pasar muchas en el terreno en el que pensabas que no iba a crecer nada nuevo.

También habla del duelo como un fluido que lo impregna todo. ¿A qué se refiere?

El duelo no solo afecta a las actividades que hacías con la otra persona. Renovar la vida es saber convivir con esas ausencias del día a día. Por eso en la novela todo está contado en presente. Fue una decisión muy pensada. Es la forma de decir que lo pasado no pasó, sino que sigue pasando. Lo de «pasar página»… nosotros podemos hacerlo, pero la realidad es que las heridas se filtran en nuestro cuerpo. Con la epigenética se está viendo que todo lo que nos ocurre deja una marca, nos altera de alguna manera, como se ve en los anillos de un árbol. El pasado está constantemente en el presente. Los duelos se nos cuelan todo el tiempo.

En la novela, las protagonistas se eligen nada más verse. ¿Cree en los flechazos de amistad?

Sí, totalmente. No es tan diferente de las relaciones sexoafectivas. He pensado mucho en la cuestión del deseo. En esta historia no hay un deseo sexual entre ellas, pero sí hay una excitación cuando están juntas. Tiene que ver con cómo piensan juntas, con cómo crean juntas. Eso te pasa muy pocas veces en la vida. Pensar con otra persona que te amplifica, que completa tus pensamientos y tus frases es algo súper excitante. Surgen ideas que complementan dos cabezas, abren un mundo ampliado. Eso me parece de una excitación tremenda, al nivel de lo que podría ser el sexo. Por eso hay ese flechazo. Existe una admiración y una conexión intelectual brutal.

«La amistad es una relación que se escapa del sistema»

Sin embargo, la tía de una de ellas sentencia: «Acabaréis fatal». ¿Por qué pesa esa profecía?

La amistad escapa al sistema en el que vivimos, familiarista y capitalista. La amistad no sirve ni para mantener la vida en términos de procreación, ni para mantener el sistema económico. No es productiva. Es un complemento que se filtra y nos hace vivir mejor, pero no es una estructura sólida. Nos falta lenguaje, poder nombrar los límites que la forman. Por un lado, está el «las amigas son para siempre» y por el otro el «después de una amiga vendrá otra». ¿Qué es «para siempre»? A lo mejor lo que es para siempre es tener afectos diversos, pero las amistades pueden salir bien o mal, seguir o no, igual que el amor.

La tía María Luisa es un personaje que señala la presión del mundo. Vivir con una amiga con más de 40 para el mundo que hemos construido (al menos en nuestra sociedad occidental) es un fracaso en términos reproductivos o productivos. Vivir con una amiga no es una relación válida para ocupar el primer lugar en la jerarquía como relación definitiva. Se entiende como si vivieras con una compañera de piso por tanto: o bien has fracasado porque no has encontrado una pareja con la que hacer una familia, o bien has fracasado porque no ganas lo suficiente como para vivir sola. Son los dos destinos aceptados con los que se nos bombardea cada día, la música de fondo, la voz de la tía María Luisa. El mundo presiona para que este tipo de estructuras sean un complemento, no un fundamento. Y al final, a menudo, se cumple la profecía.

«El mundo no acepta la amistad como una relación definitiva, sino como un complemento»

Uno de los factores que rompe la amistad es el trabajo, la precariedad. ¿Lo mancha todo?

Las condiciones materiales son fundamentales. Por eso la novela transiciona en la crisis post 15M, un momento de precariedad absoluta. Lo que era divertido, el proyecto lúdico y comprometido, se convierte en el lugar desde el que intentan vivir. Y es agotador. Les pasa por encima. Si estas dos personas hubieran estado ganando 2.000 euros al mes cada una, ¿se hubieran separado? Probablemente no, o no de manera tan brusca. Las condiciones materiales importan mucho. La relación se vuelve tóxica porque el mundo es tóxico.

Volviendo a lo de la cantidad de espacio que tenemos. ¿Ha cambiado ahora eso, teniendo miles de amigos en redes sociales o conectando con mucha más gente? ¿Encontramos amistad en estos lugares?

Eso de tener 500 amigos en redes es mercantilizar la amistad. Genera ansiedad. Parece que tienes que estar disponible para espectros, porque en redes todos somos proyecciones. No somos reales. No estás poniendo el cuerpo, pones una parte muy concreta, una proyección. La amistad de verdad es ver un reality en el sofá con tus amigas, comiendo doritos. Eso sí es amistad. No necesitas lucir nada. Son conversaciones largas o paseos sin motivo. Lo otro es capitalismo puro. Le viene muy bien al sistema tener nuestros huecos llenos de espectros y no de cuerpos reales.

¿Y nos enseñan a cultivar la amistad? En la generación de nuestros padres, la prioridad era la pareja y los hijos. La amistad se mantenía, pero no era fundamental. Creo que eso está cambiando, pero aún nos falta darle la misma importancia.

En mi familia, mi padre el único día que no trabajaba era el domingo y, sin embargo, en su día libre se despertaba a las siete de la mañana para ir a jugar al fútbol con sus amigos de la infancia. Decía que el domingo que no pudiera ir, dejaba el trabajo. Eso me enseñó que el ocio con los amigos es sagrado. Cuidar esas relaciones es cuidarse a uno mismo.

«Cuidar las relaciones con amigos es cuidarse a uno mismo»

¿Hay algo político en la amistad?

Para mí es fundamental. Me encantaría que la amistad pudiera ser otra vía estructural. Que una decidiera vivir con su amiga, y que las relaciones sexoafectivas pudieran ser el complemento y no siempre el fundamento. ¿Por qué no? Puedes tener hijos con parejas, pero vivir con tu amiga. Yo veía Las chicas de oro y pensaba: ¡esto se puede! Se funda una familia ahí. Me parece muy valioso.

Hay mil novelas sobre duelos amorosos, pero muy pocas sobre el duelo por una amistad. ¿Por qué?

Para mí las rupturas de amistad han sido siempre súper dolorosas. Por eso escribí este libro. He leído historias de amistad, pero no desde el presente del duelo. La amiga estupenda me encanta porque habla de la complejidad de la relación, no la romantiza, pero no cuenta el duelo. A mí me faltaba ese «¿y ahora qué?». ¿Cómo es tu agujero? ¿Cómo lo llevas? Creo que no hay un lugar para eso porque la amistad no se entiende como una estructura sólida en nuestro sistema. Las otras relaciones (amor, familia, laboral) son como un jarrón que se rompe: puedes ver los trozos y señalarlos. La amistad es como coger un trozo de agua y tirarlo. Esa es su mayor virtud y su kriptonita: no sabemos sus límites porque no entendemos bien cuál es su volumetría. Hay que hablar de ello para hacerlo mejor. Busquémosle un vocabulario.

Para acabar, ¿qué te enseña una ruptura así sobre uno mismo?

Creo que en relaciones que terminan y que nos han importado, es bueno y diría que útil, pararse a pensar de una forma compleja y mirarse a una misma. Básicamente para recuperar agencia, para relacionarse de nuevo y hacerlo mejor. En esas fisuras que derrumbaron la relación, ¿cuáles originé yo? o ¿cuáles no vi? Hablar de duelo en una amistad es subirla en la jerarquía, ponerla en primer lugar, decir que hubo mucho amor aunque terminara mal. Y ver ese amor y entender el derrumbe es un aprendizaje. Pararse a mirar, aunque duela, es un ejercicio político. Este libro es eso: pararse y decir «esto ha ocurrido, tiene valor y voy a mirarlo». Para no estar en la espera eterna de una explicación que quizá nunca llegue. Es contarte un cuento para poder cicatrizar.

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