TENDENCIAS
Pensamiento

Mariano Sigman y Jacobo Bergareche

«La amistad es algo ambiguo y polimorfo»

Artículo

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
08
abril
2025

Artículo

La amistad está llena de tópicos. Que los amigos son la familia que se elige, que la amistad debe ser eterna, que solo los de la infancia son los amigos de verdad. Hay quienes dicen que no puede haber amistad si hay tensión sexual, y otros que consideran que la amistad real no solo se basa en la lealtad, sino que también debe soportar alguna dosis de traición. Tras una semana de «banquetes platónicos» en los que conversaron con personas de diferentes ámbitos, el neurocientífico Mariano Sigman y el escritor Jacobo Bergareche discurren sobre este tema que nos compete a todos en su ensayo Amistad’ (Debate y Libros del Asteroide, 2025). A pocos minutos de su primera presentación, los autores se hacen relevo para hablar con Ethic.


Desde la perspectiva neurocientífica, ¿qué se sabe sobre cómo procesa el cerebro la amistad?

Mariano Sigman: No hay una buena neurociencia de la amistad. La amistad es algo muy ambiguo y polimorfo, y algo tan difícil de definir es muy difícil de medir en el cerebro. El amor romántico tiene fases más definidas en las que todo el mundo se parece mucho. Pero la amistad es una experiencia muy distinta, tu amistad, mi amistad, incluso tu amistad con gente diferente. Entonces, no hay una forma en el cerebro que corresponda a la amistad, solo elementos que están en su esencia biológica, como el tacto, que remite a un animal que desparasita al otro: yo velo por ti, tú velas por mí. Si te fijas en ese proceso, el cerebro tiene una expresión bastante canónica, entre distintas personas y distintas culturas. Por su lado, conversar es como una caricia también: cuando hablo, muevo mis cuerdas vocales que mueven el aire, que mueve tu tímpano. La voz es una manera de amplificar el tacto. Y cada una de estas cosas, la voz, la risa… tienen sus componentes neurocientíficos, pero la amistad como tal no, porque es un concepto que no está bien definido biológicamente…

Porque no hay hormonas específicas…

MS: Bueno, hay muchas. Ese es el problema: no hay una hormona de la amistad, hay todo un conglomerado. Porque la amistad a veces es tensa, a veces te relaja, a veces te desafía. Cada uno son estados psicológicos –y, por ende, neurológicos– muy distintos.

«Cuando se acaba una amistad hay una especie de poda de la identidad»

En La pasión de los extraños, Marina Garcés dice: «¿Qué palabra tenemos para referirnos a una persona “soltera” de amigos? Es una soledad sin épica y sin nombre». Cuando se acaba una amistad, ese duelo tampoco tiene épica, a diferencia del desamor –que en Colombia llamamos tusa–. Esto sería la «amistusa», que aunque sin nombre es un dolor profundo…

MS: O «desamistad»… En El poder de las palabras, yo trabajaba mucho esta idea de la necesidad de tener palabras para describir las experiencias emocionales. Cuando vas teniendo un léxico más rico para describir lo que te pasa, entiendes mejor y lo puedes vivir mejor. Mucho del equívoco emocional es simplemente un problema de ponerle nombres. Como la canción de Aventura: «No es amor, lo que tú sientes se llama obsesión». Esa confusión de ponerle la palabra equivocada a algo o no tener una palabra para referirse a ello hace que no lo entiendas, que no lo puedas comunicar, y que en cierta manera que no exista, es el límite de Wittgenstein. Efectivamente, que no haya una palabra para hablar de la amistusa… Me gusta el término, te lo voy a incorporar, lo citaré y me lo llevaré de paseo [risas]. Uno de los elementos valiosos del libro es haber acuñado un léxico para entender cosas que nos pasan a todos, que justo encuentras la persona que le pone la palabra precisa. Una que nos gustó fue la idea de la «química del carbono», que está en la índole de una biología muy profunda que hace que te conectes con otra persona por algo que está en la piel, que no está en la ideología ni las costumbres. Y sí, duele mucho porque en las amistades además uno encuentra nichos expresivos. En todos los vínculos… Uno es como es con sus padres, con sus hijos, incluso como es con su perra. Hay un personaje que solo sale ahí.

Y cuando se acaba una amistad, hay una parte del yo que se descompone, se desvanece…

MS: Es una especie de poda de la identidad. Hay una tristeza hacia el otro pero también hay una tristeza hacia uno, es como si pierdes un brazo: se te va algo tuyo, una expresión vital.

«Se piensa que el que no tiene amigos es porque no ha hecho el esfuerzo»

Precisamente por esto que se juega del yo, quería hablar sobre la relación entre la falta de amigos y la depresión, que se observa sobre todo en la adolescencia. Esa soledad sin épica se vuelve también una vergüenza, algo casi tabú…

MS: Nosotros conversamos con una psiquiatra que trabaja en un hospital público sobre rupturas psiquiátricas en adolescentes y nos contó que casi todas empiezan en dolores de amistad. Porque justamente hay algo casi tautológico: cuando tienes un problema de salud mental leve, alguna tristeza, quien te resuelve eso son los amigos, sobre todo en la adolescencia. Es el drama típico de un padre o una madre: tú quieres darle a tu hijo todo el amor del mundo, pero lo que necesita es el amor de los amigos y las amigas. Y si no lo tiene, se rompe. No hay quien supla eso que se está rompiendo. Cuando hay déficits de amigos –que vienen efectivamente en gente que tiene mala suerte– pasa algo que tiene que ver con esto que tú dices, sin épica, pero además es una soledad mal entendida. Porque se piensa que el que no tiene amigos es porque no ha hecho el esfuerzo o porque no tiene vocación por hacerlos. Es el problema típico de la depresión en general. Si te rompes una pierna y no caminas, nadie se enfada contigo porque no caminas, pero si tú te deprimes y no te levantas en la mañana, hay una presunción de que uno está en su propia abolición de aquello que justamente la enfermedad impide hacer. Con el déficit de amigos sucede algo parecido. Es un término que no había pensado pero pienso acá: una suerte de depresión social, un impedimento genuino de establecer vínculos. Por ejemplo, yo tengo muchos amigos, pero no soy un natural de la amistad. O sea, cultivo las amistades, pero no soy fluente en el lenguaje fino de la amistad. Y lo que uno entiende muy rápido es que es algo que te toca o no te toca. Es como el poder del que habla bien…

Como un don.

MS: Un don, sí. Para mí algo importante es que, si bien hay personas que son naturales y se les da muy bien, hay gente que tiene el contrario del don, una incapacidad completa. Pero la mayoría, como yo, está en un lugar en el medio: te cuesta, pero si tienes ciertas herramientas y ciertas ideas es un buen punto de partida. Hay cosas que deberíamos aprender a aprenderlas, como cómo vincularte, en las que tenemos mucho más margen del que pensamos.

En la época del sesgo de confirmación, ¿está en riesgo lo que decía Aristóteles de que un amigo es quien te presenta oposición, que te dice que estás equivocado, que por ahí no es?

MS: Puedes estar con un amigo que no te presenta oposición, pero si todas tus amistades son así vas a recorrer una parte de la amistad que es la del confort pero no la parte de la tensión, de descubrir nuevos mundos, de que alguien te lleve de la mano a sitios a los cuales no hubieses ido solo. Es como la ventana de Overton, que dice que cada época y cada sitio marcan una ventana de las cosas que se hablan y que lo que hay fuera parece que no existe. El politólogo Overton dice que el oficio de la política es ir corriendo la ventana. Ahora es muy claro con Trump: tira frases muy largas que primero parecen inadmisibles, pero después empiezan a ser parte de la conversación. Voy a hacer una metáfora provocativamente: los amigos son ese Trump que muchas veces te corre la ventana de Overton y te dice algo que ni siquiera habías pensado como opción. Los amigos son los que de alguna manera te delimitan. A través de la amistad tienes una lente que te permite mirar el mundo con un campo de vista un poquito mayor. Si no tienes amigos que te presenten oposición, tienes una ventana de Overton infinitesimal y ves todo el tiempo lo mismo. La amistad tiene la capacidad de extendernos. Esta idea que tenemos hoy de la zona de confort, las cámaras eco y la polarización en realidad es una decisión propia. Si cultivas amistades cómodas, te quedas en el mismo sitio, pero no es culpa del mundo, es asunto de uno.

«Dentro de poco, el cuñado va a ser una criatura mitológica»

A pesar de la hiperconexión, paradójicamente, cada vez más gente se siente sola, en especial los jóvenes y los adultos mayores. Si las redes de amistad son cada vez más frágiles, en una sociedad en la que cada vez hay más personas solteras y sin hijos, ¿cómo se traduce eso en el futuro en cuanto a las redes de apoyo, sobre todo en la vejez?

Jacobo Bergareche: Es un desastre. Yo vengo de una familia muy extensa, tengo tres hijas, y me fijo mucho en eso: somos el país con la natalidad más baja del mundo después del Vaticano. Hay mucha gente que es hija única, y ahora vamos a la siguiente generación: hijos únicos de padres que son hijos únicos. Aquí en España se habla mucho de la figura del cuñado. Pero el cuñado va a ser una criatura mitológica dentro de poco, no va a existir. Ni el primo ni el hermano, ni esa red en la que se apoyaba la cultura mediterránea. Antes de que existiera la seguridad social, la red era la familia. Pero esa familia, tal como la conocemos, se acaba y lo que nos queda son los amigos, saber tejer una red de amistad, porque no vamos a tener hermanos, ni primos, ni tíos, y lo único a lo que te vas a poder agarrar es de tus amigos, de un sentimiento de fraternidad con el desconocido. Que lo vamos a tener que construir. Por eso me parece más pertinente que nunca hablar de la amistad.

«Si la familia tal como la conocemos se acaba, lo que nos queda es saber tejer una red de amistad»

En el último tiempo han salido muchos libros sobre la amistad, parece que se ha puesto de moda, pero en realidad es un tema que nos acompaña desde la niñez y que ha sido objeto de cavilación filosófica desde la Antigüedad…

JB: Yo creo que hay dos razones. Una de ellas es la extinción de la familia y de las redes de afecto consanguíneas. Entonces hay un imperativo de poner el foco en la amistad, porque depende de nosotros, no de que tengamos hijos. Y la otra es una especie de hartazgo con el amor romántico. Que ha sido la forma de amor dominante en la literatura desde el Romanticismo. Se ha escrito mucho sobre la amistad, pero hace mucho. Escribió Aristóteles, escribió Montaigne, pero después la amistad como fin último de una narrativa ha desaparecido. A la gente lo que le interesaba eran las gónadas, el sexo, la pasión, el relato del amor romántico nos atrapa, ahí está la telenovela. Que se den el beso, que se acuesten, eso nos engancha, en cambio el amor de la amistad nos aburre, porque no tiene grandes picos. Los amigos no van a terminar dándose un beso, la amistad es promiscua: tú aceptas que tu amigo tenga otros amigos. Es un amor tranquilo, que no se extingue.

«El 99% por ciento de los amigos que pierdes es porque los has dejado de llamar»

Entre la gente que entrevistaron hubo posiciones totalmente contrarias: «Si algo comprobamos tras muchas conversaciones, es que el amigo puede ser alguien que se nos parece mucho, o alguien que es totalmente diferente, alguien que es de fiar o alguien que no es de fiar, alguien que es tranquilo y nos da sosiego o alguien que es inquieto y nos activa, en fin, puede ser una cosa y la contraria». En medio de la casuística, ¿llegaron a alguna certeza?

JB: Sí, hay certezas. La primera y la más evidente es que cuando convocas a la gente para hablar de amistad, todos vienen. De hecho, empieza el libro con una frase de Shakespeare: «Nunca estoy tan feliz como cuando recuerdo a mis amigos». Luego, otra certeza es que la amistad es un gran problema en la vida de todos. O sea, que sin amigos no se puede vivir. Uno siempre tiene la avidez de tener mejores amigos y, si no los tiene, de encontrarlos. La amistad es una búsqueda perpetua. Otra curiosidad es que cuando tú preguntas a la gente sobre un amigo que hayan perdido todo el mundo se acuerda de una traición, pero lo que no se acuerda es de que la inmensa mayoría, el 99% por ciento de los amigos que pierdes, es porque los has dejado de llamar. Y un día te los encuentras por la calle y «oye, a ver si nos tomamos un café», pero no pones fecha.

Entre los tópicos de la amistad está el de que tiene que ser eterna, por lo que mucha gente se aferra a amistades que no necesariamente le hacen bien…

JB: Sí, hay un tópico muy claro que es que los amigos de la infancia son los de verdad y después es muy difícil hacer amigos y las que vienen después son amistades de vínculo frágil y más prescindibles. Pero no es verdad. Un amigo de hace dos días puede ser aquel que te entienda y al que le puedas hablar de tu corazón, y al amigo de cuando eras niño de lo único que le puedes hablar es de tu niñez.

Porque además es algo azaroso: no escoges a la gente que va contigo al colegio.

JB: Tampoco creo que escojas mucho en ningún momento de la vida. Tú crees que de mayor escoges a tus amigos y tampoco es cierto. O sea, tú buscas amigos, pero si ellos no están buscando amigos, no serás amigo de ellos. Buscas y encuentras en función de que el otro esté buscando también, de que tenga un sitio para ti. Por mucho que tú digas «joder, es que pensamos igual», a veces la vida no les da sitio para una amistad nueva.

Entonces, finalmente, un amigo, ¿qué es?

JB: Qué es un amigo, fíjate. Hubo mucha gente que intentó explicar esto… Papo Kling, una persona con la que hablamos, dijo que quizás un amigo es aquel que te entiende sin demasiadas explicaciones. A mí me gustó esa definición, es muy buena [risas]. Rosa Montero dijo que un amigo es un perro a partir de 30 kilos.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Amigos de infancia

Sergio del Molino

Las amistades siempre deben ser la parte dulce de la vida, no una prolongación de la amarga. Sin reproches ni rencores.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME