TENDENCIAS
Economía

¿Por qué los jóvenes votan a la derecha?

¡Era la estructura!

Las encuestas muestran un giro a la derecha de la juventud y una preocupación destacada por lo económico. Ante esto, ¿puede una estrategia de la izquierda enfocada en lo cultural ser un contrapeso?

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02
diciembre
2025

«Mi primer trabajo emprendido para resolver las dudas que me azotaban fue una revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introducción apareció en 1844 en los Anales francoalemanes, que se publicaban en París. Mi investigación me llevó a la conclusión de que tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de «sociedad civil», y que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política.

»En Bruselas, a donde me trasladé a consecuencia de una orden de destierro dictada por el señor Guizot, proseguí mis estudios de economía política comenzados en París. El resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.

Marx: «Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella»

»Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua.

»Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos solo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana». (Karl Marx, Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, 1859).

Hace ya un mes se publicó en El País Semanal un reportaje sobre la «derechización de la juventud» (en palabras de la propia publicación), abordando las razones alegadas por algunos representantes de este segmento poblacional. Un reportaje basado en entrevistas y en datos estadísticos. En resumen: los jóvenes españoles nunca han estado políticamente tan próximos a la derecha, en los últimos 40 años, como ahora y con un gap significativo entre hombres y mujeres (más a la izquierda de media que los primeros). Con posiciones más conservadoras que las de la población adulta, cuando tradicionalmente los jóvenes han sido más de izquierdas, al menos en España, que sus mayores.

Como declaran los autores de la publicación, no buscan establecer un debate, sino escuchar los argumentos de los entrevistados y exponer datos sobre las simpatías políticas y preocupaciones o aspiraciones de la juventud.

Aquí únicamente traeré tres referencias estadísticas del estudio (CIS como fuente de los datos):

  • «Los hombres jóvenes que se ubican a la derecha (7-8 sobre 10) han pasado del 12% al 25% desde 2019. Y se triplican los que se colocan más en el extremo: suben del 3% al 10%. Las mujeres jóvenes que se colocan a la derecha (más allá del 7) suben del 10% al 24%».
  • «Tanto por ciento de jóvenes que eligen estos asuntos entre los tres problemas principales: 30% vivienda; 26% economía; 21% inmigración; 17% empleo; 16% problemas políticos; 14% Gobierno y partidos; 10% corrupción y fraude; 10% paro».
  • «Intención directa de voto a cada partido entre los jóvenes de 18 a 29 años: 27,3% VOX; 23,4% PSOE; 21,8% PP; 13,2% otras izquierdas».

Con estos datos sobre la mesa, hay muchos factores interesantes a subrayar, pero en esta ocasión me centraré en uno simple y fácil de apreciar: a los jóvenes les preocupa principalmente la economía.

Ante esta realidad uno se hace la siguiente pregunta: ¿por qué la preocupación por temas como el salario, la inmigración o la vivienda llevan al joven a votar o simpatizar con discursos conservadores y de liberalismo económico? Una consecuencia que los mismos datos apuntan.

Para plantear una hipótesis me remito a los conceptos de materialismo dialéctico que abren esta pieza de análisis (no de opinión, quede claro al lector); referencia algo extensa pero que merece la pena leer con detenimiento por su profundidad teórica.

Tradicionalmente, la izquierda de base marxista ha centrado su programa, su atención, en aquella área en la que los teóricos del socialismo científico habían identificado como el foco de la situación de explotación del trabajador dentro del sistema capitalista: la economía, la estructura, el qué se produce, cómo se produce y se distribuye lo producido y las consiguientes ganancias.

La plusvalía, la relación del trabajador con los medios de producción, la acumulación del capital, la fuerza de trabajo, las clases sociales y sus intereses en liza. Estos, y muchos otros, eran los conceptos que servían para interpretar la realidad y plantear propuestas políticas con el fin último de superar el sistema capitalista de producción (ojo al apellido).

En definitiva, lo económico era el marco básico del debate político de la izquierda rupturista o transformadora. Lo sociocultural también suscitaba interés, pero como hemos visto con las referencias iniciales, era una dimensión secundaria, accesoria de la base.

En las últimas décadas, los partidos de izquierda han corrido un tupido velo sobre la economía

Pues bien, en las últimas décadas, especialmente desde el colapso del bloque del socialismo real, los partidos de izquierda, en general, han corrido un tupido velo sobre la economía y han movido progresivamente los focos del escenario hacia el personaje de la cultura. La estructura ha abandonado la escena, por elección o por necesidad del director, y hoy la superestructura es la protagonista de la obra, con un extenso monólogo.

Aquellos conceptos referidos al mundo del trabajo han desaparecido (o mantenido, pero sin la necesaria actualización) de los discursos oficiales de los partidos de este espectro ideológico, y anteriormente de sus análisis. Otros temas han ocupado su lugar, hoy con total claridad.

Y en el otro lado, ¿qué ha hecho la derecha? Economía, economía y más economía (so pena en su caso de abandonar más de una bandera clásica del conservadurismo, en relación con aspectos religiosos fundamentalmente).

Ergo ante una preocupación social por los aspectos económicos, ¿a quién confiará la ciudadanía su voto? Y más concretamente aquel segmento proclive al cambio radical (de raíz), los jóvenes. Pues lógicamente a aquellos que pongan el acento de sus propuestas políticas sobre la economía y que busquen responsables del malestar en este marco. Y no nos engañemos, hablar de inmigración, en cualquiera de sus dimensiones, tiene un fuerte componente económico: la gestión de los recursos limitados.

Es precisamente esta ausencia de la izquierda política en el plano del debate económico lo que ocasiona que el discurso de los partidos del ala derecha sea tan atractivo para los más jóvenes, incluso cuando el culpable es, como históricamente lo ha sido, el más vulnerable, el inmigrante (más fácil de identificar, además, que los también culpables «por arriba», unas «élites informalistas» y «parapetadas detrás de grandes grupos mediáticos»). En la competición partidista no existe el espacio sin relato.

En la competición partidista no existe el espacio sin relato

Y, para ir concluyendo, rescato otra frase de una de las entrevistas del reportaje que nos sirve de base: «La rebeldía ha cambiado de bando». Hoy el statu quo no está amenazado por las clásicas banderas rojas ni las apelaciones objetivas al voto obrero vienen de los partidos «de vanguardia» con apellidos compuestos.

A modo de cierre, planteo la siguiente hipótesis (algo alentada por ecos neoyorquinos).

Ante el movimiento sociopolítico descrito en los jóvenes (y me atrevo a decir que en amplias capas de la sociedad), la izquierda que busque un cambio significativo en el modelo, si no quiere correr el riesgo de perder posiciones, debería rearmarse ideológicamente (con aquellos conceptos referidos a la estructura rigurosamente adaptados al momento actual y con propuestas atrevidas en lo económico) o asumir que el modelo capitalista es el que históricamente ha triunfado y no se tiene capacidad de hacerle frente y, por consiguiente, cambiar de paradigma y mudar hacia algo nuevo y capaz de plantear una alternativa que genere ilusión en las capas medias y populares; pero dentro del «sistema» y, probablemente, con el centro político como espacio clave para alianzas y la relación economía social-cambio climático como eje discursivo.

Ambas opciones requerirán, obviamente, de un esfuerzo intelectual de análisis considerable, pero la opción de seguir compitiendo, desde la izquierda, con foco en lo cultural o con conceptos del siglo XIX y XX sin adaptarse debidamente a una sociedad global, digital e impactada crecientemente por la crisis climática (agudización de la escasez de recursos y de las desigualdades económicas), no tiene muchos visos de éxito, a la luz de la demoscopia y de la política comparada.

En aquel lejano ya 15M un símbolo de las protestas fue agitar las llaves al aire para que su sonido recordara el problema de las dificultades materiales para la emancipación de los jóvenes y de acceso a la vivienda. Hoy no se escuchan esas llaves en las plazas, pero su sonido está muy presente en las redes sociales y los datos muestran la vía de canalización de un más que justificado malestar generacional.

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