ENTREVISTAS

«Nunca los nacionalismos han tenido tanto peligro»

Núria Espert, la gran dama del teatro en España, reflexiona sobre las aristas del mundo en el que vivimos a lo largo de un penetrante diálogo conducido por el jurista y escritor Antonio Garrigues Walker.

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Daniela Coello
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27
febrero
2014

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Daniela Coello

Núria Espert, la gran dama del teatro en España, reflexiona sobre las aristas del mundo en el que vivimos a lo largo de un penetrante diálogo conducido por el jurista y escritor Antonio Garrigues Walker y organizado por la revista Ethic.

¿El  teatro es un mundo ético?

El teatro es ético por naturaleza, por esencia. Después, los avatares que lo rodean lo convierten en inútil. Pero el teatro fue creado para hablar de ética, para la reflexión y, por qué no, para la diversión. Cuando me preguntan si el teatro tiene que ser político, siempre respondo que no puede no serlo porque la política es ética, aunque a veces esta afirmación parezca un chiste.

Partes de la base de que el teatro no tiene otro remedio que ser político y, por tanto, ético. Eso quizá se pueda decir de la mayoría de las profesiones. De la abogacía, por ejemplo. Tiene que ser ética, busca el bien común. Pero en el mundo de la abogacía hay todo tipo de actitudes. Dentro del mundo profesional del teatro, ¿los actores se respetan, son solidarios?

Es un mundo de buenas intenciones. Toda la gente que está en el mundo del teatro prefiere el buen teatro al mal teatro. No creo que uno solo de nosotros prefiera un texto banal a un buen texto, aunque después las facultades de cada uno determinan carreras que no se corresponden al deseo del artista.

¿Estás de acuerdo con que en general en el mundo del teatro, más que en el mundo del cine, los intereses económicos no forman parte del cuadro esencial de la vida de los actores? No sé por qué detecto en el mundo del teatro cierta ingenuidad económica. Contigo es inequívoco.

El comportamiento es diferente. En el cine, buscas que te ofrezcan más películas, que la película dé dinero y que tu trabajo merezca un elogio. En cambio, en el teatro se cambian grandes proyectos económicos, por pequeños. La gente busca más abiertamente la calidad y la excelencia. Si le ofreces a un actor que está haciendo una serie, cobrando dinero, que interprete un Chéjov, el actor no tiene ninguna duda. Se le enciende una luz en la mirada, una posibilidad distinta en su vida. Aunque después pueda no cobrar. Porque el teatro como negocio es inexistente.

La verdad es que sí. Se habrán dado casos de buena rentabilidad, pero no  comparado con otras actividades.

No hay ningún actor específicamente de teatro que sea millonario, no hay exhibición de dinero. Y en el mundo del cine cuando tienen mucha suerte, sí existe. Para los grandes del cine existe; para los grandes del teatro, no.

Estoy siguiendo muy de cerca el movimiento ‘crowdfunding’, que consiste en pedir ayuda al público general para financiar un proyecto. Hay experiencias aceptables, y otras negativas. Pero este tema, el de la financiación del teatro, es un tema importante.

La esponsorización en España no se ha desarrollado en absoluto. Le dimos a los gobiernos más de lo que había que darles. La sociedad no se ha estructurado, no ha buscado cómo protegerse, cómo crear. En Inglaterra, por ejemplo, si mis amigas quieren hacer un proyecto, no recurren al Estado y no esperarían una subvención.

Hay empresas que invierten en responsabilidad social corporativa y que a través de sus fundaciones financian conciertos o exposiciones, pero al teatro no se destina prácticamente nada. No les parece rentable. Y es un tema que en España habría que cambiar radicalmente.

Me pregunto si puede ser porque piensan que nuestro público no es un público glamouroso. El amante del teatro, el que busca la excelencia del teatro, no se va a poner los brillantes para vernos.

 Tú has recorrido todo el mundo. Tienes una dimensión global. Yo siempre le digo a los jóvenes que tienen que tener esa visión, una mente global. ¿Cómo ves el mundo desde tu óptica humana?

«La sociedad española no se ha estructurado, no sabe cómo protegerse»

Lo veo de dos maneras diferentes: nunca ha sido tan global y nunca tanta gente ha querido que sea tan pequeño. Nunca los pequeños nacionalismos han tenido tanto peligro como hasta ahora. Hay gente que viaja con ese espíritu y al volver a casa, quiere declarar la autonomía de una calle. Que esta calle no va a ser de este pueblo, este pueblo no va a ser de esta ciudad, esta ciudad no va a ser de esta comunidad…

Es lo paradójico, o como decía Unamuno, lo ‘parajódico’. Esto tiene algo de ‘parajoda’. Cómo vivimos una globalización irreversible y al mismo tiempo nos encontramos estos sentimientos tan locales, tan primitivos, tan excluyentes, tan sectarios…

Esa frase que dice que el nacionalismo se cura viajando no es cierta.

Alguien decía que el tipo de turismo que se hace es un turismo tan superficial, que no hay el menor deseo de penetrar en esa cultura.

Tienes toda la razón. Pero después también hay personas cultas que daría la impresión de que deberían impregnarse de ese sentimiento de soy de todas partes, pero eso no se produce.

Van a Berlín a ver las cosas que hay que ver en Berlín y ya han cumplido su misión. ¿Pero por qué no se leen un libro? Yo siempre me he preguntado por qué en los aviones no llevan siempre un libro de allí a donde vas.

Esa es una idea fantástica.

¿Qué sensación global tienes del mundo? El otro día dudaba entre los peligros de la utopía. Ahora ya somos conscientes de la pobreza horrorosa que hay en el mundo, de las miserias globales, del ataque a la mujer… ¿Pero hay en el mundo voluntad de afrontar esos temas?

No, yo no la veo. Una de las cosas que más me han presionado en mi vida es la película 2001: Una odisea del espacio. Me conmovió y me hizo entender un montón de cosas. Yo creo que la llegada de la tecnología es como un pedrusco que ha caído en el mundo, aunque no nos demos cuenta. Lo que no sé es si ayudará a crear un mundo más igualitario.¿Servirá la tecnología que haya más igualdad?

El otro día Valentín Fuster decía precisamente que la tecnología podía cambiar la sanidad. Él puede recibir la petición de información de un médico que está en una montaña en Perú. Este es un aspecto tremendamente positivo de la tecnología. El problema es cómo controlar este fenómeno. Hemos visto el tema del espionaje americano. Eso se puede hacer, el problema es qué otras cosas se pueden hacer de las que no estemos al tanto. Me preocupan los ataques a la intimidad y la privacidad. Volvemos a la concepción oriental del yin y el yang. De vez en cuado veo actitudes que dicen que esto del desarrollo tecnológico es un horror. Pero yo tengo una actitud positiva.

Yo tengo una actitud positiva también, pero llena de reservas en el sentido de que nadie va a controlar su avance. Me parece una cosa maravillosa y peligrosa a la vez. Y absolutamente fuera de nuestro control.

Estamos viendo el avance del nazismo, no sólo en Grecia, también en el mundo culto. En Francia, Marie Le Pen puede llegar a ganar las elecciones. Esto también tiene que ver con lo grande y lo pequeño que antes decías. Hay más aspiraciones democráticas, pero también están naciendo aspiraciones antidemocráticas.

Cuando me siento muy pesimista no me gusto a mí misma porque no es mi carácter. Pero creo que Grecia ahora es un paciente que está agonizando y veo a los líderes europeos dando vueltas alrededor de su cama, viendo cómo agoniza. Tienen la medicina, pero no se la dan. Y por otro lado, aparecen estos salvapatrias. Da un miedo terrible.

Incluso en Estados Unidos también existe esa ala tremendamente conservadora, el Tea Party.

Que niegan la evolución de las especies, entre otras barbaridades. El pueblo norteamericano que hace tantas cosas maravillosas pero que, de pronto, convive con el fanatismo.

Volviendo a nuestro país, ¿crees que en España existe una corrupción sistemática?

No, no creo que sea un país corrupto. Creo que los españoles no son corruptos, pero sí creo que hay una corrupción absolutamente brutal e intolerable en nuestros políticos. Creo que ahí arriba sí que hay mucha más corrupción de la que yo he pensado nunca. Ahí se ha ido creando, desde el franquismo con manos más burdas y luego con manos más delicadas, una capa corrupta de nombres y apellidos. Es muy alarmante. Pero no es un país corrupto o de ciudadanos corruptos.

Estoy de acuerdo con que nuestra ciudadanía no es corrupta.

Y es  extraño porque yo creo que una dictadura propicia un pueblo corrupto. Pero eso aquí eso no ha ocurrido. Arriba hay muchísima y creo que también la puede haber en los jueces: los años y años que se tardan en dictar sentencia de casos evidentes. Esos pueden ser focos de corrupción. Corrupción hubo con Felipe González, con Aznar, la habrá habido con Zapatero y ahora está saliendo toda la basura del partido que gobierna.

El que no haya un pacto global en un tema tan decisivo como la educación es otra irresponsabilidad de los políticos. No tienen derecho a que no haya pacto porque están tratando con los temas que afectan de verdad a la esencia de la ciudadanía.

El proyecto de Gabilondo era aceptable para todo el mundo. Para España sería un avance enorme que los dos partidos mayoritarios aceptasen no modificar una ley.

Nuria, quería terminar preguntándote por el Papa Francisco. A mí me encanta. Si el Papa es capaz de ir adelante, se puede producir una onda moral maravillosa en el mundo.

La produce permanentemente con cositas muy pequeñitas que hace. Desde cosas como qué zapatos lleva, dónde come… Y cómo habla de una iglesia pecadora, de una curia nefasta…

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