ENTREVISTAS
«La gente puede ser feliz a pesar del sistema político y del entorno»
Ethic entrevista a Eduardo Punset: su capacidad para divulgar aspectos científicos de dimensiones de la vida tan importantes como la felicidad o el amor le han llevado a máximos de popularidad.
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COLABORA2013
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La formidable capacidad de Eduardo Punset para investigar y divulgar aspectos científicos de dimensiones de la vida tan importantes como la felicidad o el amor, y su facilidad para conectar con el público, le han convertido en una de las personalidades más cotizadas del momento. En esta entrevista afirma, rotundo, que «cualquiera tiempo pasado fue peor, mucho peor».
¿Cuáles son las claves para la felicidad en el siglo XXI?
Aparentemente serían muy sencillas. Los factores están al alcance de todo el mundo. Por ejemplo, algo tan sencillo como dormir bien es clave. El insomnio resulta fatal para poder ser feliz y eso lo hemos comprobado con las ratas. Una rata tiene una esperanza de vida de dos años y medio o tres años, pero sólo vive ocho meses si no la dejas dormir. Otra cosa que está demostrada es que, de cara a la felicidad, es mejor pensar que hacer. Es decir, es más fácil acceder a la felicidad pensando, restringiendo la actividad al pensamiento, que actuando y haciendo cosas. Y normalmente la gente tiende a lo contrario, tiende a no parar de hacer cosas y retrasar la idea de buscar el diagnóstico de la situación actual, es decir, de saber lo que pasa.
Otra instancia de lo fácil que en teoría sería acceder a la felicidad es que sabemos que es mejor un amigo, o una amiga, que un fármaco. Esto está probado. El fármaco, incluso cuando es un antídoto del estrés, no sabemos con certeza sus efectos secundarios ni en qué momento empieza a actuar. Cuando uno mira de entrada los factores y los secretos de la felicidad, están casi todos vinculados a cosas que no son extraordinariamente caras o inalcanzables. Cuando hemos estudiado las dimensiones de la felicidad, es decir, aquellos hechos que realmente si los ejecutas alcanzas la felicidad o, al contrario, la apartas, resulta que la ausencia de miedo es un requisito indispensable para la felicidad. No cabe hoy ninguna duda, y éste es el primer descubrimiento que hicimos al estudiar las dimensiones de la felicidad: el miedo ahuyentaba las posibilidades de ser feliz. ¿Cuál fue el descubrimiento posterior que tuvo, a mi juicio, una importancia enorme? Después de muchos experimentos, resulta que un poco de soledad, al contrario de lo que creíamos, es buena. Un poco de ansiedad y un poco de tristeza, también son buenas. Se trata de emociones negativas que en una cantidad mínima y adecuada, si sabemos gestionarlas, contribuyen a la ausencia del miedo. Son emociones que te permiten calibrar los peligros que te acechan y gestionar las emociones negativas. Por tanto, son también parte del camino hacia la felicidad. Cada vez que decimos que la felicidad es la ausencia de miedo tendríamos que decir enseguida, que para que no se produzca este miedo hace falta gestionar bien emociones como la soledad, la ansiedad o la tristeza.
¿Y qué relación hay entre ética y felicidad? ¿Podríamos hablar de una proporcionalidad o de una interactuación entre ética y felicidad?
«La ausencia de miedo es un requisito indispensable para la felicidad»
Normalmente sí hay una relación. El psicópata se caracteriza por una falta absoluta de altruismo. Los médicos le definen como aquella persona que es incapaz de ponerse en el sitio del otro. Si ser psicópata quiere decir ser incapaz de experimentar el sentimiento de otra persona, lo contrario también es cierto, es decir, una persona feliz tiene que ser necesariamente altruista y tiene que saber, necesariamente, saber ponerse en el lugar de otro. Es muy curioso eso. ¡Es que de las emociones no sabíamos nada! Y ahora realmente sabemos muy poco, aunque empezamos a saber algo. Una de las cosas que eran clarísimas es que sin esa capacidad de asumir el sufrimiento de los demás no podíamos ser felices. Hay autores, como Matthieu Ricard, que van al extremo: dicen que la felicidad consiste justamente en esta capacidad de saber ponerse en el lugar del otro.
¿Y cómo influye el sistema político y económico en la felicidad?
Es muy curioso porque cuanto más lo analizamos más fácil es llegar a la conclusión de que la felicidad tiene poco que ver con el sistema económico. Qué duda cabe de que un sistema político abyecto y corrupto, como ocurre tan a menudo, supone teóricamente un obstáculo para lograr la felicidad. Pero lo que hemos podido ver es que la gente puede ser feliz, a pesar del sistema político y del entorno. Como apuntábamos antes, los requisitos para poder acceder a la felicidad están prácticamente al alcance de todo el mundo. Es muy barato, por ejemplo, depender de una amistad para ser feliz. Las dimensiones de la felicidad dependen, en primer lugar, de las relaciones personales, en segundo lugar, del sentimiento de saber si controlas tu existencia, y en tercer lugar, si has identificado cuál es tu elemento y has profundizado lo suficiente en cómo controlarlo. Las tres dimensiones tienen poco que ver con el sistema político y económico.
¿Pero no hay una incidencia de una sociedad de consumo que crea necesidades artificiales?
«Hay una relación entre ética y felicidad»
Yo creo que al ciudadano lo que le perjudica más es el ejemplo de la política, el ejemplo de los demás, que le indican la necesidad de cambiar de idea o de no cambiar y aferrarse a lo que ellos consideran cierto. Es paradójico que la estructura del agua pueda pasar de líquido a gaseoso y de gaseoso a sólido y que, en cambio, que la gente no acepte cambiar de ideas.
¿Y qué pasa con esas futuras generaciones que puede que sufran las consecuencias del cambio climático?
Cuando comparamos la situación actual con lo que ha ocurrido antes de llegar al momento en el que estamos, llegamos a la conclusión, como he dicho tantas veces, de que cualquiera tiempo pasado fue peor. Mucho peor. Es que no tiene comparación. Empezando por lo que ocurrió hace 600 millones de años, cuando conseguimos pasar la frontera de los organismos unicelulares, débiles, perseguidos y acosados al cuerpo multicelular que somos.
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