ENTREVISTAS

«En España la educación está ideologizada»

El filósofo José Antonio Marina no ceja en una de sus obsesiones: llevar a cabo una profunda reforma del sistema educativo que permita a España sentar las bases de un nuevo modelo de crecimiento.

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Javier López-Galiacho (FCC)
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23
enero
2011

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Javier López-Galiacho (FCC)

El filósofo José Antonio Marina no ceja en una de sus obsesiones: llevar  a cabo una profunda reforma del sistema educativo que permita a España sentar las bases de un nuevo modelo de crecimiento. En esta entrevista denuncia que la educación se haya convertido en un arma política y reflexiona sobre los movimientos ciudadanos, la sociedad de consumo y el futuro de la Unión Europea.

Los informes sobre la situación de la educación en España son desoladores. ¿Ve factible una reforma del sistema educativo?

Cuando se habla de educación casi nunca se habla de cifras, se habla de impresiones y cuando se ven las cifras reales el asunto no es tan dramático como parece. La inversión en educación en España ha subido muchísimo hasta el 2009 y, sin embargo, no ha ido acompañado de una mejora en los resultados. Cuando nos fiamos sólo de las evaluaciones de PISA (Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos), que son muy sectoriales, únicamente atendemos a la medición del índice de lectura, de comprensión lectora y del índice del conocimiento matemático y científico. Pero hay otra medida muy importante en la que estamos muy bien, el índice de equidad educativa. Nosotros hemos conseguido integrar a los alumnos mucho mejor que otros países y, sin embargo, no se valora. Si en vez de ver el hit parade de PISA por Estados lo hacemos por regiones, vemos que hay algunas que están francamente bien, en los primeros números de toda la relación, por ejemplo Castilla-La Mancha o La Rioja. Eso significa hay unas regiones que tienen muy buen sistema educativo y otras que tienen uno muy malo, como Andalucía, Valencia, Ceuta, Melilla y Baleares. Al precisar hay que ir a las cifras y ver cuál es la situación real y ésta es que tenemos un sistema educativo mediano, mediocre y que está estancado. Por otro lado, tenemos la mejor escuela. No es lo suficientemente buena para un momento en el que la gran riqueza de las naciones es el talento y, una de dos, o estamos en condiciones de formar a nuestros chicos para que aprovechen las oportunidades que va a tener una sociedad globalizada y ferozmente competitiva o los vamos a dejar marginados. Ese es el asunto de la educación. ¿Se puede hacer una reforma educativa en profundidad? Por supuesto ¿Es cuestión de dinero? No, el gran fracaso de la educación de España no es cuestión de dinero. Hemos invertido razonablemente bien, porque estar alrededor del 4.7%-4.9% de inversión estatal, más la inversión de las familias, es una cifra razonable. Nunca ha sido problema de dinero, ha sido un problema de gestión; en España hemos tenido unos pésimos gestores educativos. Y no se trata de cambiar las leyes, se trata de cambiar la gestión. La educación en España está ideologizada. Y ha habido una pereza, una inercia y una realidad muy triste: en España la educación no le interesa ni preocupa a nadie. Cuando se hacen las encuestas del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) sobre qué preocupa a los españoles, la educación nunca aparece. Lo hace cuando de repente hay un problema social o se presentan los informes PISA, pero no nos podemos acordar de la escuela como de Santa Bárbara, sólo cuando truena. Hay que preocuparse en serio porque el futuro político, social, de convivencia y económico de un país depende de la educación.

La OCDE advierte que España tiene la tasa europea más alta de jóvenes que ni trabajan ni estudian. Si tuviera que apostar por una primera medida, ¿cuál sería?

El informe de OCDE es muy interesante y también nos ha dicho algunas cosas que no podemos olvidar. La diferencia que hay entre los alumnos de un centro es mayor que la diferencia que hay entre distintos centros, lo cual significa que se trata de que en cada centro hay que gestionar la educación. El problema de los chicos que ni trabajan ni estudian es un fenómeno complejo. En España no hemos tenido una cultura de trabajo para la gente joven y tanto la enseñanza secundaria como la universidad han estado desligadas del mundo laboral. Se ha movido en una especie de cielo platónico donde lo importante es que supieran, pero no había relación entre las enseñanzas y el trabajo. Hemos estado descuidando la educación profesional, que es la gran salida laboral de Alemania, por ejemplo. En una sociedad muy clasista y con muy poca movilidad social, como es la española, la única forma de ascender en teoría socialmente era tener un título universitario y hemos degradado la formación profesional. Necesitamos prestigiar y dar categoría a la formación profesional. En segundo lugar, necesitamos relacionar los estudios con el mundo del trabajo, a partir del último curso de secundaria y también de bachillerato y de la universidad.  Después, tenemos que crear costumbres como las que tienen los países anglosajones, donde los chicos trabajan mientras están haciendo sus carreras universitarias. Además, hay causas buenas que producen efectos malos y eso en España está pasando con la protección que ejercen las familias sobre sus hijos. Que es buena, porque nos está librando de muchos problemas sociales; pero es mala, porque no se les están acostumbrando a la idea de que tienen que independizarse.

Hay un divorcio preocupante ente los ciudadanos y las instituciones que gobiernan y toman decisiones con impacto: desde la clase política a los líderes empresariales o sindicales. ¿Por qué se produce esta fractura?

En el siglo XX se implantó la cultura de la sospecha con algunos representantes muy claros. Freud y Nieztsche fueron apóstoles de la sospecha. Hay sospechar de todos porque en el fondo hay una voluntad de poder. Después se hundieron estrepitosamente grandes instituciones; el Estado por ejemplo, las Iglesias, las grandes ideologías, el concepto de nación. Se habían hundido porque habíamos tenido durante toda la primera mitad el siglo XX el triunfo de las ideologías fuertes, con una estructura institucional fortísima: el nazismo, el fascismo, en España el franquismo. Cuando se ve la Historia del nazismo, vemos un sacrificio moralmente tremendo hacia sus soberanos, había que morir y por desgracia matar por el bien de la nación. Hemos manejado en nuestra idea política muchísimas ficciones y todas las instituciones han caído en descrédito, lo cual es malo porque necesitamos instituciones. Respecto a los políticos, se relacionaron con el poder y no con la resolución de problemas para el ciudadano, y el ejercicio del poder tiende a ser totalitario, porque no tiene sistema de frenos, y tiende a llegar hasta donde pueda. Desconfiamos mucho del poder y cuando lo que vemos en el político es la lucha por el poder, y no la capacidad para resolver problemas, su figura se desacredita. Necesitamos reivindicar y prestigiar la figura del político.

 ¿Y qué opina de movimientos ciudadanos como el 15-M u Occupy Wall Street?

Son buenos y yo los elogio; porque se estaba imponiendo la idea de que los individuos no tenían posibilidad de influir en los movimientos sociales. El derecho de votar era demasiado poco. Hay una especie de pasividad, de pereza; en España yo creo que había todavía un inconsciente franquista de que me arreglen los problemas los demás, de manera que los movimientos son un poco de conciencia. El procedimiento me pareció confuso -se estaban pidiendo cosas muy tontitas-, ineficaz y que iba a tener muy poco recorrido. Pero si no nos ponemos de acuerdo en una junta de vecinos, cómo vamos a resolver los problemas de una nación en asambleas de barrio, que luego van a las comunidades, que luego van a las ciudades. El peor enemigo de los movimientos del 15-M no lo podría haber hecho mejor para desactivarlos. No sé quién dijo que una de las grandes cumbres de la inteligencia humana es la Constitución de los Estados Unidos. Es verdad. La hicieron gente muy bregada en los asuntos mundanos, que sabían muy bien de qué iba esto y desconfiaron de muchas cosas. Hicieron un balance de poderes donde nadie mandaba lo suficiente y se negaron radicalmente a la democracia directa. Lo que tiene que haber es una cesión representativa en personas que van a poder decidir, discutir, estudiar y que después tendrán que conectar con sus votantes, porque son representantes suyos. Pero quien habla es el representante, no la algarabía ciudadana. Yo creo que fue una ocasión perdida y si no retoma una hoja de ruta clara para realizarse y hacerse presente de alguna manera, al final se convierte más en una explosión emocional que en un programa práctico para cambiar la sociedad.

En España hemos cometido tropelías como construir 52 aeropuertos para 17 autonomías o arrasar el litoral a través de especulación urbanística. ¿Hemos confundido Estado de Bienestar con Estado del Derroche?

Hemos confundido la decencia política con la sinvergonzonería. Es que eso es estupidez, pero ahí todos somos culpables. Todos hemos sido testigos y no hemos protestado. Solamente hay que ver cómo el reconocimiento de la corrupción de políticos no ha influido casi nunca en las siguientes votaciones; se les ha vuelto a votar por una cosa que es una demostración de estulticia democrática. Cuando una persona dice que haga lo que haga vota al mismo partido, apaga y vámonos. ¿Pero si controlar al partido, al gobernante es una de las funciones del voto? El voto cautivo es a la democracia como la mixomatosis al conejo.

Vivimos en una sociedad hiperconsumista, el consumo está en todas partes. ¿Cómo afecta este modo de vida a nuestra felicidad?

Pues afecta mucho más sutil de lo que parece. En este momento, una de las principales razones de la felicidad está en el mercado bien abastecido, en el que todos queremos vivir. Por tanto hay que reconocer sus problemas y defectos, pero también que tiene cosas fantásticas. Defectos que se ven a largo plazo y uno de ellos es que ha cambiado la dinámica del mundo de la producción. Antes hablábamos de las necesidades y el mundo económico producía cosas para satisfacer esas necesidades. Llegó un momento en el que el mundo productivo empezó a producir más cosas de las que se necesitaban y hubo que poner en funcionamiento todo un sistema de suscitación de deseos para que alguien comprase lo que se fabricaba. De manera que se produce al revés: las sociedades no dirigen la producción, sino que la producción tiene que  convertirse en  una fabricación de deseos. Y ahora hay una insistente campaña de publicidad dedicada a excitar los deseos de la gente. Son un tipo de deseos muy especiales: tienen que ser compulsivos, porque van dirigidos al acto de comprar, y muy efímeros en la satisfacción para que la necesidad de compra se reactive. Hay que tener impulsos inmediatos, muy fuertes y que se sustituyen por otros. Mételo en una clase y tienes un tipo de hiperactividad. El niño que está enfrente del televisor haciendo zapping. Ahora hay un fenómeno nuevo que va cuajando: la hiperactividad cognitiva, que es la necesidad de tener mensajes muy breves y muy continuos.

Europa, ese viejo continente que parece que se resquebraja, que parece más viejo y cansado que nunca

La existencia de la Unión Europea es un milagro. Yo creo que está teniendo muchas dificultades, pero es que era una cosa dificilísima. Bastante hemos hecho y progresado; pero no hemos cuidado cosas importantes. Por ejemplo, una de las facetas trascendentales de una educación cívica es que hay que hacer una educación ciudadana europea. Estamos en un momento en que parece que se resquebrajan las cosas porque hay un fenómeno de autodefensa que se da en todo el mundo. Cuando hay un movimiento de globalización, empiezan a surgir miedos de perder identidades y hay refugio en los fanatismos, en los integrismos, en las tradiciones, en las identidades nacionales. Es un reflejo de defensa y eso es algo muy poderoso, porque todo el mundo tiene miedo. En este momento la solución para los problemas de Europa está en más Europa, no en menos. Yo espero que haya gente con el suficiente talento político como para salir adelante, pero no se acaba de ver muy bien si en este momento los dirigentes tienen ese talento político que hace falta. Como el que tuvo Alemania para hacer una cosa que hubiera parecido imposible asimilarlo a Alemania del Este…

Pero en ese momento tan decisivo también contó con el apoyo europeo…

Claro. Pero si cuando Alemania nos da dinero no es que se haya vuelto Teresa de Calcuta, es que se ha dado cuenta de la interacción que hay entre las naciones, que todos dependemos un poco de todos. El efecto mariposa -el aleteo de una mariposa en Pekín produce un huracán en las Bermudas- es así. Y para eso necesitamos una lógica sistémica, no una lógica nacional. Por eso quienes intenten meter las lógicas nacionales van a tener muy poquito resultado, porque antes o después van a tener que cambiar.

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