ENTREVISTAS
«Si España quiere erradicar la pobreza, la solución pasa por no recortar en educación»
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COLABORA2020
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La ministra de Educación, Isabel Celaá, tiene por delante un reto crucial: restablecer las clases para los 9,5 millones de alumnos que dejaron de asistir a la escuela debido a la emergencia sanitaria. Mientras la octava ley de educación de nuestra democracia trata de abrirse paso en el Congreso, Celaá explica en esta entrevista a Ethic cómo el Gobierno trabaja contrarreloj para que los colegios vuelvan a abrir sus puertas.
La emergencia sanitaria ha golpeado directamente a nuestro modelo educativo. ¿Qué impactos son los que más le preocupan?
Sobre todo, el impacto sobre la falta de equidad. La escuela en sí misma es insustituible porque es compensadora de desigualdades de origen: en el aula, un alumno es igual al otro e interactúa con el profesor con sus propias condiciones y desde sus propias circunstancias, aunque en el hogar existan impactos desiguales. Por tanto, estos dos meses sí que repercuten en que esa carrera se produzca en términos de equidad. Del lado inverso, este tiempo ha servido para un desarrollo muy importante del alumnado en términos de destrezas emocionales, de desarrollo de capacidades para la propia organización y la responsabilidad de seguir individualmente el currículo. En ese aspecto, en dos meses hay muchos jóvenes que han avanzado más que otros en años. Esas capacidades de equilibrio del propio ser, que a veces se tardan mucho tiempo en adquirir, han de ser evaluadas. También se han adquirido capacidades cognitivas importantes y, sobre todo, se ha hecho avanzar la digitalización de manera muy significativa, y aquello que habíamos extendido en el tiempo, por mor de la pandemia lo hemos acelerado de manera importante. No obstante, obviamente, todavía tenemos una parte de alumnos desconectados en el sistema, y es por eso por lo que se ha puesto en evidencia que las cuestiones para la modernización del sistema educativo –que ya habíamos incluido en el proyecto de ley–, se muestran cada día más eficientes y de necesidad más perentoria.
¿Cuáles son los planes de su Ministerio para reforzar la digitalización?
En la primera conferencia sectorial que mantuve con los colegios y con las comunidades autónomas a finales de marzo, la primera petición que les hice era que trataran de identificar a aquellos alumnos desconectados en el sistema, y han venido trabajando de forma coordinada y muy lealmente en este asunto. Como Ministerio, nosotros hemos proporcionado tarjetas de datos que hemos repartido entre las comunidades autónomas gracias a la gentileza de empresas que nos han dado generosamente la ayuda que les hemos solicitado. Las comunidades, a su vez, han hecho compras y han proporcionado otros recursos al alumnado. En este momento, estamos a punto de abordar una actuación pública de mayor entidad en combinación con el Ministerio de Desarrollo Económico, a través de Red.es. Todavía no hemos aquilatado la cantidad, pero será una intervención importante que irá dirigida fundamentalmente a aportar recursos digitales para que el alumno o alumna sea autónomo digitalmente. El objetivo es que cada uno tenga su propio recurso –una tablet, por ejemplo–, para poder seguir la clase que se da de manera presencial o hacer trabajos y proyectos interdisciplinares, ya sea desde el propio centro, en otro grupo o en un lugar distinto al aula propiamente dicha. Nuestro programa de digitalización pasa por aportar un recurso individualizado, por seguir dando una formación online al profesorado y, evidentemente, por reforzar las plataformas digitales de los centros.
La dificultad para acceder a los beneficios de la revolución digital aparece tanto en las capas más desfavorecidas de la sociedad como en las zonas más despobladas, esto es, en la España vacía. ¿Nos puede decir qué planes se están articulando para esos territorios?
«Nuestro propósito es que todos los alumnos tengan conexión suficiente para seguir las clases en el centro educativo o en otra parte»
Nosotros veníamos trabajando mucho en la ruralidad a través de las llamadas aulas mentor, aulas de Formación Profesional que se dirigen a poblaciones rurales que no tienen otra forma de conectarse al sistema educativo y en las que hacemos una especie de elemento puente para poder integrarlas a Formación Profesional y, finalmente, al empleo. Tenemos un país en el que, afortunadamente, la banda ancha cubre aproximadamente el 85% del territorio y hay pocas zonas que están sin fibra óptica. En aquellas que lo están, hemos proporcionado datos a los alumnos y les hemos dado la posibilidad de trabajar como se hace a través de un teléfono móvil. Nuestro propósito es que el próximo curso todos los alumnos y alumnas tengan conexión suficiente para poder seguir las clases, ya sea en el centro educativo o en otra parte. Ahora mismo trabajamos junto a las comunidades autónomas y ellas junto a los 28.000 centros educativos que hay en España, que se han convertido en el cosmos sobre el que articular o pivotar todas las respuestas, para dar una respuesta satisfactoria el próximo curso en términos de educación y también de conciliación. Para ello, todos los espacios físicos y educativos del centro estarán a disposición de todos los alumnos, no solo las aulas y, obviamente, también lo estará el profesorado.
Usted ha dicho que la educación presencial es insustituible. ¿Cómo se tienen que preparar los colegios para asegurar las clases sin que eso suponga un potencial riesgo sanitario?
Lo están haciendo ya. Teniendo en cuenta los requerimientos sanitarios, todos los centros educativos de España están estableciendo las distancias entre puestos escolares, viendo qué otros espacios se podrían habilitar, cuáles son sus necesidades para poder hacerlo… Entendemos perfectamente que las etapas de Infantil y Primaria son las que tienen más dificultad para trabajar online y, por lo tanto, necesitan y requieren prioridad para ocupar los espacios físicos de los centros, donde deberán recibir las clases. También lo hará el alumnado de Secundaria, de Formación Profesional y de Bachillerato: queremos que todos tengan posibilidad de acudir presencialmente a los centros, pero por eso hemos de estudiar cómo adecuar todos los espacios físicos para que estén a disposición de todos los alumnos, más allá de sus funciones como aulas, bibliotecas, gimnasios o salones de actos. En este momento estamos inmersos en la misión de articular centro a centro cómo se reparten los espacios y cómo se optimizan todos los recursos de los centros, porque en muchos de ellos también se da un servicio de comedor que también pretendemos mantener. Hay que pensar en todas estas circunstancias, que son precisamente las que hacen que la educación sea un tejido a tratar con mucho cuidado y esmero, ya que tiene dificultades especiales: hay que considerar el transporte, el comedor, todos los niveles de enseñanza…
¿Se replantearán también los horarios?
Ahora estamos diseñando y planificando para conseguir que todo el mundo pueda estar en el centro, para lo cual, como digo, habilitaremos otros espacios. Aunque ese es el objetivo, no es óbice para pensar que, teniendo en cuenta que no sabemos cuál va a ser la evolución de la pandemia, en un momento determinado aquellos que trabajan mejor online puedan seguir sus enseñanzas en otro lugar diferente al aula. Insisto que estamos diseñando una respuesta para acoger a todo el alumnado diariamente y con horarios similares y para eso estamos pidiendo a los centros que organicen primero una actividad normal, como lo hacen siempre y, además, una contingencia. Esta última responderá a una evolución determinada de la pandemia, que no sabemos cómo será y, por tanto, se va articulando a medida que se produce. Antes de finales de junio, todos los centros tendrán tanto una respuesta de cómo funcionarán en circunstancias ordinarias normales como su sistema de contingencia para lo que pueda pasar.
Entre los padres hay una gran inquietud porque septiembre está a la vuelta de la esquina.
Todos los centros educativos están trabajando mucho y muy bien, y todas las comunidades también. Conocemos la expectativa legítima de las familias, pero hay una gran responsabilidad en el sistema y por eso trabajamos con la idea de poder incorporar al alumnado a los espacios educativos, sean en el propio centro como en los espacios en otras entidades si es necesario.
Más allá del momento puntual que atravesamos, con toda su gravedad, el sistema educativo ahora tiene que reformular su dinámica para saber responder a posibles crisis futuras. ¿Cuál es la estrategia?
La enseñanza online ha venido para quedarse. Hemos dado un gran paso y vamos a dar todavía más, porque hemos aprendido mucho en estos meses: los alumnos de Bachillerato y ciclos superiores han trabajado muy bien y han podido seguir clases en streaming con buenos resultados. Hay una modalidad de FP a distancia que ha funcionado de manera muy eficiente también y, además, estos alumnos también tendrán algunas estancias en centros de trabajo, algo que pensamos intensificar para avanzar en formación profesional dual. Por tanto, aquí también podemos contar con las empresas, que abrirán sus puertas de manera corresponsable para los alumnos que realicen sus prácticas allí. Primero, esperamos que la pandemia vaya amainando; segundo, que de no ser así recibamos pronto la vacuna; y, en tercer lugar, vamos asumiendo algunas responsabilidades sobre otras entidades con préstamos de espacios, algo en lo que las empresas han sido extraordinariamente responsables. Entre todos, con suma responsabilidad y sin olvidar que la educación online funciona bien en los cursos superiores, podemos articular una respuesta muy satisfactoria para las familias.
«En el sistema educativo español hay más puntos de acuerdo que de desacuerdo»
¿Cómo podemos asegurar que, en un contexto de fuerte crisis económica, no se van a producir recortes en educación, como ocurrió con la anterior crisis financiera?
La educación es primordial y es columna del Estado del bienestar. Es una inversión y tenemos fijado el objetivo de destinar a ella un 5% del PIB en 2025. No caben recortes en educación en este escenario, todo lo contrario: si España quiere erradicar la pobreza, esto pasará por la inversión en educación; si España quiere modificar el modelo productivo, esto pasa por invertir y cuidar la formación profesional; si España quiere estar en comparación con el nivel de Europa, esto pasa por un impulso a la digitalización. Nuestro afán es no responder de la misma manera que se respondió en el año 2008, con reducción de miles de profesores y recortes que nos llevaron a un 3,7% de PIB, sino mejorando en la medida de lo posible la inversión en educación, que no puede verse como un gasto.
La crisis ya está aquí pero aún se desconoce su envergadura. ¿Tienen la suficiente visibilidad como para haber hecho cálculos y saber si realmente salen las cuentas?
Eso le corresponde al Ministerio de Economía, pero a nosotros nos ocupa garantizar una educación de calidad, y para eso tenemos un proyecto de ley cuya vigencia se pone de manifiesto cada día, que supone una modernización del sistema educativo y que incorpora un objetivo económico del 5% del PIB. Sabemos que tiene respaldo por parte de las fuerzas progresistas de este país y está en tramitación, por lo que esperemos que, cuando el estado de alarma desaparezca, podamos debatirlo con todas las fuerzas políticas.
Esta crisis ha puesto de manifiesto tanto la necesidad de fortalecer los servicios públicos y el Estado del Bienestar como la de impulsar la colaboración público-privada. ¿No es la educación concertada, en la que estudia el 25% de los alumnos, un modelo a impulsar dentro de esa cultura, necesaria, de la colaboración público-privada?
Nosotros tenemos colaboración público-privada en los centros concertados, que cumplen una función social, igual que hay centros privados en el sistema que también la cumplen, y tenemos unos centros públicos que ocupan aproximadamente un 68%. En este sistema se trabaja bien y, por tanto, esa es la colaboración público-privada que tenemos en la enseñanza general. En la Formación Profesional estamos avanzando en una colaboración con las empresas, abriéndola a ellas hasta un punto en el que son las propias empresas las que entran para identificar cuáles son las nuevas profesiones que merece la pena impulsar. Por lo tanto, en el Observatorio del Sistema Nacional de Cualificaciones están presentes también las empresas y trabajamos con ellas de manera muy estrecha.
Sin embargo, tanto los centros concertados como la educación especial han mostrado fuertes reticencias al proyecto de ley que se está tramitando. ¿Qué opina de esas reticencias? ¿Hay espacio para alcanzar un mayor consenso?
«El desarrollo sostenible recorrerá transversalmente todas las materias»
Ayer mismo tuvimos una reunión con representantes de la educación especial y la plena inclusión, que representan a más de 80.000 familias y que trabajan precisamente por una escuela inclusiva en los centros ordinarios, para que se mejoren los recursos y los apoyos específicos para tratar al alumnado con discapacidad. Venimos hablando con todos los colectivos, pero pensamos que la se necesitan aumentar los recursos para la educación especial en los centros ordinarios, y eso es lo que viene a decir el proyecto de ley. Eso sí, debe hacerse sin perjudicar de ninguna manera a los centros de educación especial, cuyo conocimiento respetamos, reconocemos y apreciamos, al igual que respetamos a las familias que deciden llevar a sus hijos a esos centros. En cuanto a las discrepancias de los centros concertados, buscamos que exista el mayor consenso posible. Estamos hablando con todos y el plazo de enmiendas parciales está abierto, por lo que ya se están incorporando muchas de ellas a través de los grupos parlamentarios e iremos viendo cómo encajarlas en el proyecto. Mi disposición es que sea un gran acuerdo, porque creo que este proyecto de ley incorpora todas las parcelas para obtener un gran consenso para el sistema educativo español. Si hay alguna particularidad en la que se pueda discrepar, creo que merecería la pena que se condujera fuera del proyecto de ley, si es que se trata de posiciones específicamente muy ideologizadas.
Existe la percepción de que, como país, somos incapaces de alcanzar un gran pacto de Estado por la educación que trascienda las posiciones ideológicas.
Eso no deja de ser más que un mantra que se reitera, pero no es así. En el sistema educativo español hay muchísimos más puntos de acuerdo que de desacuerdo. Yo le diría que de desacuerdo pudiéramos quizá puntear tres o cuatro, y es una lástima que la lectura general sea la contraria. Hemos tenido acuerdo en el sistema hasta la LOMCE (2013), pasando desde 1978 por muchas y muy diversas legislaciones. ¿Con qué no estamos de acuerdo? Con que haya itinerarios que se segreguen ya desde temprana edad y con que haya dos títulos de Enseñanza Secundaria Obligatoria de distinto rango, uno para la Formación Profesional y otro para el Bachillerato. Es una evidencia contrastada en Europa que aquellos sistemas educativos que clasifican o separan alumnos de manera muy temprana consiguen resultados mucho peores que aquellos que los conducen a titular a través del tronco general. Si un alumno pasa hasta los 14 años en un centro educativo, con diez años de escolarización obligatoria, ¿le va a negar un centro el título a los 14 años, so pretexto de que no se esfuerza o de que no lo ha logrado? ¿De quién es el fracaso en esa circunstancia, del alumno o del sistema? El sistema ha de establecer los refuerzos necesarios para que ese alumno titule y lo haga en las mismas condiciones que el resto. ¿Qué menos título va a tener un español que el que recibe a los 14 años con la ESO? A partir de ahí, ese alumno tiene que estar preparado para cursar lo que él quiera, sea Bachillerato o Formación Profesional, y nuestro deseo es que siga en la etapa postobligatoria, porque cuanto más cantidad de educación, más calidad en educación. En España, tenemos una necesidad perentoria de tener personas con una cualificación, al menos, de grado medio, y eso significa llegar a 4º de la ESO y después hacer una formación profesional de Bachillerato o de FP. En 2025, la oferta de puestos de trabajo que nos va a hacer Europa va a requerir una cualificación media de ese tipo y nosotros, que tenemos todavía muy pocos alumnos matriculados en formación profesional en comparación con la UE, necesitamos hacerla crecer. Sentimos que tenemos mucho terreno para ello: si Europa nos va a hacer una oferta de un 49% de empleos que van a requerir una formación de grado medio, nosotros tenemos que procurarla, y todavía no estamos en el 27%.
Los grandes desafíos de nuestra época –también los educativos– se recogen en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y en la Agenda 2030, que han suscrito 193 países y que, como ocurre con la Declaración Universal de Derechos Humanos, están por encima de ideologías y colores políticos. ¿Cree que deberían tener los ODS un peso específico en la educación?
Absolutamente. Es más, lo tienen: es uno de los cinco los principios rectores del proyecto de ley, una educación para el desarrollo sostenible. No tiene ningún sentido que la educación contemporánea no forme a los alumnos en lo que significa esa sensibilidad medioambiental, que no desarrolle capacidades para que el alumno conozca cómo utilizar mejor los recursos de la naturaleza.
¿Nos vamos a encontrar, entonces, con asignaturas específicas sobre educación ambiental?
No será en una asignatura específica de desarrollo sostenible, sino que el desarrollo sostenible recorrerá transversalmente todas las materias, las científicas y las literarias. Esto significa educación para el alumno, desarrollo de destrezas, conocimientos sobre el buen uso de la energía, el clima…
Estos días, cuando ya se había iniciado el luto oficial por los 30.000 fallecidos en España, hemos vuelto a asistir a comportamientos broncos de nuestros representantes en el Congreso, tanto desde la oposición como por parte del propio vicepresidente de Gobierno. ¿Por qué cree que España se muestra tan incapaz de superar esa política de bandos?
Creo que esto parece corresponderse con una lamentable tradición de que, cada vez que gobierna la izquierda –y ahora estoy hablando del Partido Socialista–, se recibe una oposición muy bronca. Esto es algo experimental, casi objetivable, y yo lo lamento profundamente, porque creo que los ciudadanos merecen más. Los ciudadanos necesitan que haya una interacción y una interlocución en las cámaras que les resulte de utilidad. Si todos hacemos un esfuerzo importante, y si las preguntas de la oposición son preguntas y no acusaciones, como sucede muchas veces, lo lograremos. Merece la pena que lo hagamos, y hay una mesa destinada a ello y ya formalizada en la Comisión para la Reconstrucción. Creo que su presidente [Patxi López] habló muy claro diciendo que estamos aquí para reconstruir, no para que nos tiremos los trastos a la cabeza. Hizo una llamada al orden para que todo el mundo trabajara en los fines de esa Comisión. Vamos a tener que hacer un esfuerzo importante.
«Los ciudadanos necesitan que haya una interacción y una interlocución en las cámaras que les resulte de utilidad»
El Gobierno ha tenido que enfrentarse a una crisis histórica. Ahora que parece que ha pasado lo peor y empieza a haber cierta perspectiva, ¿qué autocrítica hace de la gestión gubernamental?
Esto era absolutamente imprevisible. No conocíamos –ni aún conocemos– al virus, ni contamos con todavía con todas las respuestas científicas. Creo que hay tiempo para pensar acerca de esto, pero lo que ha hecho el Gobierno ha sido trabajar cada día con una plantilla importante de deberes desconocidos. Creo que lo hemos hecho bien, porque hemos atendido a cuestiones que no estaban escritas en el ámbito económico, en el ámbito sanitario y en el ámbito educativo, y hemos tenido que trabajar con la incertidumbre, poniendo en marcha medidas en 24 horas. Evidentemente, todo es mejorable pero, si establecemos una comparativa con la gestión de la crisis que han hecho los países de nuestro entorno, tanto a nivel europeo como internacional, yo diría que el Gobierno español sale con una buena nota.
¿Cree que las costuras del Gobierno de coalición son los suficientemente fuertes o es posible que haya que recurrir a otra suma o aritmética parlamentaria para avanzar en la legislatura?
Es evidente que una coalición no es una mayoría absoluta. Eso es lo que siempre implica la necesidad de hacer mayores esfuerzos para incorporar la mayoría que necesitas, tanto en leyes orgánicas como en sacar adelante otras medidas, por ejemplo, la declaración del estado de alarma. Tenemos 155 escaños y la mayoría son 176, lo que supone un trabajo permanente para el Gobierno. Por supuesto, PSOE y Podemos somos dos partidos políticos diferentes y tenemos miradas distintas, pero ambos somos perfectamente conscientes de que merece la pena estar juntos para llevar el barco que nos ha tocado dirigir.
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