ENTREVISTAS
«Los flautistas de Hamelín conducen a las sociedades a precipicios históricos»
Eduardo Madina (Bilbao, 1976) vuelve a la palestra para apoyar a Susana Díaz. Nos recibe en el Congreso en un momento convulso y decisivo para su partido.
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COLABORA2016
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Eduardo Madina (Bilbao, 1976) se mantuvo alejado de los focos durante dos años y medio, desde que Pedro Sánchez le rebasara en 2014 para liderar el Partido Socialista. Y de primarias a primarias, tira porque le toca: esta vez, en segunda fila, y apostando por Susana Díaz. A finales de mayo, veremos dónde caen lo dados. Aquel joven de 28 años que llegó a su escaño con Zapatero nos recibe en el Congreso.
¿Es la crisis interna del PSOE una crisis ideológica?
Es la peor crisis desde el comienzo de la democracia. Primero, porque hemos concatenado los dos peores resultados de la historia desde 1933, desde la Segunda República. Segundo, porque hemos vivido un colapso orgánico que no habíamos experimentado en los últimos 35 años. Y tercero, porque el sistema institucional español y el funcionamiento democrático se han visto bloqueados durante todo un año, desde 2016. Esas tres variables describen la crisis interna del PSOE de estos dos últimos años y medio. Es una crisis polisémica. Y todos esos elementos afectan al proyecto, porque no ha sido estático, ha tenido demasiado vaivén, demasiada oscilación. Se ha dejado de reconocer el proyecto del PSOE de forma nítida, por eso hemos tenido tan poco apoyo electoral. También ha sido una crisis interna de liderazgo, aunque no tanto en un sentido de poder. Se ha establecido una confusión en el último periodo de tiempo por el cual alguien ha creído que el proyecto socialista en España es el de un líder con todo un partido detrás. Siempre he pensado, y así está escrito desde los primeros textos de Pablo Iglesias, que el PSOE es un proyecto colectivo al que después un líder pone voz y pone cara.
Mientras se coreaba el fin del bipartidismo, el PP conseguía el 33% de los votos y el PSOE, pese a la debacle, logró esquivar el sorpasso de Unidos Podemos. ¿No será que este muerto está en realidad muy vivo?
Frente a las mayorías que el PSOE y del PP han obtenido a lo largo de treinta años, ahora hay una distribución de voto distinta. El Parlamento español siempre ha sido plural, excepto en cuatro ocasiones, si no recuerdo mal; en las otras siete legislaturas no ha habido mayoría absoluta, ha habido pactos. Ahora tienen mayor envergadura por el peso de los otros partidos. La pluralidad española reflejada en el Congreso de los Diputados, frente a los que creen que es una mala noticia, me resulta positiva. Obliga a pactar, a reconocerse mutuamente y a alcanzar puntos de encuentro y equilibrios.
«Frente al establishment del insulto, urge una reivindicación del respeto»
Pero hay reticencias dentro del partido a esta pluralidad.
Ha habido contraposición de análisis entre quienes pensaban que, en esos dos años y medio, el PSOE estaba tan mal porque el escenario había cambiado y quienes pensamos que el escenario ha cambiado porque el PSOE ha estado muy mal. La distribución de voto hacia Podemos y Ciudadanos obedece en parte a que se ha dejado de percibir al PSOE como una opción de Gobierno. Creo, por otro lado, que hay que respetar a todos los partidos y saber que hay partes de verdad en el PNV, en Coalición Canaria, en Ciudadanos, en Podemos, en el PP, en Izquierda Unida… y que tienen detrás a cientos de miles o a millones de personas que les votan. Frente al establishment del insulto, haría una reivindicación del respeto. Le viene bien a este país. Desde el respeto a los demás, uno encuentra más fácil su propio camino. El PSOE solo depende de sí mismo. Si encuentra un proyecto, un liderazgo, un buen equipo y una manera de hacer las cosas propia, que no pretenda parecerse a nadie ni desprecie a nadie, encontrará canales muy por encima de los cinco millones de votos. Si se queda atrapado en las trampas de este tiempo, probablemente seguirá en las cifras actuales o peores.
¿Crees que en el ejercicio político hay demasiada hostilidad?
Hay una pauta que se repite en los países desarrollados: la pérdida de apoyo electoral conduce a la radicalización y la radicalización conduce a la pérdida de más apoyo electoral. En esa dinámica están algunos; así les ha ido y así nos ha ido con ellos. Decía Fernando de los Ríos que la revolución pendiente en España es la del respeto. La cordialidad conduce a una mejor lectura del modelo de sociedad de la que formamos parte.
La socialdemocracia europea está en horas bajas. ¿Tiene que cambiar el relato?
Está en horas bajas en Francia, donde se coloca como cuarta o quinta fuerza en todas las encuestas, y claramente va a quedar fuera de la segunda vuelta. Pero en Portugal está en el 42%. En Alemania, por encima del 31% y puede llegar a ganar las elecciones. Depende de qué país hablemos. Adivinar el proyecto político que tu país necesita, ser serio, contar con equipos de nivel, da resultados incluso en contexto de crisis. Países como Alemania o Portugal desmienten la tesis del fin de la socialdemocracia europea.
¿Crees que, en España, la corrupción es sistémica?
Si hay algo en lo público que me genera rechazo es la corrupción. No soy capaz de normalizarlo, ni siquiera de evaluar su significado. Es lesivo, un cáncer para el funcionamiento de la democracia. Pero no es sistémica. Si sumamos el número de cargos públicos que ha habido desde el advenimiento de la democracia hasta aquí, nos saldría un millón de personas: el número de corruptos sería pequeño. Me niego a decir que es sistémica, porque conozco a miles y miles de concejales, miles de ejemplos de gente digna, con honor, que ha defendido lo público pagando un precio elevadísimo. Yo vengo de un lugar donde a los concejales los mataban. A partir de ahí, claro que la corrupción es un problema grave en España y que hay que combatir sin cuartel y con todos los instrumentos de que podamos dotarnos.
Pero en la calle sí se percibe que la corrupción se ha normalizado en la esfera pública.
Existe un valor republicano vinculado al ejercicio público: el principio de ejemplaridad y conciencia cívica. Esa es una buena guía. No todo el mundo es corrupto. Es una generalización injusta e inexacta. Mucha gente ha dado lo mejor que tiene por dar un servicio público. Vivimos en un país que ha recorrido un enorme camino democrático en 35 años, que se ha adaptado a estándares europeos que llevaban 80 años de camino hecho. A nosotros nos hizo falta que se muriera Franco y se iniciara una Transición en los años 70. Hemos hecho ese camino junto a otros que lo empezaron en 1945. Y este recorrido no hubiera sido posible sin los movimientos sociales, sin la ciudadanía, sin los partidos y sin las instituciones.
Algunas voces afirman que las víctimas de ETA han caído en el olvido.
El olvido es un lugar con definición demasiado grande como para implantarla en el análisis de lo que está sucediendo. Hay una fase de descompresión de 40 ó 50 años del totalitarismo por parte de ETA, de más de 800 personas asesinadas por esta organización terrorista. La sociedad vasca está en un proceso mucho más que de cambio. Todo es distinto. El olvido sería grave, pero lo deduzco imposible. ETA ya no está en las páginas de los diarios, sino en las de la historia. Y la historia invita a la memoria, que es un mecanismo de protección para que nunca se vuelva a producir un proceso similar en la sociedad vasca y española. Las instituciones vascas podrían haber hecho mucho más en términos de memoria, pero eso no quiere decir que esté olvidado. Forma parte de nosotros y así seguirá siendo.
¿Crees que el auge de la extrema derecha es un fenómeno episódico o puede consolidarse?
Dependerá de lo que la sociedad en conjunto decida. Ojalá sea episódico. Puedo celebrar que en España no exista un populismo de extrema derecha, una Le Pen, que habla del odio al inmigrante, del cierre de fronteras, del aislamiento del entorno europeo al que pertenecemos, de autarquías económicas, comerciales, políticas… Lo veo como un fenómeno extendido. Los flautistas de Hamelín conducen a las sociedades a precipicios históricos. En el discurso de los atajos y de las ideas simplificadas, normalmente hay una vocación de poder basada en rechazo al diferente que no conduce a más que a una enorme derrota histórica. Esa es la crónica de todos los casos de populismo. Trump terminara ahí. Le Pen terminara ahí, espero que sin gobernar…
El experto en la cuestión Brexit Javier Marrero nos comentaba en una entrevista para Ethic que, mientras exista una vía legal, un Estado no puede permitir una consulta secesionista mediante otros procedimientos. ¿Qué reflexión haces del caso Cataluña?
Son culturas distintas y fenomenologías políticas distintas. Me he rebelado siempre contra quienes en una sociedad se declaran con el monopolio de la definición de ese «nosotros»; me rebelé frente a quienes se declaraban los únicos con derecho a definir lo vasco, lo español o lo catalán. La definición de un «nosotros» a partir de la cual establecer una serie de derechos colectivos con una orientación de partición o disección de una sociedad conduce a pocos sitios. ¿De dónde sale el derecho que algunos se arrogan a exigir a las sociedades que decidan qué patria de la que las componen identitariamente dejan por el camino? Elija usted: vasco o español. ¿Qué pasa si yo no encuentro patrias de carácter nacional en las prioridades de definición de mis sentimientos identitarios? ¿Por qué tengo yo que entrar a jugar en un tablero en el que elegir una nación y dejar otra porque tú quieras preguntármelo? ¿En qué parte del concepto de liberalismo político el Estado entra en aquello que corresponde al ámbito íntimo de mujeres y hombres? Ese sentimiento no deja de pertenecer a cada mujer y a cada hombre. No creo que haya nadie con derecho a preguntarte qué trozo de ti mismo dejas por el camino. Este tipo de planteamientos, por respetables que sean, no tienen absolutamente nada que ver conmigo, viviendo en una sociedad un tanto agnóstica de patrias, en términos colectivos.
«¿Vasco o español? No hay nadie con derecho a preguntarte qué trozo de ti mismo dejas por el camino»
Cambiando de tema: puede decirse que el medio ambiente es el gran olvidado en el Congreso.
El debate ecologista en España ocupa poco espacio. Como a Marx, se nos olvidó la variable de impacto medioambiental que tiene el desarrollo económico e industrial. Los partidos socialistas en Europa tienen poco desarrollado ese discurso. Con Zapatero hicimos una apuesta bastante seria por las energías renovables, muy criticada, por cierto. Ya no hay financiación. Han penalizado el autoconsumo. Van en el camino contrario al que el país necesita.
Dices que la llamada «crisis de refugiados » es un tiro en el corazón de Europa. ¿Como está reaccionando la sociedad a este drama?
Los últimos indicadores del CIS revelan que la ciudadanía española no lo percibe como uno de los principales problemas. Siento vergüenza de formar parte de un país cuyo Gobierno incumple con las cuotas que ha firmado en ese no-acuerdo con Turquía. Un Gobierno que no tiene una manifestación en las calles todos los fines de semana exigiendo que cumpla con sus compromisos de acogida. Mucho de lo que Europa ha dicho que era durante 40, 50, 60 años, ha muerto aquí, porque está contradiciendo por la vía de los hechos los grandes enunciados de lo que dijo que era: un continente unificado, con soberanías integradas, con vocación de paz y de solidaridad, y con una presencia en el mundo con políticas humanistas. Esa era su pauta de todo lo aprendido a mediados del siglo XX. En el congreso federal del PSOE vamos a profundizar más en esto, pensamos que hay que considerar de nuevo la definición de refugiados, que no solo huyen de crisis bélicas, sino del hambre o del cambio climático. Lo más importante es que tengan portabilidad de derechos. Siento vergüenza de mi Gobierno. Además, la gente cree que son otros los que mueren. No saben que algo de nosotros está muriendo en el Mediterráneo.
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