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Sociedad

Historia del tatuaje

El cuerpo enunciado

¿El tatuaje nos distingue o nos une? ¿Nos tatuamos porque tenemos miedo del olvido y del paso del tiempo? Son algunas de las preguntas a las que buscar dar respuesta el escritor Pablo Cerezo en ‘El cuerpo enunciado’ (Siglo XXI Editores, 2025).

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04
julio
2025

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Cada mañana, camino al trabajo, paso por una gran óptica. Tiene varios ventanales a través de los cuales se intuye una sala amplia con las paredes repletas de monturas de gafas. La fachada está coronada por un letrero largo y luminoso bajo el que cae una enorme pantalla con publicidad que cambian con frecuencia. Durante varias semanas, un anuncio de David Beckham desbordó el escaparate. En él se veía al exfutbolista de lado, con unas gruesas gafas negras y el cuello repleto de tatuajes: cuatro aves que planean desde su oreja y, por debajo de ellas, una rosa oscura rodeada por distintas palabras. Junto al cuello del jersey se insinúa la cabeza de un caballo y algún que otro pájaro. La óptica está en pleno barrio de Salamanca, una de las zonas de mayor capital económico y, sin duda, más políticamente conservadoras de Madrid. Hace no tantos años, hubiera sido inimaginable que un comercio prestigioso mostrase a un modelo con unos tatuajes tan abundantes y llamativos, por mucho que fuera un famoso futbolista. De hecho, hasta hace no tantos años, ni siquiera los futbolistas tenían tatuajes.

No hace falta ningún estudio para darse cuenta de que cada vez hay más gente tatuada. Cualquier viaje en transporte público atestigua tal transformación. Aunque es un cambio que se ha producido mayoritariamente entre la gente joven, lo cierto es que no paran de aumentar las personas que optan por marcar su piel con tinta. Lo que hace veinte años era una anomalía se ha convertido ya en la norma.

No paran de aumentar las personas que optan por marcar su piel con tinta

Sin embargo, es un cambio que resulta difícil de medir. Precisamente porque ha sido muy acelerado, apenas contamos con datos que nos orienten en este presente de tinta. Los estudios más recientes indican que más de un tercio de los españoles entre veinte y cuarenta años tiene al menos un tatuaje. Pero su medición resulta complicada: no solo porque hay aún bastantes estudios informales que no están acreditados como tal, sino porque no sabemos bien cómo medir los tatuajes. ¿Por número? ¿Por tamaño? ¿Por estilo? Sea como fuere, lo que sí parece obvio es que nos encontramos ante un reciente boom del tatuaje. Pero ¿cómo de reciente?

El filósofo John Miller explica que «en 2011, cuando salió al mercado la primera Barbie Tatuajes, hacía mucho tiempo que tatuarse había dejado de ser un claro distintivo social». Sin duda, que una práctica históricamente vinculada a la población más marginada diera el salto a un juguete infantil puede ser un buen indicador de que a comienzos del siglo XXI el tatuaje era ya una práctica muy aceptada socialmente. El escritor Nadal Suau, por el contrario, defiende que la normalización del tatuaje se inició en la década de 1960 gracias a figuras del rock como Janis Joplin, líderes consolidados de la cultura de masas que acercaron a amplias capas de la población un elemento que por aquel entonces estaba estrechamente ligado al lumpen.

Lo cierto es que, cuando hablamos del boom del tatuaje, cualquier punto de partida resultará profundamente especulativo. Podríamos defender que la figura de David Beckham —uno de los primeros futbolistas que mostró su piel tatuada— ayudó a normalizar la presencia de los tatuajes en la esfera pública. Sin embargo, no nos interesa tanto fijar un punto de inicio como constatar que, efectivamente, a principios de los 2000 la generación de los galácticos en la que jugaba el británico apenas mostraba tatuajes, mientras que ahora lo difícil es ver a un futbolista sin tatuar. ¿Qué ha pasado en estas últimas décadas?

Como premisa teórica, para este libro vamos a tomar un punto intermedio entre Miller y Suau. Aquí partiremos de que el boom del tatuaje comenzó a principios de la década de 1990 en Estados Unidos y llegó a Europa más de diez años después. Para la socióloga Margo De Mello, el auge del tatuaje se produjo cuando las clases medias se apropiaron de una práctica que históricamente había estado vinculada a las clases trabajadoras. Lo que trataremos de explicar a lo largo del libro es que ese ejercicio de reapropiación tiene mucho que ver con los cambios culturales, políticos y sociales que se han producido en Occidente desde la década de 1980.


Este texto es un extracto de ‘El cuerpo enunciado’ (Siglo XXI Editores, 2025), de Pablo Cerezo. 

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