Sociedad

«Nos tatuamos para rescatar el ritualismo en nuestras vidas»

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19
marzo
2024

El escritor y crítico literario Nadal Suau (1980) comenzó a tatuarse a los treinta y tantos y desde entonces no ha parado. Es una pasión que le ha llevado a hacerse preguntas sobre por qué lo hacemos y qué dicen de nosotros los tatuajes. Ahora ha dejado por escrito las respuestas en ‘Curar la piel‘ (Premio Anagrama de Ensayo 2023), una obra en la que reflexiona sobre la evolución de los tatuajes, el uso del cuerpo como lienzo, los rituales que conllevan y nuestra relación con ellos. 


¿Por qué nos tatuamos?

Por diferentes causas. Históricamente y en distintos lugares del mundo, tatuarse ha tenido una dimensión colectiva y tribal de reconocimiento entre iguales. Pero a día de hoy, en Occidente, las explicaciones son más complejas. Hay quien se tatúa muy en sintonía con la cultura capitalista en la que vivimos, otros por narcisismo o porque está de moda, algo que tiene que ver con el ego, otros que lo hacen creyendo que puede tener algún tipo de sanación sobre un trauma, etc. Para mí, la perspectiva que más me convence es que nos tatuamos para rescatar el ritualismo en nuestras vidas. Creo que el ser humano necesita habitar con un mínimo de conciencia el paso del tiempo y construir un relato coherente con lo que ocurre. Nuestra cultura no favorece mucho esto, pero el tatuaje sí. Una sesión es un momento de tiempo detenido, además de que es algo que va a estar para siempre con nosotros. Este acto dota a nuestra vida de un cierto sentido de significado.

«Si preguntas a una piel tatuada, las respuestas van a dibujar a la persona»

¿Cómo te relacionas tú con ellos?

He podido comprobar que hay muchas formas de experimentar la relación con los tatuajes. En mi caso, me interesa el tema de comunidad. Yo llegué a los tatuajes desde una perspectiva muy individual, quizá sintiéndome especial. Sin embargo, a día de hoy soy consciente de que mis diseños tradicionales son tatuajes que llevan siglos existiendo y que llevan millones de personas. Por eso después me di cuenta de que lo individual y lo comunitario convergen con mucha fuerza. Y yo he tenido la suerte de que en los sitios donde me he tatuado hay una voluntad firme de establecer lealtades con su clientela. Y lo consiguen. Para mí el tatuaje ha sido una pasión que he compartido con mucha gente, que propicia conversaciones. También con desconocidos.

Igual que llama la atención y propicia conversaciones, tiene también otro lado. ¿Cómo ha sido tu experiencia con respecto al trabajo y los prejuicios negativos?

Si tengo que hablar por mi propia experiencia, no tengo nada que contar. No me he topado con ningún problema así importante y si alguien ha soltado un prejuicio negativo, no me ha importado. Soy consciente de que soy privilegiado en este sentido por mi trabajo. Lo que sí tengo claro es que el tatuaje a día de hoy marca una serie de cortes sociales muy peculiares. Si eres un diseñador gráfico, un escritor o alguien con mucha pasta, puedes decidir hasta qué punto estás por encima de las convenciones. Si estás en estratos más bajos, también es probable que te tatúes porque en ese sustrato social es donde apareció en Occidente hace décadas y tiene un componente de reivindicación. Quizá no consciente, pero la tiene. Donde sí que puede haber problemas en el terreno laboral es con la gente de clase media. Es decir, con los que trabajan en sucursales de bancos, en inmobiliarias… ahí sí que tienes cosas que perder si no gustan.

En esta forma de entender el tatuaje, todos tienen un sentido, incluso el primero que quizá ya no te gusta tanto. Los ves como los hechos pasados que hemos podido vivir.

Intento defender que la identidad individual se construye en lo bueno y en lo malo. Igual que pasa con los tatuajes. Por ello, la relación más sana que puedes tener contigo mismo es un pacto cordial entre quien fuiste, quien eres y quien serás. En mi caso tengo mucha suerte con los tatuajes, aunque el primero saliera fatal. Lo peor que te puede pasar con tu pasado es estar peleado con él. Por eso, puedes venerar tus propios errores y tatuajes y no pasa nada. Y si no, puedes reírte de ellos.

En este sentido, ¿cuánto dicen sobre nosotros?

Solo por el simple hecho de que te tatúes ya están diciendo mucho, aunque no digan lo mismo en cada persona ni del mismo modo. Por ejemplo, yo llevo el estilo old school y únicamente uso este. No es que cada tatuaje explique un momento concreto, sino que explica muchas cosas sobre mí: ¿por qué ese estilo? ¿Con quién te tatuaste? ¿Compartes tatuajes? Si preguntas a una piel tatuada, las respuestas van a dibujar a la persona; es un lenguaje simbólico. Pero pasa como con el arte contemporáneo: si no lo conoces, no vas a saber descifrar lo que está diciendo. Tiene su cultura, sus códigos y tradiciones.

«Tatuar y escribir tienen sus parecidos»

En este sentido, la persona tatuada es un curador de su piel. Pero el verbo curar tiene muchos significados cuando hablamos de tatuajes.

El primero, evidentemente es el del cuidado de la piel. Hay que curarla porque cuando te tatúas te haces una herida. Luego está la voluntad de decorar la piel, que también tiene que ver con los cuidados. Y más allá de lo ornamental, tiene una condición artística. No solo porque los tatuadores sean artistas, sino porque hay algo creativo en quienes nos tatuamos. Ahí es donde entra la idea de que somos una especie de curadores o comisarios artísticos. Vamos a buscar estilos e iconografías de otros y las vamos conjuntado y decidimos cómo convergen entre sí sobre nuestra propia superficie. Creamos así un discurso propio.

¿Nos tatuamos igual que escribimos? ¿Nos tatuamos igual que vivimos?

Yo creo que sí. Tatuar y escribir tienen sus parecidos. Nacen de una misma voluntad de acompañar o envolver la experiencia vital de símbolos que la expliquen en el tiempo. Y que puedan compartirse. Tener esas dos pulsiones habla de cómo vives y cómo estás en el mundo. Para mí son espejos y consecuencias directas de vivir.

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