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Viajar fuera del circuito: cómo el alquiler turístico impulsa el comercio de los pueblos

El turismo en zonas alejadas de los centros urbanos crece de forma sostenida en España gracias al alquiler de corta duración. Nuevas generaciones de viajeros, el gasto internacional y las recomendaciones locales están dinamizando la economía de pueblos históricamente desconectados del circuito turístico.

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El mapa turístico de España se está transformando. Durante años, el interés se concentró en grandes ciudades como Madrid o Barcelona. Sin embargo, las nuevas generaciones de viajeros —especialmente millennials y miembros de la Generación Z— priorizan experiencias auténticas, sostenibles y conectadas con la vida local. Municipios rurales, antes fuera del radar turístico, son ahora destinos en auge.

Ante este escenario, el sector se ve obligado a adaptarse a las demandas del viajero contemporáneo, ofreciendo opciones para todos los gustos y preferencias. En este contexto, el papel del alquiler turístico de corta duración —como el que posibilita Airbnb— es clave: tres de cada cuatro pueblos carecen de oferta hotelera, pero cerca de la mitad ya cuentan al menos con un alquiler turístico.  Según el último informe publicado por Afi, en 2024 más de 13 millones de turistas se alojaron en municipios de menos de 10.000 habitantes a través de este tipo de alojamientos. El gasto generado ascendió a 5.563 millones de euros, canalizados principalmente hacia la restauración, el comercio de proximidad y las actividades culturales. Este modelo permite descentralizar el turismo y redistribuir sus beneficios de forma más equilibrada en el territorio.

Dentro de esa ola de visitantes que se expande por diferentes puntos del país, el volumen de turistas nacionales e internacionales es muy similar, pero el impacto económico de estos últimos es mayor. Los turistas extranjeros generan tres veces más gasto, con un promedio de 297 euros por estancia, frente a los 112 de los viajeros locales. Además, este gasto es más diverso, con un peso significativo en experiencias culturales, gastronómicas y de ocio.

El 75 % de los pueblos carecen de hoteles, pero más de la mitad ya cuenta con al menos un alquiler turístico.

Otro dato revelador es la función del anfitrión como dinamizador económico. Sus recomendaciones influyen directamente en el comportamiento del turista, orientando el consumo hacia negocios locales. Esta figura contribuye de manera informal pero eficaz a visibilizar la oferta del entorno, favoreciendo una cadena de valor más corta y eficiente.

Si bien estos datos reafirman el papel del alquiler de corta duración como dinamizador en las zonas rurales, aún queda camino por recorrer para que los pequeños municipios alcancen todo su potencial turístico. Los datos del informe lo demuestran: de los 126.000 millones de euros de gasto de los turistas extranjeros, tan solo 2.500 millones llegan a los municipios muy rurales. Asimismo, esta modalidad turística ayudó a impulsar el empleo que experimentó un crecimiento del 4% en los sectores de la hostelería y el comercio.

Para ello, el informe de Afi propone una serie de medidas regulatorias que permitan extender los beneficios del alquiler turístico a todo el territorio, incluidas las zonas rurales. Entre ellas, destaca la necesidad de adaptar el marco normativo a la realidad de estos entornos, facilitar los procesos de registro y reconocer el valor del turismo como herramienta contra la despoblación. En áreas con baja densidad demográfica, donde la vivienda turística puede actuar como palanca económica, se sugiere un tratamiento diferenciado que incentive su desarrollo responsable.

En un escenario de transformación del modelo turístico, el alquiler de corta duración en el ámbito rural se presenta como una vía concreta para diversificar destinos, atraer el gasto internacional, fortalecer las economías locales y combatir la despoblación. Su expansión abre una oportunidad para repensar el turismo desde la sostenibilidad, la proximidad y la inclusión territorial.

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