¿Qué es 'shoganai'?
Aceptar lo inevitable
Buscamos en las palabras intraducibles de otros idiomas claves para solucionar los problemas de nuestra existencia. El ‘shoganai’ japonés invita a aceptar aquello que no se puede cambiar.
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Es casi un ejercicio recurrente: nos encanta buscar palabras en otros idiomas que capturen significados precisos y que parezcan lograr dar respuesta a las grandes preguntas de la vida, palabras que, en la mayoría de las ocasiones, no tienen traducción directa a la lengua propia. El alemán es una de las grandes lenguas triunfadoras, ya que parece tener palabras para todo y es capaz de construirlas cuando no es así. El japonés es otra de las habituales en la búsqueda de términos de difícil traducción y profundos significados.
En paralelo a la fascinación por las palabras que capturan cosas con precisión milimétrica, se suma la pulsión por encontrar en los hábitos, las creencias o las tradiciones de otros lugares las soluciones a los grandes problemas y retos de la vida cotidiana. Japón es aquí un potente factor de atracción, quizás por orientalismo, quizás porque como está tan lejos geográficamente nos parece todo más nuevo (cruzar la frontera para buscar soluciones mágicas para la vida no se acaba de estilar mucho, es demasiado conocido y cercano) o quizás porque se siente que les van mucho mejor las cosas. Ahí entran el evangelio de Marie Kondo y su orden en medio del caos o hasta los secretos japones para no caer en la pereza.
Es en la convergencia entre una fascinación y otra donde encaja la palabra japonesa shoganai (que también puede ser shikataganai, son dos formas de hablar del mismo concepto). Por supuesto, no tiene traducción directa. Y, no menos por supuesto también, da una clave fundamental para sobrevivir a las tensiones y debacles de la vida cotidiana.
Ambos términos se podrían traducir como un «qué le vamos a hacer». Es lo que se dice (y lo que se siente, claro, que en este caso es lo importante) cuando pasa algo que se escapa a nuestro control. Puede ser desde que empiece a llover cuando te has sentado en la hierba a hacer un picnic hasta que ocurra un desastre natural inesperado, pasando por cuando te quedas sin trabajo porque la empresa para la que trabajas ha quebrado. No tienes el control de los elementos y no puedes hacer nada contra ello, así que es mejor no regodearse en la miseria, aceptarlo y afrontarlo. El shoganai es así una mezcla entre resignación y resiliencia cotidiana.
El ‘shoganai’ es una mezcla entre resignación y resiliencia cotidiana
«Hay cosas que no se pueden cambiar o modificar, son los ciclos y hay que respetarlos», sintetiza en su libro 25 hábitos japoneses para vivir mejor Masaki Ishiguro. «Aceptar quiere decir que entiendes que no puedes cambiar esas cosas y que por lo tanto la energía y la atención hay que ponerla en lo que sí influye en tu vida», señala.
En cierto modo, no es una idea tan descabellada, ya que no se trata de aceptar el fatalismo o asumir todas las cosas malas que pasan como inevitables, sino de ser conscientes de lo que se puede cambiar o no y por tanto no frustrarnos por el resultado de las cosas. El shoganai vendría a ser un realismo pragmático, una gestión de la frustración o incluso una muestra del uso de la inteligencia emocional. Al fin y al cabo, lo negativo también es parte de la vida.
Aunque, eso sí, tampoco se debe caer en la trampa del orientalismo, como advierten en Japonismo, y ver al shoganai y al shikataganai como una suerte de pieza de sabiduría mística que lo resolverá todo o como una clave mágica que desvela todos los problemas de la sociedad japonesa. Como recuerdan en su análisis, el shoganai se ha usado desde Occidente para presentar a «la sociedad japonesa como inherentemente pasiva, conformista, o incapaz de oponerse a la autoridad o la adversidad». Esto es «una visión que ignora la historia relativamente reciente de activismo, protesta, innovación y cambio social en Japón».
De hecho, si no fuese una sensación tan universal, ambas palabras no tendrían tanto potencial para ser virales, y el shoganai y el shikataganai no aparecerían (como lo hacen) en las clásicas listas en internet de «palabras muy útiles del japonés» que deberíamos incorporar.
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