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Salud

Los beneficios de cantar para la salud

Distintos estudios han encontrado que cantar no solo mejora la salud mental sino que además contribuye a fortalecer los vínculos sociales.

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12
marzo
2025

El refrán «quien canta sus penas espanta» encierra la certeza de que la música tiene el poder de aliviar el dolor emocional, liberar tensiones y brindar consuelo. A lo largo del tiempo, se ha creído que el canto puede ofrecer un respiro a la mente y el espíritu, efecto que hoy en día la ciencia confirma. Estudios sobre los beneficios psicológicos de la música ratifican que esta y, sobre todo, el canto coral o en grupo, son una herramienta que no solo mejora la salud mental personal, sino que puede llegar a consolidar experiencias comunitarias de gran impacto.

El canto desencadena una serie de procesos fisiológicos responsables del bienestar emocional y físico que se asocia a este arte. En primer lugar, activa la liberación de endorfinas y oxitocina, conocidas como las hormonas de la felicidad. Estas sustancias químicas liberadas por el cerebro contribuyen a reducir el estrés y la ansiedad y a mejorar el estado de ánimo. Este mismo proceso es el que hace que cantar se haya asociado con una reducción del dolor físico, puesto que las endorfinas son los analgésicos naturales del cuerpo, según una revisión de estudios publicada en la Cochrane Database of Systematic Reviews.

Una investigación de la Universidad de California que analiza cómo afecta la actividad de cantar en grupo en la secreción de cortisol y de inmunoglobulina A concluyó que el coro tiene la capacidad de reducir el estrés y fortalecer el sistema inmune de sus participantes. Además, cantar es una manera eficaz de mejorar la respiración y la postura y de aliviar la tensión muscular, explica Jacques Launay, investigador de Psicología Experimental en la Universidad de Oxford.

El canto desencadena una serie de procesos fisiológicos que producen bienestar emocional y físico

Además, cantar en grupo puede también reforzar los vínculos con los demás y ser un catalizador de vivencias colectivas enriquecedoras. Los coros de las iglesias, los cánticos en los partidos de fútbol o las canciones compartidas en los festivales de música popular son testimonio de este fenómeno. A esto se suma que es una actividad de bajo coste de la que todo el mundo puede participar. Por ejemplo, el coro masculino de personas sin hogar de Montreal, Canadá, fue objeto de un estudio que, mediante entrevistas a sus participantes, reveló que su participación en el grupo reducía su depresión, fomentaba su bienestar emocional y físico, les proporcionaba una sensación de realización personal y les hacía ser más optimistas de cara al futuro.

Una experiencia similar recoge el programa pionero de educación musical para los presos del centro penitenciario Garden State de Nueva Jersey. La iniciativa forma académicamente a los participantes en teoría musical y ha conformado una banda con algunos de ellos. «Todos los integrantes están haciendo cosas a un nivel superior a como lo hacían cuando empezaron. Así que me imagino que se sienten orgullosos», explica Dante Coluccio, director del programa, en el corto documental Be not afraid. «He formado vínculos con ellos que no tenía ni con algunos de mis mejores amigos», afirma el cantante del grupo, subrayando el carácter comunitario del proyecto.

Y si algo demuestra esta capacidad del canto coral de trascender los beneficios meramente fisiológicos es la revolución pacífica que tuvo lugar en Estonia en el final de la era soviética. Durante los años 1987 y 1991, los estonios organizaron reuniones, conciertos y manifestaciones sin violencia en las que se cantaban canciones tradicionales como una manera de reivindicar su independencia. El movimiento culminó en una serie de eventos masivos, conocidos como «la revolución cantada», que jugaron un papel clave en la caída del régimen soviético en Estonia y en la restauración de su independencia en 1991.

Priit Vesilind describe así el germen de la revolución en su libro The singing revolution: «Estonia siempre había sido una nación de cantantes. Su riqueza de canciones populares daba ritmo a la vida y el trabajo del pueblo, y sus serios himnos invocaban a menudo el anhelo de autodeterminación. Los estonios habían vivido durante siglos en la servidumbre, y los temas de su música eran a menudo sombríos: dolor, esclavitud, tierra, sangre, bosques de abedul y sacrificio. Pero siempre hubo esperanza en sus corazones».

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