Cultura

«A veces el fan es muy egoísta y cree que los ídolos están solo para satisfacer sus necesidades»

Fotografía

Juan Pérez-Fajardo
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24
mayo
2024

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Juan Pérez-Fajardo

El 14 de agosto de 2016 los cuatro integrantes de la banda Supersubmarina (José, Juanca, Pope y Jaime) sufrieron un grave accidente de tráfico mientras regresaban de actuar en un festival veraniego. El episodio provocó su desaparición de la escena musical y truncó la trayectoria de una de las grandes bandas del pop rock español de las últimas décadas. Un capítulo que, con el paso del tiempo, se convirtió en una incógnita. A pesar de los deseos y las preguntas de sus seguidores, durante ocho años no había trascendido mayor información sobre Supersubmarina más allá de Baeza, su pueblo de origen. Pero, tras varios años de encuentros y entrevistas, el periodista Fernando Navarro recoge la historia del grupo en ‘Algo que sirva como luz’ (Aguilar, 2024).


En Algo que sirva como luz narras la historia que tanta gente quería conocer pero que ha tenido que pasar por un largo proceso para poder ser construida y contada. En tu primer encuentro con la banda viste que las respuestas fáciles brillaban por su ausencia. ¿Cómo fue ese primer contacto para escribir un reportaje sobre ellos?

Me llamaba mucho la atención que habían desaparecido de las redes sociales y el hermetismo que existía sobre su recuperación. Desde el primer año del accidente le preguntaba a Ernesto Muñoz, el manager, por su situación y evolución. Él me daba información muy escasa y me comentaba que era todo muy complejo. En el quinto aniversario surgió la posibilidad de ir a Baeza. Allí tuve una primera reunión con los cuatro porque querían saber cuáles eran mis intenciones periodísticas. Unos meses más tarde regresé y pude hablar de manera individual con ellos. Percibí que había un drama personal muy grande en cada uno y que pasaba algo a nivel de banda. Se había roto la comunicación. Cuando volví a Madrid y revisé todas las entrevistas tuve claro que un reportaje solo iba a poder contar la punta del iceberg y les propuse la opción de un libro.

Su respuesta fue: «Es difícil, pero queremos intentarlo». Comenzó entonces un proceso de varios años y muchas entrevistas para comprender la historia y romper el muro de silencio que se había establecido. ¿Cómo se fue gestando el libro?

A mí siempre me ha marcado Las uvas de la ira de John Steinbeck porque es un libro que está lleno de voces y de personajes. Pensaba en él porque veía que Baeza es un lugar muy especial y que tiene mucho peso en la historia de la banda. De hecho, el accidente se produjo volviendo al pueblo para poder estar en las fiestas. Sentía que había que explicar el lugar y también dar voz a todas las personas implicadas. Les comenté que tenían que ayudarme para poder hablar con sus familiares. Esto era lo que más miedo me daba porque siempre es más difícil que una madre quiera hablar del sufrimiento de ver a su hijo en coma. Pero estaba convencido de que era la única forma de tener el relato profundo que hacía falta. Me reuní con familia, amigos, médicos, gente de la industria musical y conseguí ir configurando ese relato coral tanto por el lado de la tragedia como por el de la formación de la banda y su éxito.

«Echaban tanto de menos lo vivido que incluso eran incapaces de verbalizarlo, ni de ayudarse el uno al otro porque cada uno estaba procesando su propio dolor»

«Primaba más el conjunto que una de las partes», señalas sobre el progresivo crecimiento que tuvo Supersubmarina desde su eclosión. Una característica que ayudó en el éxito pero que también ha sido una de las grandes complejidades en la recuperación. ¿Qué hacer cuándo el drama individual se multiplica por el drama del conjunto?

Ese era un punto clave. Una banda está formada por un código especial y el conjunto siempre es más importante que lo individual. Pero es que en el caso de Supersubmarina hablamos de cuatro amigos que se conocen desde la infancia, que han crecido juntos, que consiguen lograr su sueño de hacer una banda y, además, alcanzan un éxito mayor del imaginado. Todo eso queda paralizado después del accidente en un caso que nunca antes había ocurrido en la música española. Pierden sus vidas y se quedan sin una brújula con la que continuar. Mucho del dolor y del trauma que tenían estaba vinculado a esto. Echaban tanto de menos lo vivido que incluso eran incapaces de verbalizarlo, ni de ayudarse el uno al otro porque cada uno estaba procesando su propio dolor.

Se quedaron en «el limbo» y la opción de volver a la música dependía de muchos factores.     

Ellos nunca habían tenido una alternativa que no fuera la música porque dejaron incluso sus estudios por el rápido crecimiento que estaba teniendo Supersubmarina. El sueño desaparece de un día para otro y la opción de poder volver a la música va ligada a la sensación de que puedes traicionar a la banda. Yo viví que este era un asunto que les costaba mucho verbalizar. Cuando Juanca pudo expresar todos sus miedos, ansiedades y sufrimientos se dio cuenta de que necesitaba buscar un nuevo lugar en la música que ha ido generando con el proyecto paralelo de Melifluo. Jaime también lo ha conseguido pero, por ejemplo, Pope descubrió que no podía tocar con otro grupo y que prefería reinventarse en otro oficio. José es quién ha tenido y tiene la recuperación más compleja y larga. Para mí el limbo de Supersubmarina ha sido la cosa más inaudita en la música española.

Una de las palabras que muchos descubren en este libro es la anosognosia, la patología que sufre José. 

La anosognosia tiene que ver con la incapacidad de darte cuenta de lo que no eres capaz de hacer. Como todo daño cerebral es muy difícil de medir y no puedes llegar a conocer su alcance. En José esa incapacidad era muy fuerte al principio. Por ejemplo, él pensaba que podía salir ya de la clínica de rehabilitación en un momento en el que no podía todavía ni caminar. Ahora es mucho menor pero hay situaciones donde le cuesta comprender lo lenta que es su recuperación porque él ve avances que cree que son más rápidos de lo que son.

A lo largo de todo el libro encontramos un término muy presente en la historia: la culpa. No solo la de Pope, que era quién conducía el vehículo, sino también la de diferentes personas que se plantean si podrían haber evitado lo ocurrido.

Todo el que tiene una tragedia que le marca siente la necesidad vital de plantearse qué hubiera pasado de hacer las cosas de otra manera. Te haces muchas preguntas y te responsabilizas de la tragedia. La culpa para mí está en todo momento sobrevolando por el libro y se observa cómo, a su manera, cada uno ha sentido esa culpabilidad. De hecho, hasta el día de hoy esa parte sigue marcando mucho su historia posterior al accidente.

Una de las dudas más llamativas es la de haber cerrado la gira con el multitudinario concierto que la banda dio en Madrid unos meses atrás. Antes del accidente nos encontramos con unos componentes que conviven con la ansiedad, el cansancio y los problemas físicos. Un grupo que necesitaba parar. Ocho años después este tema tiene plena vigencia, ¿es hoy aún más difícil que una banda se pueda detener en un circuito que está pensado para que nunca sea suficiente? 

Que compartieran conmigo esa reflexión sobre la necesidad de parar creo que fue muy generoso. Todos entonaron el mea culpa sobre decisiones que tomaron como la de extender la gira de conciertos de verano. Ahora que hablamos mucho de salud mental estamos viendo a gente importante salir y decir que hay que saber parar. Pero, claro, ¿cuando estás en una situación de éxito cómo frenas? Muchas veces son los propios fans los que piensan que si un grupo se toma un descanso les está fallando. Ellos durante estos ocho años han reflexionado mucho sobre cómo tendrían que haber gestionado la situación. Tendrían que haber parado pero es que la industria no está diseñada para eso.

«El limbo de Supersubmarina ha sido la cosa más inaudita de la música española»

¿Hay también un punto egoísta en el fan? ¿Un insaciable querer siempre más sin pararse a pensar qué hay más allá del artista?  

Yo empiezo el libro hablando de José, Juanca, Pope y Jaime y, de hecho, la palabra Supersubmarina no aparece hasta el final del primer capítulo. Es algo intencionado porque los quería humanizar. A veces el fan es muy egoísta y cree que los ídolos están solo para satisfacer sus necesidades. Ojalá esta historia ayude a cambiar eso y a entender que al otro lado no hay ídolos sino solo personas. Comprender esto nos puede permitir percibir el arte no como un material de consumo egoísta sino como un lugar de encuentro humano.

Hay una eterna pregunta que se ha repetido durante todos estos años: ¿regresará Supersubmarina? Un deseo colectivo sobre el que planteas, a modo de conclusión, que quizá no sea la pregunta correcta. 

Durante tres años me planteé muchas veces la pregunta de si podrá regresar José y Supersubmarina. Sentía que tenía la obligación de dar una respuesta para cerrar la historia. Después de más de 65 entrevistas me di cuenta de que la pregunta no tenía el planteamiento adecuado. En mi caso, por ejemplo, al cerrar el libro yo llevaba tres años escuchando sus canciones de forma compulsiva y formaban parte de mi existencia de una manera que no había ocurrido durante los años que habían estado tocando. Mi conclusión es que su música sigue estando ahí y seguirá formando parte de la vida de las personas.

Añadiría también el matiz de ¿regresar a qué?, ¿se puede acaso regresar?

Exacto, ¿regresar a un año que fue complicado para ellos?, ¿regresar a una exigencia excesiva? Regresar a algo que no es real, como nos dice el mito del eterno retorno. En cierto modo, ellos han estado metidos en ese mito prácticamente hasta el último día que acabamos el libro. Creo que la nueva realidad de Supersubmarina es inaudita y me parece muy bonito el hecho de que una banda sin instrumentos pueda comunicarse con su público.

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