Sociedad
¿Ayuda la música a la concentración?
¿Escuchar música ayuda a concentrarse o es mejor trabajar y estudiar en silencio? Neurocientíficos, psicólogos y pedagogos llevan años dando vueltas a este asunto sin ponerse de acuerdo. Hay partidarios y detractores, pero sobre todo hay una amplia franja que se decanta por contestar «depende». ¿De qué?
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Buena parte de los estudiantes, escritores y trabajadores cree firmemente que la música de fondo les ayuda a concentrarse porque les aísla del mundo exterior y hace más agradables sus tareas. Fijémonos en la ingente cantidad de listas de Spotify que recopilan música para estos fines: la playlist «Concentración profunda» cuenta nada menos que con 4,7 millones de seguidores.
Esto enlaza directamente con las teorías que preconizan los beneficios de estudiar escuchando música. Según estas doctrinas, la música estimula zonas del lóbulo prefrontal que están relacionadas con la atención, la concentración y el placer. Además, asegura que la música excita otras partes del lóbulo temporal cuya misión es elevar las competencias de matemáticas y lenguaje. Otro beneficio que señalan los partidarios de estudiar o trabajar con música es que esta práctica ayuda mucho a calmar los nervios ante la inminencia de la entrega de un trabajo o de la realización de un examen.
Entre los partidarios de usar la música para llevar a cabo tareas que exigen concentración destaca Teresa Lesiuk, directora del Programa de Musicoterapia en la Universidad de Miami. Esta profesora dirigió un experimento en una pequeña empresa donde se compararon los resultados de trabajadores que escuchaban su música favorita con otros que desempeñaban sus labores en silencio. Los primeros terminaron sus trabajos más rápido y tuvieron ideas más originales que los segundos. Según Lesiuk, nuestra música favorita no solo nos proporciona felicidad, sino que mejora la concentración, el rendimiento laboral y, en ocasiones, el intelectual.
La música estimula zonas del lóbulo prefrontal relacionadas con la atención, la concentración y el placer
La explicación científica que ofrece esta investigadora es que nuestro cerebro tiene dos sistemas de atención: uno consciente y otro inconsciente. El inconsciente es como la aplicación de un ordenador o un teléfono que siempre estuviera abierta en segundo plano, es un sistema de alerta que nos ha ayudado a sobrevivir como especie y que se sobresalta con los ruidos más ligeros. Este sistema inconsciente se cerraría en el momento en el que nos ponemos unos auriculares con música.
Mención aparte merecen las pruebas que se han realizado en personas con trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Para ellas, una música tranquila con ritmo regular y fácil de seguir ha demostrado ser muy beneficiosa. Las personas con TDAH tienen bajos niveles de dopamina, por lo que les cuesta mucho esfuerzo centrarse en la realización de las actividades que no les producen satisfacción inmediata y, en cambio, se focalizan demasiado, incluso obsesivamente, en aquellas que les entusiasman. Por ello, algunos tipos de música pueden proporcionar ese empujoncito de dopamina que hace más soportable cualquier trabajo.
Por supuesto, también existe una corriente de detractores de estas teorías. Para ellos, la música es solo un elemento distorsionante que impide a nuestra mente centrarse en una sola tarea. Según esta visión, la música no deja de ser ruido y, como tal, produce una alteración en el cerebro que afecta a su productividad. Por ejemplo, psicólogos de varias universidades en Lancashire, Gävle y Lancaster investigaron el impacto de la música de fondo presentando a varias personas problemas verbales que requieren de creatividad para su solución. Según estos investigadores, la música de fondo perjudicaba de forma significativa la capacidad de estas personas de completar las tareas propuestas y ello podía deberse a que la música interrumpe la memoria de trabajo verbal. Es cierto que a muchas personas les perturba escuchar música cantada en el mismo idioma en el que están leyendo, estudiando o escribiendo y, por el contrario, no les molesta cuando oyen música instrumental o interpretada en una lengua que no entienden.
Posturas contrarias sostienen que la música podría interrumpir la memoria de trabajo y afectar la productividad
Pero en esto, como en tantas cosas, lo más probable es que la virtud esté en el término medio y que el efecto de la música tenga mucho más que ver con variables como el estilo, el volumen, la velocidad, el ritmo, etc. Srini Pillay, psiquiatra de la Universidad de Harvard, es uno de los científicos que más ha investigado sobre el efecto de la música de fondo mientras se llevan a cabo otras actividades del intelecto. Pillay sostiene que la música aumenta los estados de concentración en la tarea con respecto al silencio. No obstante, introduce un matiz importante: no sirve cualquier música, ya que los centros de concentración del cerebro están directamente conectados con las regiones que procesan las emociones, por lo que una música agitada y de ritmo complejo puede interrumpir la concentración, mientras que una música más relajante y previsible puede ayudar a pensar con claridad.
En este sentido, hay quienes se mojan al proponer algunos estilos e incluso los nombres de determinados artistas como los más convenientes para la concentración. Aquí encontramos de todo: desde los que propugnan a Mozart, Bach y Vivaldi hasta los que recomiendan el soul y el funk de James Brown o Beyoncé. A este respecto, goza de cierta fama el estudio de un grupo de científicos de la Universidad de California en Irvine que descubrió en 1993 lo que se conoce como el «efecto Mozart». Estos investigadores llevaron a cabo un experimento en el cual dividían a 30 estudiantes en tres grupos: los primeros escucharon música de Mozart durante 10 minutos; los segundos, una locución con instrucciones para relajarse y los alumnos que formaban el tercer grupo no escucharon nada. Después, tuvieron que llevar a cabo una serie de actividades. Los oyentes de Mozart fueron quienes obtuvieron el mejor resultado. Por cierto, la obra que escucharon fue la sonata K 448 para dos pianos.
Si hay algo claro es que los estudios sobre los efectos de la música de fondo durante el aprendizaje no son concluyentes, así que lo mejor será que cada uno haga su propio experimento y escoja la opción que más le ayude. En las plataformas musicales hay desde luego un sinfín de alternativas: desde sonidos de la naturaleza, hasta música de concentración, pasando por ruidos de oficina. Cada cerebro es un mundo y lo que funciona para una persona no tiene por qué ser válido para otra. Así que lo mejor es probar y quedarse con lo que más ayude.
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