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Von der Leyen y el marketing de Silicon Valley

La presidenta de la Comisión Europea ha repetido en varias ocasiones que la IA alcanzará pronto capacidades de razonamiento humano mientras impulsa un gigantesco plan de inversión pública.

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27
noviembre
2025

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, aseguró el pasado mes de mayo, en la conferencia anual sobre el presupuesto europeo, que la inteligencia artificial alcanzaría la «capacidad de razonar como un ser humano» en 2026. Ante el comentario, muchos especialistas nos llevamos las manos a la cabeza. No lo dijo citando un artículo revisado por pares ni un estudio científico sólido. Lo dijo repitiendo materiales de marketing de algunas de las grandes tecnológicas norteamericanas.

La comunidad científica alerta de las decisiones políticas tomadas en la UE comprando humo a las grandes tecnológicas norteamericanas. Los contratos de IA para servicios públicos en Europa benefician sobre todo a firmas privadas que venden sistemas cuyo impacto real está por demostrar. La IA no va a solucionar el sistema sanitario, revolucionar los servicios sociales ni modernizar la administración. Hay que invertir en personas, no en desarrollos imposibles.

Carta abierta de la comunidad científica

A mediados de noviembre de este año, más de 250 científicos firmamos una carta abierta pidiendo a la presidenta que se retractara de la afirmación de que la IA se acercará al razonamiento humano el próximo año; que evaluara con rigor otras afirmaciones de marketing similares sobre productos de IA; y que se asegurara de contar en el futuro con el asesoramiento científico imparcial necesario.

La Comisión Europea respondió que la afirmación se basaba en «el conocimiento profesional de los servicios de la Comisión y una revisión de literatura científica».

Esa «literatura científica», sin embargo, resultó ser un puñado de declaraciones del CEO de Anthropic, del director de OpenAI, del responsable de Nvidia y del experto en IA Yoshua Bengio.

La carta abierta es muy crítica, ya que al entrar en el juego del marketing de las grandes tecnológicas, Europa mina su propia credibilidad.

La distancia entre política y realidad

Pero éste no es el único problema. El programa europeo de 200.000 millones destinado a «gigafactorías de IA» responde a las promesas de muchos gobiernos europeos de que la inteligencia artificial revolucionará el sistema sanitario y transformará los servicios públicos. Europa está tomando decisiones políticas y económicas con dinero público sobre una base preocupante: la publicidad empresarial, no la ciencia.

Los científicos que firmamos la carta no somos enemigos de la tecnología: trabajamos con ella a diario. Justamente por eso alertamos de la distancia creciente entre lo que los políticos prometen y lo que la IA realmente es capaz de hacer.

Rao Kambhampati, expresidente de la prestigiosa AAAI (Asociación para el Avance de la Inteligencia Artificial), publicó en 2023 un trabajo titulado ¿Pueden los modelos masivos de lenguaje realmente razonar y planificar?. Ahí argumenta sólidamente que lo que hacen estos modelos (el más conocido por el gran público es ChatGPT) no es razonar sino más bien recitar, recuperando, aproximadamente, información que se les había proporcionado durante la fase de entrenamiento.

Recientemente, en 2025, investigadores de Apple publicaron un trabajo titulado The Illusion of Thinking (La Ilusión del Pensamiento) en el que mostraban que los modelos de «razonamiento» más avanzados fallan estrepitosamente en problemas complejos. Funcionan bien mientras las tareas son simples, pero sus capacidades colapsan cuando se incrementa la dificultad.

Por su parte, en noviembre de este mismo año, un estudio llevado a cabo por 42 investigadores de prestigiosas instituciones (Universidad de Oxford, Escuela Politécnica Federal de Lausana, Universidad Stanford, Universidad Técnica de Munich, Universidad de California-Berkeley, Instituto de Seguridad de la IA del Reino Unido, Weizenbaum Institute y Universidad de Yale), analizaron 445 tests (benchmarks) de IA y concluyeron que muchos no evalúan lo que dicen evaluar: más que razonar, los modelos memorizan patrones, confirmando así las conclusiones de Kambhampati.

No habrá IA con inteligencia similar a la humana

El informe de 2025 del denominado «Panel Presidencial» de la AAAI sobre el futuro de la investigación en IA revela que el 76 % de los científicos que investigan en IA afirman que es «poco probable» o «muy poco probable» que los enfoques actuales de la IA permitan alcanzar una IA general similar a la humana, lo que sugiere serias dudas sobre el futuro de los paradigmas actuales de la IA generativa. Y, aun así, demasiados líderes europeos siguen tomando como referencia la palabra de los CEO de Silicon Valley, cuyo deber fiduciario es defender sus beneficios, no la verdad científica.

Riesgo público y beneficios privados

El patrón es claro. Ursula von der Leyen ha repetido en varias ocasiones que la IA alcanzará pronto capacidades de razonamiento humano mientras impulsa un gigantesco plan de inversión pública. En la cumbre de «Acción en IA» de París, en febrero de 2025, anunció una infraestructura europea de «computación masiva», con la adquisición de 100.000 procesadores avanzados.

Los contratos millonarios con empresas de IA avanzan, pero la inversión en personas se desploma

La financiación vendría de fondos públicos y privados: «la mayor asociación público-privada del mundo para desarrollar IA fiable», afirmó. En otras palabras: riesgos públicos, beneficios privados.

En el Reino Unido, el Gobierno de Keir Starmer y la mayoría de líderes europeos siguen una narrativa muy similar. Según su discurso, la IA es la llave para transformar el sistema sanitario, revolucionar los servicios sociales y modernizar la administración.

Contratos privados con empresas de IA

La realidad es más pedestre: los contratos millonarios con empresas de IA avanzan, pero la inversión en personas se desploma: los sistemas públicos de salud pierden personal sanitario, los maestros y profesores abandonan la profesión exhaustos y los trabajadores sociales gestionan cargas inasumibles. Ninguna de estas profesiones puede ser reemplazada por IA.

La medicina requiere juicio clínico y empatía para tratar a los pacientes; la educación exige interpretar señales emocionales y despertar curiosidad; el trabajo social implica navegar por situaciones familiares complejas y sostener decisiones difíciles. La IA puede asistir en tareas concretas (procesar datos, identificar patrones en imágenes médicas), pero no suplanta el criterio profesional. Puede generar textos plausibles, no conocimiento. En los servicios públicos, esta diferencia no es un matiz: es la línea que separa el buen funcionamiento del fracaso.

El rastro del dinero

Para entender qué pasa, conviene seguir el rastro del dinero: mientras las empresas de IA cuentan con ejércitos de lobistas, los antiguos responsables de políticas públicas encuentran nuevos empleos asesorando a las mismas compañías que antes regulaban.

No sorprende que la «revisión de literatura» de la Comisión Europea diera como resultado un conjunto de declaraciones de directivos de empresas con enormes intereses en juego.

Von der Leyen ha comprometido 200.000 millones para el desarrollo de IA europea

Mientras tanto, cada contrato de IA para servicios públicos beneficia sobre todo a firmas privadas que venden sistemas cuyo impacto real está por demostrar. La financiación pública se convierte así en capital de riesgo para proyectos tecnológicos.

Von der Leyen ha comprometido 200.000 millones para el desarrollo de IA europea. ¿Cuánto de ese dinero se destinará a formar y retener médicos, maestros, trabajadores sociales y funcionarios? Muy poco. La paradoja es evidente: se promete modernización mientras se desinvierte en las personas que sostienen la vida pública.

Que la inversión pública se centre en las capacidades humanas

Los científicos que cuestionamos a Von der Leyen no rechazamos la IA. Rechazamos el engaño. Pedimos políticas basadas en evidencia real, no en el marketing de Silicon Valley. Exigimos que la inversión pública vuelva a centrarse en la capacidad humana: salarios competitivos, formación continua, estructuras organizativas que preserven el conocimiento y permitan evaluar las consecuencias de las decisiones.

La IA puede ser útil, sí. Puede agilizar tareas, aportar eficiencia, complementar el trabajo de profesionales experimentados. Pero no es una solución milagrosa, ni un sustituto del personal cualificado, ni una excusa para continuar externalizando funciones esenciales del Estado.

Cuando la Comisión Europea reconoció que su afirmación sobre el «razonamiento humano» se apoyaba en declaraciones de CEO, quedó claro el problema de fondo: estamos construyendo políticas públicas sobre cimientos de propaganda.

Europa tiene que elegir. O sigue confiando en promesas tecnológicas sin fundamento y entrega sus servicios públicos a la lógica del outsourcing, o afronta la tarea –menos brillante, pero indispensable– de reconstruir su capacidad humana.

El futurible de la IA no será el que anuncien los directivos con intereses comerciales, sino el que permitan la ciencia, la responsabilidad política y la inversión sostenida en lo que de verdad funciona: las personas. La pregunta es si nuestros líderes están dispuestos a admitirlo.


Ramón López de Mántaras es profesor de investigación del CSIC, Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial (IIIA – CSIC). Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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