Desigualdad
«Hay todavía mucho camino por recorrer en el reconocimiento de las mujeres con discapacidad»
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COLABORA2023
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Ana Peláez Narváez es, desde hace un mes, la presidenta del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW). Es el órgano de expertos independientes que vela por la aplicación de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. «A menudo me preguntan si se menciona específicamente la discapacidad en la Convención, y la respuesta es que no», apunta Peláez. «No creo que sea necesario, ya que la Convención vela por la igualdad efectiva de las mujeres en relación a los hombres. Y cuando hablamos de igualdad de las mujeres hablamos de todas las mujeres, sin excepción», añade. «De ahí que las mujeres con discapacidad estén plenamente protegidas por este instrumento internacional de Derechos Humanos», indica.
¿Diría que su nombramiento como presidenta del Comité va a suponer un cambio en la múltiple discriminación que sufren las mujeres con discapacidad en el mundo? ¿Ya tiene trazado un plan de actuación?
Creo que el hecho de haber llegado a la CEDAW en el año 2019 como mujer con discapacidad supuso un avance significativo en el trabajo interno de la agrupación. Sin embargo, el Comité ya había considerado el tema de las mujeres con discapacidad cuando, en 1991, aprobó una Recomendación General sobre Mujeres Discapacitadas, que pedía a los Estados que, cuando informasen acerca de qué acciones llevaban a cabo con respecto a los grupos desfavorecidos de mujeres, prestaran atención también a las mujeres con discapacidad. De hecho, a partir de ese momento, el colectivo ha estado muy presente en los diálogos constructivos con los Estados partes, en las Recomendaciones Generales del Comité… Pero el punto de inflexión, sin duda, ha sido incorporar a una mujer con discapacidad que, además, es experta en género y derechos de las mujeres. El hecho de haberme nombrado presidenta es un mensaje enormemente relevante para la comunidad internacional. Ahora bien, si me preguntas qué tengo previsto hacer después de mi nombramiento como presidenta y en qué ámbitos creo que el Comité tiene que avanzar sobre las mujeres y niñas con discapacidad, lo primero que pienso es que es obligado seguir progresando en el fortalecimiento de su jurisprudencia hacia una mejor comprensión de los derechos humanos y libertades fundamentales de las mujeres y niñas con discapacidad sin ningún tipo de brecha interpretativa. Hay todavía mucho camino por recorrer, por ejemplo, en el pleno reconocimiento de las mujeres con discapacidad ante la ley, en temas de salud y derechos sexuales y reproductivos, en temas de representación política, en procesos de toma de decisiones… Pero, insisto, el Comité tiene la mejor de las predisposiciones para avanzar en estos temas.
¿Es accesible el Comité CEDAW teniendo en cuenta que su presidenta es una mujer con discapacidad?
Pues debo decir que, a diferencia del Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CRPD), del que formé parte entre 2009 y 2016, el Comité CEDAW no cuenta con medidas de accesibilidad ni de inclusión. Ahí Naciones Unidas tiene una grave asignatura pendiente que espero que pueda solventarse muy pronto. Por eso, el papel que ha tenido respaldándome la ONCE, mi organización de base, ha sido crucial. Porque, si no hubiera sido por ellos, no podría asumir esta presidencia, aunque hubiera sido simplemente para tener la documentación en braille. De la misma forma, para las reuniones que la CEDAW mantiene con las instituciones nacionales de Derechos Humanos y las organizaciones de la sociedad civil para los Estados que se revisa cada semana, la Fundación CERMI Mujeres está ofreciendo subtitulado e interpretación a la lengua de signos para que las organizaciones de personas con discapacidad puedan reportar con garantías de accesibilidad ante el Comité. De otra forma, sería imposible hacerlo.
Que una organización de referencia internacional como Naciones Unidas no disponga de materiales adaptados a las necesidades de las personas con discapacidad es un poco grave, ¿no?
Sí que es cierto que hay una estrategia de discapacidad e inclusión de Naciones Unidas, que se adoptó en septiembre de 2020, pero de momento no está dotada de recursos económicos. Sé que existe la mejor voluntad para sacarlo adelante, confiamos en que la Asamblea General de la ONU dedique fondos también a estos asuntos y que puedan afrontarse a la mayor brevedad posible, pero hasta la fecha no ha sido así.
«Las mujeres con discapacidad tradicionalmente no han formado parte activa de los movimientos activistas de la discapacidad»
¿Por qué cree que el colectivo de mujeres con discapacidad, principalmente con discapacidad intelectual, ha estado tan invisibilizado tradicionalmente dentro de las reivindicaciones feministas?
En primer lugar, porque las mujeres con discapacidad tradicionalmente no han formado parte activa de los movimientos activistas de la discapacidad. Siempre han sido las madres de hijos e hijas con discapacidad las implicadas, pero no han tenido una representación política en las entidades. Por eso, la primera causa de la no representación femenina hay que analizarla internamente. Además, el hecho de que no existan organizaciones específicas de mujeres con discapacidad y que, cuando han empezado a salir adelante, hayan sido especialmente cuestionadas por el propio movimiento de la discapacidad es otro de los grandes obstáculos. Recuerdo el caso de un grupo de mujeres en El Salvador que, cuando decidieron constituirse como colectivo, fueron expulsadas de la organización de personas con discapacidad a la que pertenecían por esa doble militancia. Ese fenómeno es global y podría producirse en nuestro país también. Por otra parte, creo que, como consecuencia de esa invisibilidad en el activismo social de las mujeres con discapacidad y sobre todo de los estereotipos discriminatorios que existen, el movimiento feminista no ha incorporado una verdadera inclusión de todas las mujeres hasta hace muy poco tiempo. Y ahí todavía quedan retos importantes de avance. Por ejemplo, cuando las mujeres con discapacidad empezaron a reivindicar sus derechos sexuales y reproductivos, no siempre fueron entendidas por el movimiento feminista general. No obstante, creo que las cosas están cambiando, y ese grito unánime de «nosotras también somos mujeres» está calando en la sociedad y es imparable. Se necesita un empoderamiento individual y colectivo de las mujeres y niñas con discapacidad. Individual porque tiene que partir de una misma y revolverte por dentro, y colectivo porque necesitamos identificarnos como grupo y trabajar todas juntas por nuestros derechos y nuestras libertades fundamentales.
¿Existe la brecha de género también entre mujeres y hombres con discapacidad?
Existe y es muy grande. La última Encuesta de Discapacidad, Autonomía Personal y Situación de Dependencia, publicada en 2022, señala que en nuestro país viven más de dos millones y medio de mujeres con discapacidad, un 58,67%, y alrededor de un millón ochocientos mil hombres, equivalentes a un 41,33%. Pues bien, en términos de educación, siempre según la encuesta, hay 70.400 niños entre 6 y 15 años escolarizados, mientras que solo se registran 36.000 niñas. Aquí ya se observa una brecha importantísima. ¿Dónde están las niñas que faltan? Pero aún hay más: en relación con el nivel educativo de las personas con discapacidad de 16 años y más que no saben leer ni escribir, se cuentan 94.600 hombres y 205.000 mujeres; en el caso de los estudios primarios incompletos, se registran 716.900 mujeres y 380.300 hombres. Ocurre lo mismo con la diferencia de sueldos cuando acceden al mercado laboral, donde hay una brecha salarial de un 13,7% en perjuicio de las mujeres. Son datos que llaman muchísimo la atención y que crean una obligación a las Administraciones públicas de empezar a trabajar para cambiar las cosas, no solo en nuestro país sino en todo el mundo.
¿De qué manera cree que se puede combatir la discriminación de mujeres con discapacidad cuando esta se ejecuta en el propio ámbito familiar? Hablo de las esterilizaciones forzosas, los abortos, las inhabilitaciones legales o el abuso sexual.
La mejor forma de abordarlo es aplicando un enfoque transversal que se centre, por un lado, en la mujer con discapacidad; por otro, en la familia; y, por último, en la comunidad. Si no se trata de una manera holística, se producirán unos desequilibrios muy complicados. Las mujeres y niñas con discapacidad tienen que estar formadas fundamentalmente en tres ámbitos: conocer sus propios derechos, conocer los aspectos relacionados con la salud y sus derechos sexuales y reproductivos, y saber reconocer y prevenir la violencia que pueden sufrir. Deben estar capacitadas para saber que lo que les está sucediendo, aunque provenga de su padre, su hermano o su primo, y tienen que conocer los recursos existentes para poder salir de esas situaciones.
Pero también hay que trabajar con las familias, y en ese contexto las madres desempeñan un papel fundamental, porque esas mujeres son también víctimas de discriminaciones agravadas dentro de la propia familia, en primer lugar, por haber tenido un hijo o una hija con discapacidad. Eso por no hablar de que, en materia de cuidados, son ellas quienes están asumiendo toda la responsabilidad. Formación, acompañamiento activo y orientación son, en este caso, esenciales. Y el último contexto sobre el que es necesario actuar es el comunitario. Para mí, una de las situaciones más complicadas que he vivido durante el confinamiento desde la Fundación CERMI Mujeres fue una denuncia que recibimos de una comunidad de vecinos que nos comunicó que en el ascensor de la finca había aparecido un cartel ofreciendo los servicios sexuales, de una manera velada, eso sí, de una chica con discapacidad intelectual a través de su propia hermana. Incluso se están dando casos de relaciones incestuosas entre hermanos o entre padres e hijas, que vienen desde la infancia. Por eso, la comunidad tiene un papel fundamental en la denuncia y en esa transformación social necesaria para acabar con estos estereotipos nocivos.
La infantilización de las mujeres con discapacidad, especialmente la intelectual, por parte de la sociedad las despoja del derecho a su propia sexualidad. ¿Por dónde se empieza a trabajar un aspecto tan delicado como es la aceptación social de la vida sexual de las personas con discapacidad, especialmente de las mujeres?
Aquí tengo que reiterar mi respuesta anterior. Hay que empezar a trabajar siempre desde las propias mujeres, niñas y adolescentes con discapacidad. No hay transformación social que no comience por un cambio personal. Hay que darles pleno protagonismo de sus vidas, con todos sus derechos y libertades, y empoderarlas con el apoyo de sus propias familias. Hasta hace bien poco, en términos generales, las mujeres y niñas con discapacidad ni siquiera han estado consideradas mujeres o niñas; se les considera disabled. Y, si son disabled, ¿cómo van a tener sexo? El Comité CEDAW, en su artículo 5, sostiene que para conseguir un cambio de actitud de las sociedades y las nuevas generaciones hay que trabajar directamente con los medios de comunicación, en primer lugar, porque son un sujeto clave en el trabajo de conseguir sociedades más justas libres de estereotipos. Lo que pasa es que los medios de comunicación han dejado de ser la prensa, la radio y la televisión, y ahora encontramos infinidad de micromedios de comunicación social cohabitando en diferentes soportes, lo que lo complica todo un poco más. Y, por otro lado, la CEDAW también alude a trabajar en el sistema educativo por tener una inmensa responsabilidad en la formación de las nuevas generaciones. Queda una enorme labor por hacer en el ámbito de la educación, en el contenido de los libros de texto, en el enfoque de los temas, en cómo se aborda la sexualidad de las niñas y adolescentes. Ahora bien, cuando hay condicionantes políticos o religiosos asociados a la escuela, la tarea se complica.
«Queda una enorme labor por hacer en el ámbito de la educación, en el contenido de los libros de texto, en el enfoque de los temas, en cómo se aborda la sexualidad de las niñas y adolescentes»
¿Y qué pasa cuando hay hijos o hijas? ¿Por dónde pasa el camino para que las mujeres con discapacidad desarrollen su maternidad de una forma normalizada?
La maternidad de las mujeres con discapacidad es uno de los asuntos más cuestionados socialmente aludiendo a la prevalencia del interés de los menores. Ese cuestionamiento social trasciende a la familia y, en ocasiones, es la propia familia la que actúa dando validez a ese cuestionamiento: «Mejor esterilizar a mi hija porque, por un lado, no va a poder ser madre y, por otro, algún malnacido la va a violar y la va a dejar embarazada». El miedo al embarazo por encima del miedo a la violencia sexual. De ahí que, ante ese miedo, muchas veces se opte por una esterilización forzosa aunque eso pase a veces por una inhabilitación legal. Esas personas, padres y madres con discapacidad, tienen derecho a recibir los apoyos necesarios para el cuidado de sus hijos e hijas. Y esto, lamentablemente, no se da. En ese sentido, el trabajo que están impulsando algunas organizaciones, como Plena Inclusión en España (confederación de entidades que trabajan en el ámbito de la discapacidad intelectual) o AFANIAS para dar apoyo directo a estas madres con discapacidad es extraordinario y un referente para otros muchos países.
Según datos del informe del Consejo General del Poder Judicial y de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2019, el 20% de las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas tenía alguna discapacidad. Y el 80% de las mujeres con discapacidad sufre algún tipo de violencia. ¿Se está actuando desde las instituciones para prevenirlo?
Yo añadiría un dato más: el 23% de las mujeres que en algún momento han sufrido violencia física o sexual ejercida por sus parejas o ex parejas afirma que su discapacidad está derivada de esa agresión. La violencia contra la mujer es una de las consecuencias que explican por qué hay una mayor prevalencia de discapacidad entre mujeres que entre hombres, y muchas veces esa discapacidad ni siquiera está acreditada. Por eso, más que nunca, es necesaria una macroencuesta específica que se dirija a mujeres y niñas con discapacidad, incluso a aquellas que están institucionalizadas, y que dé cuenta de cómo es esa violencia, cómo se produce, cuáles son sus particularidades, para, basándonos en sus resultados, poder llevar a cabo políticas efectivas para combatirla.
Y, con estos datos tan flagrantes encima de la mesa, ¿qué piensa cuando escucha los discursos negacionistas sobre violencia de género?
Me llena de una inmensa preocupación por ver el enorme retroceso que estoy viendo en relación con avances que se habían logrado gracias a los esfuerzos colectivos de la comunidad internacional, de la sociedad civil, de los movimientos feministas… Todo este trabajo realizado se ve afectado por estos discursos negacionistas y estas narrativas que ponen en tela de juicio incluso la salud y los derechos sexuales y reproductivos. Hoy más que nunca hay que dar un paso al frente y asegurar que no van a existir fracturas en el reconocimiento de los derechos de este colectivo de mujeres.
Por último, ¿cree que cuando alcancemos 2030 los derechos de las mujeres con discapacidad habrán experimentado algún cambio a mejor? ¿Es optimista con el futuro?
Quiero ser optimista con el futuro. Quiero pensar que vamos a aprovechar todas las oportunidades que nos brindan el trabajo internacional, regional y local sobre los derechos de las mujeres para hacer avanzar la agenda global de los ODS y que vamos a aprovechar la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea, que comienza el próximo mes de julio. Es fundamental tipificar como delito prácticas nocivas como las esterilizaciones no consentidas –que no solamente afectan a mujeres con discapacidad, sino también a mujeres romaníes, personas intersexuales o personas trans– y también es necesario aprovechar el 75 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos para hacer una evaluación de dónde estamos las mujeres, incluidas las mujeres con discapacidad de todo el mundo. Tenemos un montón de oportunidades a mano. Ojalá sepamos aprovecharlas.
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