Pensamiento

Qué significa ser un genio

A pesar de las apariencias, todas las acepciones del término están íntimamente relacionadas. Aunque, como dijo Jonathan Swift, «cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él».

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11
diciembre
2024

Si recurrimos al diccionario de la Real Academia de la Lengua, nos ofrece, entre otros, los significados que siguen sobre la palabra genio: «Capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables», «persona dotada de genio», «mal carácter, temperamento difícil», «en la gentilidad, cada una de ciertas deidades menores, tutelares o enemigas», «ser fabuloso con figura humana, que interviene en cuentos y leyendas orientales». A pesar de las apariencias, todos estos significados están íntimamente relacionados. Los dos primeros de modo evidente, los demás no de manera tan manifiesta.

Cuando hablamos de «mal carácter o temperamento difícil» nos referimos, casi siempre, a alguien con ataques de ira, una persona que, en momentos concretos, se muestra como poseído por el mal humor. Se trataría de un sujeto proclive a ciertas transformaciones del carácter, de ahí que hablemos de «tener genio» o «mal genio». El genio sería una entidad que va más allá del ego o la conciencia personal. Cuando uno se enfada de tal modo, parece endemoniado, como poseído por un espíritu ajeno. Si los griegos antiguos hablaban de la felicidad como eudaimonía o buen demonio (la felicidad consistiría en contar con un buen demonio, ángel de la guarda o «deidad tutelar»), equiparable a ciertas inclinaciones inconscientes de la persona, bien podríamos identificar al genio con elementos inconscientes del individuo. El genio pertenecería, pues, al reino de la intuición, de lo inconsciente, esa reserva de ideas y entramados de conceptos de los que emanan las creaciones o inventos. A menudo en la literatura anterior al siglo XX se hablaba del «genio de» tal o cual artista, pensador o científico. De este modo, se identifica al genio con alguna especie de demonio personal, proveniente de un pozo del que manan las ideas creativas.

Cuando se habla de «tener genio» o «mal genio», este sería una entidad que va más allá del ego o la conciencia personal

Etimológicamente, la palabra genio viene del latín genius, que hace referencia a un diosecillo menor o espíritu protector. En la Roma antigua, este era el demonio o ángel de la guarda ya mencionado, que en el caso de los hombres era individual, pero que en el de las mujeres era Juno (es decir, que todas compartían el mismo genio tutelar). Si atendemos a este concepto de genio, estaría relacionado también con la noción de musa. Esta es, igualmente, una especie de fuerza o entidad ajena a la conciencia, de procedencia subconsciente, que nos aporta ideas o inspiraciones que parecen llegadas del exterior. Se trataría, en este caso, de una especie de demonio o ángel femenino (demonio y ángel siendo sinónimos: «Los mensajeros de los dioses»), razón por la cual Ray Manzarek, teclista de The Doors, se refiere a los «mejores ángeles de mi mente» cuando describe la inspiración que le llevó a crear la intro de Light my Fire en 1966.

A pesar de los cuestionamientos de la moderna crítica de arte, lo cierto es que, generalmente, la creación verdaderamente valiosa es siempre fruto de una especie de iluminación o intuición surgida de nuestro inconsciente. Que pregunten a los músicos más representativos de la cultura pop del siglo pasado cuál es su experiencia al respecto y recibirán la misma respuesta: la idea de esta o aquella canción surgió de modo súbito e inesperado (de un proceso no controlable por el artista). La vieja noción del genio romántico no ha muerto, ni mucho menos, por mucho que el crítico haya tratado de suplantar al artista durante todo el siglo XX y haya logrado apoderarse del ámbito de las artes plásticas. El crítico siempre fue un artista frustrado y gentes como Marcel Duchamp o Joseph Beuys no fueron más que falsos artistas o críticos que aspiraban a hacerse pasar por tales. Por lo general, tales «artistas» desprecian al «genio» o el elemento inconsciente del arte por la sencilla razón de que no tienen acceso a él. El incompetente tiende a infravalorar aquello en lo que carece por completo de competencia.

Hemos hablado, por otra parte, del genio como un «ser fabuloso con figura humana, que interviene en cuentos y leyendas orientales». Hay que decir, primero, que según la filología de los dos últimos siglos, todos los «cuentos de viejas» o relatos popular-folclóricos cuentan con un origen oriental. Y hemos de decir también que el genio en esta acepción no ha de contar necesariamente con forma humana. Este tipo de genio podríamos equipararlo a figuras como el Gato de Cheshire, ente que aparece y desaparece frente a Alicia –del país de las maravillas– cuando esta necesita ayuda o consejo. Siguiendo esa línea de pensamiento podríamos preguntarnos: ¿es el Gato de Cheshire una entidad diferenciada de Alicia o es parte inconsciente de la misma que ella percibe como ajena al no pertenecer al ámbito de la conciencia? Es una pregunta difícil de responder.

Finalmente, hablaremos del genio como sujeto de «capacidad mental y creativa extraordinaria». En el caso de esta definición, se identifica al propio sujeto humano con su potencia creativa (o su demonio inconsciente). Decir, en primer lugar, que el genio no sería una persona de gran talento sin más, sino que este tipo humano necesariamente habría de ser de alguna manera virtuoso. El genio es alguien que no solo produce, sino que domina su instrumento de modo extraordinario o genera una cantidad ingente y abrumadora de obras valiosas. El genio ha de atesorar cierta cualidad monstruosa, una particular exuberancia. ¿Cuál sería el gran genio de la cultura musical americana? Jimi Hendrix, sin duda. ¿El gran genio intelectual del siglo XX? Albert Einstein. Pero, ¿cree alguien que Einstein sabía más de matemáticas que otros físicos de su época? ¿Que su memoria era superior? No, la gran cualidad de Einstein fue su visión y creatividad a la hora de aplicar las matemáticas y principios de la física para interpretar la realidad. Einstein no tenía una potencia cerebral superior en el sentido de mayor capacidad para el cálculo, sino que podía «ver» lo que otros no veían. Es decir, que era más visionario y creativo que otros físicos de su época.

A todo esto hay que añadir, por otra parte, que el genio, a menudo, es despreciado e infravalorado por su entorno y su época. Para ilustrar esto nos basta con recurrir de nuevo a Einstein, quien trabajaba en una vulgar oficina de patentes cuando descubrió su teoría de la relatividad. Esto es, que ninguna universidad había reparado en él como potencial profesor o investigador. Se trata de un ejemplo entre innumerables otros: Nietzsche era filólogo de profesión (no filósofo); las teorías de Freud fueron inicialmente rechazadas por la psiquiatría de su tiempo; y Van Gogh solo logró vender un cuadro en vida. El genio, pues, no suele llevar una vida fácil. Como dijo Jonathan Swift al respecto: «Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él».

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