Cultura

Paco de Lucía, un genio entre dos aguas

Paco de Lucía sigue siendo recordado como el mejor guitarrista de la historia flamenca. Su incomparable estilo bebió de muchas y diversas fuentes musicales que poco tenían que ver con el flamenco.

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23
febrero
2024

No debía ser fácil crecer siendo el menor de cinco hermanos, hijos todos de una familia humilde, en el popular y humilde barrio de La Fuensanta (Algeciras) a mediados del siglo pasado. Nada sencillo debió resultarle a Paco de Lucía (1947-2014), que a muy corta edad tuvo que abandonar la escuela y ponerse a trabajar junto al resto de los hijos del matrimonio compuesto por Antonio Sánchez Pecino y Lucía Gomes Gonçalves –de quien el pequeño Francisco tomaría el nombre cuando su fama como guitarrista flamenco traspasase las fronteras de España–.

«Entre dos aguas», una rumba semiimprovisada que Paco de Lucía decidió incluir en su quinto elepé, Fuente y caudal (1973), fue la que le proporcionó el reconocimiento internacional que, años después, le haría ser catalogado como el mejor guitarrista flamenco de todos los tiempos. Entre dos aguas resiste su ciudad natal, Algeciras, los embates del tiempo: al este las del Mediterráneo, al oeste las del Atlántico. Y fue en aquella ciudad donde, desde muy temprano, se dejó influenciar por la magia de la música flamenca. Su padre era conocido en los ambientes populares por defenderse con solvencia a las seis cuerdas y fue él quien decidió que sus hijos varones aprendiesen los entresijos del instrumento y la magia de los palos flamencos. Estaba convencido de que portaban en sus genes una herencia que, si trabajaban a conciencia, les permitiría abandonar su precaria situación socioeconómica.

El joven Paco formó un dúo flamenco con su hermano Pepe, y ya con 12 años comenzó a cosechar aplausos en diferentes tablaos de la provincia de Cádiz. Solo dos años después, ganó un premio en el Concurso Internacional de Arte Flamenco de Jerez de la Frontera. Un galardón que le pondría en el camino de la fama internacional, al ser contratado como tercer guitarrista para la Compañía de Ballet Clásico de José Greco. A partir de ahí, Paco de Lucía seguiría navegando entre dos aguas, al hacer, como integrante de dicha compañía, una gira de nueve meses por Sudamérica y Estados Unidos durante la que se empapó de otras músicas alejadas del flamenco que engrandecerían su leyenda.

Sudamérica, justamente, le proporcionó un descubrimiento que sería un regalo para la música flamenca. Ocurrió en Perú, en 1977, durante una de las giras. Allí descubrió a un músico que acompañaba a la cantante Chabuca Granda con un cubo de madera sobre el que se sentaba para golpearlo como instrumento de percusión. El cajón peruano, desde ese momento, se incorporó al flamenco para nunca ya abandonarlo.

Influenciado por el virtuosismo de la guitarra de Sabicas y Mario Escudero, Paco tuvo claro desde los inicios de su carrera que debía forjar su propio estilo. Él mismo declaró que no consideraba el estilo como un punto de partida, sino como un resultado. La mejor manera de que el resultado fuese brillante era a fuerza de tocar, sin descanso. El tiempo le dio la razón.

Paco de Lucía no consideraba el estilo como un punto de partida, sino como un resultado

Tras unas primeras grabaciones bajo la dirección artística de su padre, Paco de Lucía comenzó a componer sus propios temas y grabó sus dos primeros álbumes en solitario, La fabulosa guitarra de Paco de Lucía (1967) y Fantasía flamenca (1969). Las composiciones de tales grabaciones le valdrían actuaciones ya fuera del ámbito de los tablaos y el flamenco, como la que puso de pie, en 1970, al público que llenaba el Palau de la Música de Barcelona.

El esfuerzo económico que tuvieron que hacer sus padres comenzó a verse recompensado, y Paco se trasladó con su familia a Madrid. Él continuó tocando y multiplicando sus ganas de aprender, que le llevaron a acercarse al jazz de la mano del saxofonista Pedro Iturralde, con quien grabó en 1967 el álbum Flamenco Jazz.

La leyenda continuó creciendo cuando conoció a Camarón de la Isla, con quien formó una pareja artística que transformaría el flamenco para siempre. La voz telúrica de Camarón y las sincopadas filigranas de la guitarra de Paco se fusionaban en un torbellino de viveza que asombraba a todo el que los escuchaba. Una decena de álbumes guardan el testimonio de una de las parejas musicales más revolucionarias de la música española.

A pesar de que ya estaba lejos de su Algeciras natal, Paco continuaba evolucionando entre dos aguas. Su virtuosismo y sabiduría flamencas no le impidieron unirse a numerosos músicos de jazz, tanto para registrar grabaciones vanguardistas como para realizar giras multitudinarias. De estas colaboraciones, la que mantuvo con John McLaughlin y Al Di Meola fue, posiblemente, de las más aclamadas.

Siempre inquieto y en permanente evolución, el guitarrista flirteó también con otros géneros como la bossa nova, la música árabe, el tango, el blues o la salsa. Pero Paco de Lucía fue esencialmente flamenco, y contribuyó como nadie a que esa música se popularizara a nivel mundial. Su magistral manera de tocar la guitarra quedó resumida durante la entrega del Premio Príncipe de Asturias de las Artes, en 2004, cuando el jurado proclamó que todo lo que puede expresarse con las seis cuerdas de una guitarra estaba en sus manos.

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