La vida secreta de los elefantes
La fascinación que despiertan los elefantes ha durado milenios. Sin embargo, la realidad de esta especie es precaria y la caza y la deforestación los está llevando al límite.
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El elefante lleva milenios fascinando a la humanidad, colándose en múltiples mitologías en las que se ha convertido en animal sagrado o en símbolo de poder o sabiduría y protagonizando reflexiones desde los tiempos de la Antigua Grecia. A lo largo de la historia, los elefantes han hecho parte de las cavilaciones filosóficas y hasta de la cultura popular: hablaba de ellos Plinio y siglos después las películas de Disney. Pero, detrás de todo esto está también la propia naturaleza del animal, esa vida secreta que la ciencia ha ido progresivamente desvelando en las últimas décadas.
Es un atajo clásico, que entienden desde abuelos hasta nietas, el de decirle a alguien con admiración que «tiene memoria de elefante». Esa memoria que los ha hecho famosos no es un mito: los elefantes son capaces de recordar cosas durante muchos años. Pero no es la única muestra de su inteligencia. Como recuerdan en la BBC, también son capaces de resolver problemas –por ejemplo, apilando objetos para acceder a la comida– y resolver cuestiones complejas.
Las investigaciones científicas han demostrado que son animales con un grado importante de autoconciencia y que, además, establecen fuertes relaciones entre el grupo. «Saben a la perfección quiénes son ellos mismos y quiénes son los demás», asegura el naturalista Carl Safina, como recoge El País. De hecho, los elefantes mantienen rituales funerarios. Cuando se muere una cría, la cargan durante días hasta encontrar el sitio adecuado para depositarla, como acaba de demostrar una investigación realizada por científicos del Instituto de Educación e Investigación Científica de Pune y del Servicio Forestal de la India siguiendo las pistas dejadas por elefantes asiáticos. Como explica Roy, «los entierros de crías son eventos extremadamente raros en la naturaleza». Además de buscar un lugar adecuado, los elefantes lamentan sonoramente el fallecimiento y colaboran para enterrar a la cría fallecida.
Las poblaciones de elefantes en Asia y África han vivido un declive a lo largo del siglo XX
También son capaces de transmitir información aprendida a lo largo de su vida a otros elefantes. Cada animal tiene su propio nombre, que los demás elefantes de su grupo conocen. «Tienen la capacidad de llamar individualmente a determinados miembros de su familia con una llamada única», apunta Mickey Pardo, biólogo acústico del Laboratorio de Ornitología de Cornell. Precisamente, Pardo analizó, junto a otro científico, los retumbos de los elefantes africanos de varios parques y reservas en Kenia. Descubrieron que si bien el oído humano no es capaz de percibir del todo las diferencias (ellos se valieron de la inteligencia artificial para hacer ese trabajo), los otros elefantes sí lo hacen. Son capaces de saber para quién es ese mensaje y responden con emoción cuando es a ellos a quienes llaman.
Especie en riesgo
Aun así, todavía queda mucho por descubrir sobre los elefantes. Proyectos como la iniciativa ElephantVoices están intentando investigar más sobre estos animales, al tiempo que buscan proteger sus hábitats y a la propia especie.
Porque si bien los elefantes fascinan, su situación está lejos de ser positiva. Como apuntan desde la WWF, las poblaciones de elefantes en Asia y África han vivido un declive a lo largo del siglo XX, víctimas de la caza –especialmente la conectada al mercado ilegal del marfil– y de la pérdida de sus hábitats naturales.
La deforestación y la desaparición de espacios naturales hace que la situación se convierta en más precaria para un animal que necesita cientos de kilos de plantas al día para alimentarse. Y su papel es decisivo para mantener la biodiversidad y los ecosistemas en los que viven, por lo que su desaparición tiene un efecto rebote para esos entornos.
Ya en 2021 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) alertaba de que las distintas especies de elefantes africanos habían entrado en su lista roja. «Debemos poner fin urgentemente a la caza furtiva y garantizar que se conserven suficientes hábitats adecuados tanto para los elefantes de bosque como para los de sabana», insistía entonces Bruno Oberle, director del organismo.
Las poblaciones de elefantes de bosque africanos habían caído en un 86% en 31 años y los de sabana en un 60% en medio siglo. La caza furtiva se había agravado y, con ella, la situación de los elefantes se había hecho más extrema. Recientemente, la UICN sumó a su lista roja al elefante de Borneo.
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