Toc, toc, ¿hay fantasmas en la casa?
Amityville, Mansión Winchester, la Casa Borley, la Casa Jurado, el Castillo Leap o el mismo Washington Square Park tienen algo en común: en todos hay fantasmas. O eso dicen.
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2024
Artículo
Nada hay más atractivo en una sociedad capitalista que algo que sea único, que se quede en la esfera de lo experiencial y, por tanto, no se pueda replicar con una clonación infinita. Cuando algo escapa de esta ecuación de la réplica sin fin, apta para la explotación, tiene el atractivo de lo raro, de la experiencia única.
¿Quién iba a imaginar que los fantasmas iban a encajar a la perfección en ese producto de lo raro y lo exclusivo? No solo no siguen las reglas del mercado, sino que, además, escapan a las leyes físicas. No pueden ser contratados por nadie y, si bien en el pasado infundían temor y respeto, ahora van camino de convertirse en la nueva atracción de feria. Desposeídos de lo sagrado, del fenómeno misterioso que los envuelve, acaban siendo convertidos en un reclamo, en un producto negociable.
Solo faltaba Brad Pitt para dar más publicidad a una tendencia en aumento en el mercado inmobiliario: la de adquirir una casa con fantasma incluido. El actor vendió en 2023 su mansión familiar de Los Ángeles, conocida por ser una casa encantada, donde acontecían fenómenos paranormales y, a juzgar por el derrotero que tomó su vida familiar, es tentador pensar que podría estar maldita. Dicha mansión pertenecía a la actriz de terror Cassandra Peterson, la protagonista de la saga Elvira, la reina de las tinieblas (1988). Ella misma le confesó a Pitt que la casa estaba encantada y que había sido testigo de apariciones, no solo dentro de la casa, sino también flotando en la piscina. Cassandra le relató a Pitt que incluso habían tenido que practicar un exorcismo con un sacerdote, al conocer que uno de los anteriores inquilinos se había suicidado en su interior. Lejos de desanimar al actor, parece ser que aumentó su interés en adquirirla. La casa fue vendida por 2 millones de dólares en 1994, mientras que Pitt la vendería a 36 millones tras su separación. Parece que la fama fantasmagórica que acompañaba a la casa no fue un impedimento para que multiplicara su valor.
La fascinación de la sociedad americana por las casas encantadas se remonta al siglo XIX
La fascinación que siente la sociedad americana por las casas encantadas no es un fenómeno nuevo, sino que su origen se remonta al siglo XIX a raíz de un suceso que tuvo lugar en Hydesville, California. El caso, protagonizado por dos hermanas, adquirió una gran popularidad y disparó la fiebre por el espiritismo y las apariciones fantasmagóricas. Conocidas como «las hermanas Fox», Kate, Margaret y Leah se consideran las propulsoras del espiritismo. Siendo adolescentes, escucharon unos golpes en las paredes de su casa familiar de origen desconocido y empezaron a circular rumores de que en la casa había fantasmas. Los golpes parecían obedecer a un intento de comunicación desde el más allá, de manera que establecieron un sencillo código Morse de preguntas y respuestas, en función del número de golpes. El rumor de que las hermanas se comunicaban con un espíritu no tardó en trascender y en 1848, la casa familiar de Hydesville se convirtió en un lugar de peregrinación para mantener comunicación con los espíritus de seres fallecidos.
Tan grande fue la fama de las hermanas Fox, que incluso fueron requeridas en la Casa Blanca para una sesión con la mujer del presidente de los Estados Unidos en 1853, Franklin Pierce, a raíz de la pérdida de su hijo dos meses antes de convertirse en primera dama. Años más tarde, en 1888, Margaret y Kate confesaron que los míticos golpes que escucharon siendo niñas habían sido un bulo, y aunque eso provocó que su reputación cayese en picado, el interés en los fantasmas y la comunicación con los espíritus no decayó.
El famoso ilusionista Harry Houdini (1874-1926) tomó el relevo de los espiritistas a principios del siglo XX, y se propuso desenmascarar a los charlatanes que aseguraban comunicarse con espíritus de fallecidos. Si bien no acababa de creer en los fantasmas, no dudaba del potencial económico del espectáculo que se creaba en torno a ellos. Houdini visitó en San José, California, la casa de Sarah Winchester (1839-1922), la rica heredera de una empresa de armas que había ejercido de arquitecta autodidacta al estar convencida de que sobre ella pesaba una maldición que solo podía esquivar reformando su casa sin cesar.
En mercados como el japonés o el español el precio de una vivienda ‘con fantasmas’ desciende entre un 20% y un 40% de su valor
Tras el fallecimiento de la propietaria, la casa se abrió al público y él quedó impresionado, viendo su potencial como atracción turística, debido a su inquietante estructura y la fama de haber albergado numerosas reuniones espiritistas en su interior. Su visión fue certera; conocida como «La Mansión Winchester», años después inspiró la novela de terror La Maldición de Hill House (1959) de Shirley Jackson, de la que se hizo en 2018 una serie para Netflix, y en la actualidad se siguen ofreciendo paquetes turísticos para visitarla, como rutas inmersivas o con linternas.
Mientras en el mercado inmobiliario americano una casa fantasma aumenta de valor, sucede lo contrario en mercados como el japonés o el español, donde se calcula que el precio desciende entre un 20% y 40% por debajo de su valor, según aseguran los expertos inmobiliarios.
COMENTARIOS